La mand¨ªbula
Est¨¢n las vallas floridas. La publicidad entra por los ojos, pero la ahuyentamos si nos apetece. Algo permanece, sin embargo. Queda como un poso de caf¨¦. Son las borras del mensaje. Aunque los ecologistas piensen lo contrario, es cierto que la proliferaci¨®n de vallas constituye una bendici¨®n en el paisaje urbano. Gracias a ese festival de la imagen el cemento de la esquina no es la ¨²nica visi¨®n que nos depara el capricho del sem¨¢foro.Ahora, sin embargo, las vallas son un mareo de nombres propios, de banderitas y de esl¨®ganes. De cuando en cuando, c¨ªclicamente, a la publicidad urbana le salen esos adornos pol¨ªticos. Los partidos no tienen la fortuna de la t¨®nica, por ejemplo, que puede resolver su persecuci¨®n de la buena imagen haciendo acopio de cubitos de hielo. Han de recurrir por eso a lo que m¨¢s se acerca a la realidad entre todo lo que ofrecen: la mand¨ªbula del aspirante. Como el eslogan es el mensaje y m¨¢s all¨¢ del eslogan no hay imagen que valga, difunden el rostro del candidato, adornado con los habituales atributos risue?os. La pretensi¨®n de ser diversos la plantean de tal manera que todos parecen provenir del mismo partido. Todos los candidatos tienen una geograf¨ªa similar a sus espaldas. Var¨ªa el gesto de la mand¨ªbula, que en el caso de Mor¨¢n es dubitativa, en el de Rodr¨ªguez Sahag¨²n es tensa y en el de Hern¨¢ndez Mancha es inflada, por poner tres casos obvios. Ya se sabe que Su¨¢rez es la mand¨ªbula. Una vez que se ha establecido que la sonrisa es el mejor espejo del alma apaisada del pol¨ªtico en ejercicio, todos nos ofrecen la bondadosa comisura de forma que se asemeje a lo que debe ser el gesto confiado de un personaje al que le prestar¨ªamos el ordenador.
A la ecolog¨ªa de la valla, ese hallazgo reconfortante que nos alivia de la evidencia del cemento, no le sienta bien esta competencia que los pol¨ªticos le hacen al menos una vez al a?o o en peligro de elecci¨®n. Porque si concluimos que la sonrisa del candidato es falsa, ?c¨®mo nos vamos a creer que Hacienda somos todos o que toda t¨² eres un culito?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.