A la tacita se le oxida la plata
Los andaluces somos muy frecuentemente vergonzantes. Nosotros mismos propagamos los chistes en los que aparece el andaluz como refractario al trabajo, siendo as¨ª que la realidad es todo lo contrario. Si no, que lo digan los empresarios catalanes, sobre todo los de Barcelona y su cintur¨®n industrial. Lo que pasa es que sobre nosotros pesa mucho la tradici¨®n de la hidalgu¨ªa. Todos querr¨ªamos ser hidalgos, dejando el trabajo para gente de segundo orden.La Iglesia ha ca¨ªdo tambi¨¦n en esa trampa. Tiene miedo a criticar la maravillosa realidad de la cultura andaluza. Sin embargo, hoy puedo felicitar al obispo de C¨¢diz, monse?or Antonio Dorado, porque no ha tenido pelillos en la lengua para denunciar el grave proceso de degradaci¨®n al que se ve sometida la tacita de plata.
Pastoral
En una pastoial titulada Reino de verdad y de vida, publicada con motivo del Primero de Mayo, el obispo de C¨¢diz y Ceuta, libre y despreocupado de empe?os electorales, seasoma a la terrible realidad de su pueblo y la describe sin paliativos: "Vemos con dolor que aumenta la pobreza, tanto en nuestras ciudades como en el campo, donde es especialmente preocupante la situaci¨®n de muchos jornaleros. Grandes sectores de nuestra poblaci¨®n gaditana se ven abocados a un futuro de incertidumbre, de indefensi¨®n, de marginaci¨®n y de hambre. Los prolongados esfuerzos por hacer o¨ªr su voz no parecen encontrar acogida ni suscitar ecos eficaces.
La llamada reconversi¨®n industrial es otro de los problemas inquietantes, especialmente en la bah¨ªa gaditana, que se ve amenazada por una muerte econ¨®mica lenta... La situaci¨®n de los j¨®venes reviste una dureza particular. Ven c¨®mo transcurren sus mejores a?os mientras buscan y siguen esperando su primer empleo. Es alarmente que el 50% de los parados sean j¨®venes".
Da gusto ver que por fin los obispos se despegan de sus frecuentes obsesiones de problemas de moral sexual individual (que no dejan de tener su importancia) para sumergirse en la vor¨¢gine del proceso decadente de la comunidad humana, en cuyo seno viven y a la que pretenden proclamar el Evangelio.
Por eso es bastante alentador leer frases como ¨¦sta: "Los problemas apuntados, verdaderamente urgentes y significativos, son el clamor de un pueblo que llega al coraz¨®n de Dios y desafian nuestra capacidad de respuesta como hombres y como cristianos. Porque el problema no radica tanto en la falta de recursos como en la injusta distribuci¨®n de los mismos".
Recientemente hemos asistido a la pol¨¦mica de la conveniencia de que en el abanico de partidos pol¨ªticos existiera uno que se denominara democracia cristiana. Es curioso observar la frialdad que en el seno de la misma Iglesia existe a este respecto. Podr¨¢n contarse con los dedos de la mano los altos responsables de la instituci¨®n eclesial que estuvieran dispuestos a echar mano del hisopo para bendecir un partido pol¨ªtico confesional.
A ello han contribuido dos cosas: primera, el fracaso del contubernio Iglesia y Estado durante la dictadura franquista, y segunda, el ejemplo de Italia, donde, despu¨¦s de tantos a?os de hegemon¨ªa de la democracia cristiana, lo mejor y m¨¢s pimpante de aquella Iglesia se ha convertido en cr¨ªtico feroz de la actitud de aquellos supuestos devotos. El caso de Aldo Moro fue un ¨¢pice de la tragedia: all¨ª triunfaron los doroteos (derecha DC) contra los moroteos (intento de izquierda cristiana).
Hoy los elementos de la Iglesia que consideran periclitado el confesionalismo pol¨ªtico despu¨¦s del Concilio Vaticano II no se encierran en las sacrist¨ªas ni se esconden en los claustros de los monasterios, sino que se lanzan a la calle y procuran fundirse con eso que no tiene m¨¢s que un nombre indefinido: la gente. Por eso, el obispo de la tacita de plata afirma que "se nos est¨¢ exigiendo a los cristianos una presencia m¨¢s decidida y audaz en la vida p¨²blica, siendo imprescindible estar en las organizaciones sociales, pol¨ªticas, culturales y de barrios para abordar con realismo los problemas y buscar caminos de soluci¨®n des de una opci¨®n preferencial por los pobres". Con esto no se trata de importar a Espa?a, m¨¢s concretamente a Andaluc¨ªa, la teolog¨ªa de la liberaci¨®n latinoamicana. A nosotros nos basta abrir los ojos a la realidad en que estamos para actuar en consecuencia.
Sin embargo, todav¨ªa no podemos cantar victoria. El cristianismo sigue estando muy arraigado en nuestro. pueblo, y no tiene nada de extra?o que las fuerzas dominantes de nuestra sociedad (no me refiero solamente a las pol¨ªticas) se planteen el problema de manipular la conciencia popular cristiana para evitar que ¨¦sta se despierte en ese sentido de revoluci¨®n pac¨ªfica, pero tambi¨¦n alarmante, que una proclamaci¨®n pura del Evangelio puede producir con la misma eficacia con que lo est¨¢ haciendo en Am¨¦rica Latina.
No perder el tiempo
Yo les dir¨ªa a los obispos y a sus asesores que no pierdan mucho tiempo en lamentar la supuesta secularizaci¨®n de nuestro pa¨ªs, sino que se dediquen a averiguar los intentos amagados que los grandes poderes de nuestra sociedad realizan para hacer ab¨®rtar esa toma de conciencia cristiana en los ¨¢mbitos de la pobreza, de la opresi¨®n, de la inseguridad y de la marginaci¨®n.
Quiz¨¢ esto ¨²ltimo explique que a la pastoral de monse?or Dorado se le haya puesto silenciador, mientras se vocean actitudes -ciertamente deplorables- en la instituci¨®n eclesial.
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