Razones de la neutralidad irlandesa
Los complejos or¨ªgenes de la neutralidad irlandesa tienen sus' ra¨ªces en la historia de la evoluci¨®n del nuevo Estado irland¨¦s, que se estableci¨® en 1922, tras la firma del Tratado Anglo-Irland¨¦s de 1921. Aun despu¨¦s de alcanzar la independencia el nuevo Estado y otros miembros de, la Commonwealth brit¨¢nica en 1931, permaneci¨® la duda en la mente de muchos sobre si se pod¨ªa no ser neutral en una guerra en la que tomara parte el Reino Unido. El hecho de que esto representara un tema de debate para algunos confiri¨® especial importancia simb¨®lica a la neutralidad durante los a?os treinta. La neutralidad, junto con el tema del papel de la Corona en la Constituci¨®n irlandesa, que se resolver¨ªa finalmente con la proclamaci¨®n de la Rep¨²blica en 1949, se convirtieron para muchos en una prueba de independencia.Sin embargo, existi¨® otro motivo pr¨¢ctico para la neutralidad. Al margen de que Irlanda, al igual que muchos otros pa¨ªses que pod¨ªan eventualmente estar involucrados en la Segunda Guerra Mundial, prefiriese permanecer neutral salvo en caso de ataque por parte de uno de los contendientes. Este motivo, inherente a Irlanda, no era otro sino que el pa¨ªs hab¨ªa estado inmerso tan s¨®lo 16 a?os antes en una guerra civil, que tras su final dej¨® como secuela la aparici¨®n del Ej¨¦rcito Republicano Irland¨¦s (IRA), una organizaci¨®n clandestina revolucionaria que continuaba desafiando de una y otra manera la autoridad del Estado.
Un pueblo que ha vivido una guerra civil relativamente reciente -como pudo verse en Espa?a en las tres d¨¦cadas que siguieron a la Segunda Guerra Mundial- se muestra reacio a iniciar o tolerar cualquier acci¨®n que conlleve el peligro de un nuevo conflicto civil. As¨ª, en 1939, miembros de todos los partidos representativos en el Parlamento estaban de acuerdo en favorecer una pol¨ªtica de neutralidad militar, aun cuando apoyaban firmemente al bando aliado, para evitar el desencadenamiento de un nuevo conflicto armado por parte del IRA con presumible apoyo alem¨¢n.
En la posguerra, el tema de la neutralidad surgi¨® de nuevo con la formaci¨®n de la Alianza del Atl¨¢ntico Norte y el establecimiento de la OTAN, en 1949. A pesar del profundo sentimiento anticomunista del pueblo irland¨¦s, que podr¨ªa haber sido motivo, m¨¢s que suficiente para unirse a la Alianza en aquella ¨¦poca, se decidi¨® no pertenecer a la Alianza o a la OTAN, en parte por el ¨¦xito obtenido con la neutralidad durante la guerra y en parte por la personalidad del entonces ministro de Asuntos Exteriores.
El papel de McBride
Sean McBride, que fue ministro de Asuntos Exteriores de 1948 a 1951, hab¨ªa sido el jefe del Estado Mayor del IRA tan s¨®lo 10 a?os antes e introdujo en la pol¨ªtica constitucional una actitud muy negativa hacia el Reino Unido y un fuerte compromiso de lograr la reunificaci¨®n de Irlanda y terminar con la partici¨®n que se hab¨ªa producido en 1929 antes de la creaci¨®n del Estado irland¨¦s. El ministro consigui¨® el apoyo del resto del Gobierno en este tema, mientras -como se ha sabido recientemente- propon¨ªa un pacto de defensa a Estados Unidos. Sin embargo, esta propuesta, que hubiera terminado con la neutralidad militar de Irlanda aun sin participar en una alianza integrada por el Reino Unido, no prosper¨®.
A lo largo de los 25 a?os siguientes, la neutralidad se convirti¨® en la ortodoxia aceptada por gran parte del pueblo irland¨¦s y, tras la entrada tard¨ªa de Irlanda en la ONU, en 1955 -la URSS bloque¨® su adhesi¨®n durante casi una d¨¦cada-, constituy¨® la piedra angular de la pol¨ªtica exterior irlandesa.
Entre tanto, se hab¨ªa constituido la Comunidad Econ¨®mica Europea, y para 1961, cuando el Reino Unido solicit¨® su adhesi¨®n, el desarrollo industrial irland¨¦s hab¨ªa alcanzado un punto que, a juicio del Gobierno, permitir¨ªa a la industria ajustarse a las condiciones de libre mercado a lo largo de algunos a?os.
Aunque la primera solicitud irlandesa fue derrotada por el veto del general De Gaulle a la expansi¨®n de la Comunidad en 1963, la segunda, realizada una d¨¦cada m¨¢s tarde, tuvo ¨¦xito y se someti¨® la entrada al Mercado Com¨²n al pueblo en un refer¨¦ndum constitucional celebrado en mayo de 1972. En el debate sobre la adhesi¨®n, que acabar¨ªa por ser aprobada con un margen de cinco votos a uno, uno de los argumentos esgrimidos por los que se opon¨ªan a la entrada de Irlanda fue que pondr¨ªa en peligro la neutralidad y, posiblemente, con el tiempo, la pol¨ªtica exterior independiente seguida por el pa¨ªs.
Conscientes de los,recelos que despertaban estos argurnentos, los que propugnaban la adhesi¨®n, entre ellos el partido Fianna Fail, en el poder, y el Fine Gael, entonces el principal partido de la oposici¨®n, defendieron su postura principalmente con argumentos econ¨®micos. As¨ª, se ,puntualiz¨® que la Comunidad era algo bastante distinto de la Alianza Atl¨¢ntica y de la OTAN. Mientras ambos partidos reconoc¨ªan que, de convertirse la Comunidad en una confederaci¨®n o federaci¨®n totalmente integrada podr¨ªa plantearse el tema de la defensa com¨²n, se?alaban que esta posibilidad parec¨ªa bastante remota en un futuro cercano.
Cuando surgi¨® la propuesta de modificar el Tratado de Roma, fijando como objetivos principales la creaci¨®n de un mercado interno para 1992, la inclusi¨®n de medidas compensatorias en aras de la cohesi¨®n, as¨ª como la incorporaci¨®n del proceso de cooperaci¨®n pol¨ªtica dentro del tratado, el Gobierno irland¨¦s, entonces encabezado por m¨ª, reaccion¨® positivamente. De hecho, me correspondi¨® a m¨ª, en calidad de presidente del Consejo Europeo durante la segunda mitad de 1984, nombrar, bajo la presidencia del ex ministro de Asuntos Exteriores y distinguido cient¨ªfico profesor James Doodge, al comit¨¦ encargado de elaborar las propuestas para dicho nuevo tratado.
Una de las principales inquietudes de Irlanda durante este proceso fue la de asegurar la inclusi¨®n del principio de cohesi¨®n, o de solidaridad entre los Estados miembros de distinto nivel de prosperidad econ¨®mica, en el Tratado de Roma, que en su versi¨®n original s¨®lo incorporaba dicho concepto en el pre¨¢mbulo.
Asimismo, nos aseguramos de que la labor de dotar al proceso de cooperaci¨®n pol¨ªtica de contenido institucional no comportase ning¨²n peligro para la salvaguarda de la neutralidad militar irlandesa, que en ese momento gozaba del apoyo del 85% de la opini¨®n p¨²blica.
El derecho del Gobierno irland¨¦s a ratificar un Acta ¨²nica Europea, que recoge la enmienda al Tratado de Roma y el concepto de cooperaci¨®n pol¨ªtica, fue impugnado en los tribunales por un ciudadano particular, lo que llev¨® a la Corte Suprema a declarar, por una mayor¨ªa de tres votos contra dos, constitucionales las enmiendas al Tratado de Roma e incostitucional el t¨ªtulo III del Acta que se refiere al tema de la cooperaci¨®n pol¨ªtica.
Un principio general
Dicha decisi¨®n no estaba relacionada con la neutralidad, sino m¨¢s bien con el principio general enunciado por el tribunal, seg¨²n el cual el mero hecho de buscar un acuerdo con los dem¨¢s n¨²embros del tratado tendr¨ªa implicaciones para la soberan¨ªa irlandesa. Como consecuencia, se inici¨® la campa?a para un refer¨¦ndum destinado a declarar constituc¨ªonal el Acta ¨²nica, dejando de lado la cuesti¨®n de c¨®mo podr¨ªa afectar la decisi¨®n del Tribunal Supremo a otros tratados suscritos por Irlanda.
En dicha campa?a varios grupos de izquierda han puesto el dedo en la llaga al sugerir que el Acta ?nica podr¨ªa tener implicaciones para la neutralidad militar irlandesa, que cuenta con el apoyo de la poblaci¨®n.
Y es dentro de este contexto que se est¨¢ debatiendo la neutralidad durante la campa?a para el refer¨¦ndum, a pesar de que los t¨¦rminos del t¨ªtulo III del Acta ¨²nica, basada en un borrador franco-alem¨¢n que tuvo en cuenta las reservas irlandesas, limitan el proceso de coordinaci¨®n a aspectos pol¨ªticos y econ¨®micos.
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