Saura en El Dorado
El mito comenz¨® en 1534, cuando el capit¨¢n espa?ol Luis de Daza encontr¨® a un indio llamado Muequet¨¢, quien le dio muchas noticias de su pa¨ªs, Cundinamarca (en la actual Colombia); entre ellas, que, en la laguna Guatavit¨¢, el cacique Bogot¨¢ se espolvoreaba todo el cuerpo con oro y lanzaba a las aguas, a modo de ofrendas, muchos objetos del mismo metal. Cuando Sebasti¨¢n de Benalc¨¢zar, participante con Pizarro en la conquista del Per¨² y fundador de Quito, oy¨® esta historia, exclam¨®:-?Vamos a buscar a ese indio dorado!
La quimera ya ten¨ªa un nombre, El Dorado, y en pos de ¨¦l se lanzaron toda suerte de aventureros, desde extreme?os hasta alemanes, y a lo largo del tiempo y del espacio, pues la leyenda pervivi¨® hasta entrado el siglo XVIII, y se la rastre¨® por todo el continente, pasando de ser una laguna y un indio de cuerpo refulgente a una ciudad erigida toda en oro macizo. Fue buscada en la Am¨¦rica del Norte. No qued¨® rinc¨®n sin explorar, porque en todos, y a la vez en ninguno, pod¨ªa estar la fabulosa urbe. El Dorado ten¨ªa el don de la ubicuidad.
Unido a esa leyenda se destaca un personaje que aparece en la pel¨ªcula de Saura y que ya fue llevado a la pantalla por el cineasta alem¨¢n Werner Herzog: Lope de Aguirre, apodado indistintamente el Peregrino, pr¨ªncipe de la libertad o la ira de Dios.
Lope de Aguirre ha sido, asimismo, motivo de copiosa literatura. Tangencialmente lo han tratado P¨ªo Baroja, en Zalaca¨ªn el aventurero, y Valle-Incl¨¢n, enTirano Banderas, y de un modo directo, total, haci¨¦ndolo centro de sus historias, Ciro Bayo, en Los mara?ones; Arturo Uslar Pietri, en El camino de El Dorado; Ram¨®n J. S¨¦nder, en La aventura equinoccial de Lope de Aguirre, y Miguel Otero Silva, en Lope de Aguirre, pr¨ªncipe de la libertad.
Figura dif¨ªcil de interpretar, pues, como escribe Bayo, de una parte "Aguirre expresaba las querellas m¨¢s justas de los conquistadores", y "sus caracter¨ªsticas coincid¨ªan con las del grupo de conquistadores"; pero, de otra, "ten¨ªa una imagen tenebrosa y un comportamiento an¨¢rquico". Era conocido en el norte de Per¨² con el mote de el loco Aguirre, cuando Pedro de Urs¨²a lo incorpor¨® a la expedici¨®n que por orden del virrey del Per¨² preparaba para descubrir El Dorado. Ya cojeaba de la pierna derecha a causa de dos arcabuzazos que le dieron durante un mot¨ªn, y "ten¨ªa 50 a?os, era peque?o, dorm¨ªa poco, cargaba mucho peso y andaba muy bien armado".
A diferencia de la mayor¨ªa de los expedicionarios, del propio Urs¨²a, "Aguirre no pareci¨® nunca creer en El Dorado", y aparte de ser posiblemente un reclamado de la justicia que buscaba refugio en la aventura, Bayo cree que "ten¨ªa ya trazado un plan para adue?arse del Per¨²... empresa nada loca como a primera vista parece".
Temerario
No le fue f¨¢cil desarrollar este plan, de todos modos ambicioso y temerario. La primera oportunidad de comenzar su ejecuci¨®n se le present¨® cuando conspir¨® activamente en contra de Urs¨²a mientras navegaban por el alto Amazonas, conocido como el Mara?¨®n en su nacimiento peruano. Todos los conjurados firmaron una denuncia contra el gobernador (Urs¨²a) elevada al virrey, y cuando Aguirre estamp¨® su nombre en el papel, a?adi¨®: "el traidor". Por instigaci¨®n de ¨¦l mataron a Urs¨²a, y despu¨¦s al que sustituy¨® a Urs¨²a, Hernando de Guzm¨¢n, hasta que Aguirre logr¨® hacerse con el mando de la expedici¨®n. A partir de entonces su carrera de cr¨ªmenes es tan monstruosa que raya en lo incre¨ªble. Decenas, no de enemigos, sino decompa?eros suyos y de inocentes fueron mandados ejecutar por ¨¦l, cuando no ejecutados por su propia mano, durante los aproximados tres meses que dur¨® la traves¨ªa por el Amazonas hasta salir al Atl¨¢ntico y remontar hacia las costas de Venezuela. No pasaba d¨ªa sin que alguien fuera asesinado, sencillamente por el recelo o la vesania de Aguirre.
Toda esta carrera de sangre tiene su fin en octubre de 1561, en Barquisimeto (Venezuela), donde Aguirre tiene que enfrentarse a tropas del rey, y donde todos los hombres que le quedan, unos 60, lo van abandonando hasta quedarse con un solo c¨®mplice, Llamoso, que nunca le hab¨ªa mostrado mucha amistad y del que Aguirre desconfiaba. Y, como constata S¨¦nder, cuando ya no tuvo a quien matar, mat¨® a su propia hija. S¨¦nder describe as¨ª la brutal escena: "Lope fue sobre su hija, la tom¨® por los cabellos y comenz¨® a darle de pu?aladas...". Ya perdido, justificar¨ªa su asesinato diciendo que "no quer¨ªa que la conocieran por la hija del traidor ni que quedara para colch¨®n de rufianes".
?C¨®mo entonces alguien tan sanguinario como este conquistador pudo ser llamado alguna vez pr¨ªncipe de la libertad? Simplemente porque hacia el final de su vida le escribe una carta a Felipe II, en la cual describe el latrocinio de las autoridades espa?olas en Am¨¦rica, la corrupci¨®n del clero, el abuso que se comete con los indios, y que termina con unas palabras que se har¨ªan memorables: "Hijo de fieles vasallos tuyos vascongados, y yo, rebelde hasta la muerte por tu ingratitud. Lope de Aguirre, el Peregrino".
Conocida por Bol¨ªvar durante la guerra de independencia de Venezuela, esta carta se difundi¨® entre las fuerzas insurrectas, al creer encontrar en ella el Libertador el primer gesto de emancipaci¨®n de Espa?a y en su autor al primer caudillo rebelde. Pero, desde luego, la historiograf¨ªa americana apenas exist¨ªa a comienzos del siglo XIX, y con toda seguridad Bol¨ªvar ignoraba la criminalidad del jefe de los mara?ones. La carta funcionaba como alegor¨ªa, como s¨ªmbolo de un anhelo de justicia y de independencia, pero jam¨¢s pod¨ªa elevar a Aguirre al rango de precursor de la libertad americana.
En realidad, lo m¨¢s cierto es que Aguirre inicie la estirpe de d¨¦spotas y tiranos que como una mancha secular de sangre se extiende por Am¨¦rica desde conquista hasta los d¨ªas actuales, estirpe que se ha visto multiplicada en toda laya de militarotes y supuestos l¨ªderes revolucionarios. Unos y otros se dan la mano sobre el cuerpo de Aguirre.
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