Vuelve el toro de casta
Se fueron las figuras y volvi¨® al ruedo de Las Ventas el toro de casta. Sin figuras y con toros de casta hubo gloria, drama, diversi¨®n, emoci¨®n; es decir, lo que fueron siempre, por siglos, las corridas de toros, hasta que a alguien se le ocurri¨® que con el torucho amansado y los derechazos quedaba m¨¢s guapa. Ya podr¨ªa haber dedicado sus esfuerzos mentales a inventar el remedio contra la calvicie. El Soro sufri¨® una aparatosa cogida al recibir a porta gayola al tercero de la tarde,- Mendes sali¨® a hombros por la puerta grande; Espl¨¢ escuch¨® grandes ovaciones, incluso cuando convert¨ªa el toreo de muleta en arte de birlibirloque.Y todo -triunfo, ovaciones, naturalmente tambi¨¦n la cogida-, porque estaba en el ruedo el toro de casta imprimiendo emoci¨®n a las suertes, argumentando los tercios, dando m¨¦rito m¨¢ximo a cuanto le hac¨ªan los lidiadores. El m¨¦rito ya consist¨ªa en ponerse delante. Y no es que fueran toros grandes. Muchos no pasaban de terciados y el segundo hasta fue chico. Pero ten¨ªan el cuajo, la seriedad, la respetable cornamenta astifina que requiere el aut¨¦ntico toro de lidia. Es decir, trap¨ªo.
Ib¨¢n / L F
Espl¨¢, Mendes, SoroToros de Baltasar Ib¨¢n, con trap¨ªo y casta. Luis Francisco Espl¨¢: media perpendicular ca¨ªda (ovaci¨®n y salida al platillo); estocada corta baja tirando la muleta (ovaci¨®n y salida al tercio); dos pinchazos y estocada corta ca¨ªda (aplausos). V¨ªctor Mendes: estocada tirando la muleta (oreja); tres pinchazos, estocada corta baja -aviso con retraso- y descabello (ovaci¨®n y salida al tercio); estocada ladeada (dos orejas y salida a hombros por la puerta grande). El Soro, herido grave por su primero. La Condesa de Barcelona, madre del Rey, presenci¨® la corrida desde el palco real, y fue aplaudida cuando Mendes la brind¨® un toro. Plaza de Las Ventas, 23 de mayo. Novena corrida de feria.
Ese trap¨ªo, naturalmente, no se quedaba en capa lustrosa sobre proporcionada l¨¢mina, expuesta a la p¨²blica admiraci¨®n y aqu¨ª se acab¨® la historia, sino que tiraba adelante siempre, como una locomotora, fija toda la potencia muscular en las puntas de alfiler de las buidas astas, donde el toro concentraba su agresividad inagotable. Los Ib¨¢n eran nobles, en el sentido de boyantes, pero para embarcar esa boyant¨ªa r¨¢pida, ¨¢gil y fuerte, hac¨ªa falta mucho valor, mucha serenidad, mucha t¨¦cnica.
Hubo dos toros que a?adieron a la boyant¨ªa agresiva genio y resultaron de una impresionante dureza. Uno, tercero de la tarde, le correspondi¨® a Espl¨¢; otro, el cuarto, a Mendes. El tercero fue el que cogi¨® a El Soro, arroll¨¢ndole primero y luego prendi¨¦ndole por la axila, al iniciar la larga cambiada de rodillas a porta gayola. Espl¨¢ no lo banderille¨®, y lo tore¨® de muleta con mucha t¨¦cnica y habilidad para aligerar los pases. El cuarto puso en peligro a Mendes durante toda la lidia. En banderillas, una vez le oblig¨® a pasar en falso, otra le desiquilibr¨® a punta de asta, a la salida de la reuni¨®n. En la faena de muleta le arrebat¨® dos veces el enga?o y la tarde tambi¨¦n lo prendi¨® V¨ªctom¨® con una fuerza tremenda los numerosos redondos y naturales que lleg¨® a instrumentarle, todos ellos a la tr¨¢gala, verdaderamente angustiosos.
Esa faena de Mendes, valent¨ªsima, tuvo mayor emoci¨®n que las del triunfo. Los toros marcaban la diferencia. Los otros dos que lidi¨® pose¨ªan una nobleza m¨¢s atemperada, m¨¢s adecuada para interpretar con exquisitez el toreo. V¨ªctor Mendes, desde luego, no hizo un toreo exquisito -no es diestro de inspiraci¨®n; sus valores son otros- pero construy¨® con sabiduir¨ªa las faenas, lig¨® los pases, imprimi¨® a su labor un entusiasmo, que contagi¨® al p¨²blico.
El sexto habr¨ªa sido toro de vuelta al ruedo si llega a lucir con mayor evidencia su bravura en varas. El sexto met¨ªa la cabeza con fijeza absoluta en el enga?o y lo segu¨ªa con suave codicia hasta el ¨²ltimo tr¨¦molo de sus vuelo. Toro y torero crearon un espect¨¢culo de gran belleza desde el amplio escenario del ruedo, en su mismo centro geom¨¦trico, que levant¨® al p¨²blico de sus asientos y lo llev¨® a extremos de delirio.
El gran par de banderillas de V¨ªctor Mendes. Mendes reuni¨® m¨¢s y mejor que sus compa?eros, con quienes altern¨® en el primer tercio de los dos primeros toros. El Soro clav¨® a cabeza pasada. Espl¨¢ tambi¨¦n se aliviaba, aunque enriqueci¨® el tercio con sus inagotables capacidades imaginativas para preparar y ejecutar las suertes, haciendo gala de un perfecto conocimiento de los terrenos y de las querencias para mover a los toros, ponerlos al trote o al galope, pararlos, a su capricho. A Mendes le hizo dos sensacionales quites a cuerpo limpio. Luego, en las faenas de muleta, volv¨ªa el atl¨¦tico Espl¨¢ al arte de birlibirloque, poniendo un hiperb¨®lico coloreo de adornos donde deb¨ªa haber hondura.
Apareci¨® ayer Espl¨¢ con medias blancas, rompiendo por un d¨ªa la tradici¨®n de las mendias encarnadas que visten los toreros. Hac¨ªa extra?o, y en cuanto a su est¨¦tica, hab¨ªa opiniones para todos los gustos. Sobre gustos no hay nada escrito mientras que sobre tauromaquia s¨ª -mucho; demasiado- y no falt¨® quien sent¨ªa ofendido su honor por lo que consideraba traici¨®n a los valores esenciales de la fiesta. La afici¨®n docta es muy suya. Pero la m¨¢s docta sab¨ªa que calzas blancas visti¨® Pedro Romero aquella tarde de lluvia en El Puerto cuando le brind¨® un toro del Cura al corregidor. Don Mariano no contradijo la cita, de manera que ser¨¢ verdad.
Eran otros tiempos. Tiempos de medias blancas y de toreros a caballo, y no como los que corren, que son tiempos de furores toricidas. Ayer la acorazada de picar, que los abandera, intent¨® destruir la fuerza y la casta de los toros de Ib¨¢n acribill¨¢ndolos el lomo trasero a misilazos. El acorazado que llaman Bocanegra, adem¨¢s, los descuartizaba, y si le llegan a dejar m¨¢s tiempo, de la lustrosa piel saca par de bolsos negros za¨ªnos para su se?ora.
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