Francisco Rico habl¨® del 'Lazarillo' al ingresar en la Academia
El acad¨¦mico desarroll¨® tesis en torno a la 'invenci¨®n de la realidad' en la novela
La novela, la ficci¨®n realista en prosa, el g¨¦nero m¨¢s importante de la literatura moderna, es una creaci¨®n de El Lazarillo de Tormes, seg¨²n afirm¨® ayer Francisco Rico en su discurso de ingreso en la Real Academia Espa?ola. Hasta el Lazarillo (hacia 1552), la prosa de imaginaci¨®n desarrollaba tan s¨®lo historias fabulosas, sin contrapartida en la realidad, y no exist¨ªa una narrativa que se propusiera contar ficciones veros¨ªmiles, inventar personajes y situaciones reales; los presentaba seg¨²n los mismos criterios de probabilidad, experiencia y sentido com¨²n de la vida diaria. Respondi¨® al nuevo acad¨¦mico Fernando L¨¢zaro Carreter.
Fernando L¨¢zaro Carreter hizo en su discurso un elogio de la filolog¨ªa, ciencia a la que se dedica Rico, que, por un lado, rescata y fija el patrimonio literario, y, por otra, lo interpreta. "Tareas ambas de primordial importancia en un pa¨ªs como el nuestro, cuya literatura es, en gran medida, fundamento de su presencia y de su prestancia en el mundo", dijo.Francisco Rico ingres¨® ayer tarde en la Academia, en una sesi¨®n solemne, con la pompa habitual que la casa guarda para la ceremonia de ingreso. Rico, de 44 a?os, hab¨ªa sido presentado por los acad¨¦micos Rafael Lapesa, Fernando L¨¢zaro Carreter y Gonzalo Torrente Ballester, y fue elegido el 13 de marzo de 1986 para ocupar uno de los sillones de nueva creaci¨®n. El nuevo miembro de la Academia fue conducido por los acad¨¦micos Gregorio Salvador y Carlos Bouso?o. Alfonso Guerra, vicepresidente del Gobierno, presidi¨® la sesi¨®n.
Inventar la realidad
El Lazarillo de Tormes se public¨® como si fuera la carta aut¨¦ntica de un modesto pregonero de Toledo y sin ninguno de los rasgos que en el Renacimiento caracterizaban las producciones literarias, explic¨® Francisco Rico en su discurso. En especial, el autor quiso que su nombre no figurara en ninguna parte de la obra, no tanto por guardar el inc¨®gnito como para que nada impidiera pensar que el libro hab¨ªa sido redactado efectivamente por L¨¢zaro. Por otro lado, en las peripecias del protagonista, en sus amos, en los lugares, en el lenguaje o en los procedimientos narrativos que emplea, a?adi¨® Rico, tampoco hay nada que no fuera habitual en la ¨¦poca, nada que sugiriera que se trataba de personas o cosas nacidas de la fantas¨ªa de un escritor. Seg¨²n esto, El Lazarillo... era un fraude: no un relato que los lectores pudieran interpretar como ficticio, sino una falsificaci¨®n, la simulaci¨®n de un texto real, de la carta verdadera ?le un L¨¢zaro de Tormes de carne y hueso.Aceptar el Lazarillo como completamente aut¨¦ntico implicaba no percibir su aspecto m¨¢s original, a?adi¨® el acad¨¦mico; porque, explic¨®, el atractivo de la obra no estaba s¨®lo en la trama chispeante, sino en el hecho de que el libro constitu¨ªa una especie de ficci¨®n hasta la fecha desconocida en Europa: una narraci¨®n en que todo pod¨ªa ser verdadero y nada lo era, un experimento de verosimilitud total que s¨®lo pod¨ªa ser adecuadamente valorado si se era consciente de que se trataba de una fabulaci¨®n y que, por consiguiente, el gran logro del autor resid¨ªa en haber inventado la realidad, imaginando una historia falsa que no pod¨ªa distinguirse de la vida real.
Los lectores del siglo XVI, advirti¨®, no estaban acostumbrados a buscar verosimilitud en un texto reconocido como ficticio, y si se hubieran dado cuenta f¨¢cilmente de que el Lazarillo no era verdadero, se habr¨ªan limitado a gustar las aventuras de L¨¢zaro y no habr¨ªan prestado ninguna atenci¨®n a lo que el escritor hab¨ªa cuidado con destreza y tan innovador resultaba en la literatura occidental: la absoluta apariencia de realidad.
Para que la obra fuera apreciada en todas sus dimensiones el autor necesitaba que el Lazarillo fuera recibido a la vez como fidedigno y como ap¨®crifo, sigui¨® Rico. Por ello, tras introducir en el ¨¢nimo del lector una firme presunci¨®n de veracidad, le pon¨ªa ante los ojos, unos p¨¢rrafos que le obligaban a preguntarse por la condici¨®n, verdadera o falsa, del relato. L¨¢zaro, contaba all¨ª que su madre hab¨ªa estado amancebada con un esclavo negro. Pero ?qu¨¦ espa?ol de 1552 no procurar¨ªa esconder una infamia semejante? La confesi¨®n era tan dura que por fuerza hab¨ªa de hacer dudar de la veracidad de la carta. Esa duda no pod¨ªa tener a¨²n una respuesta tajante porque la narraci¨®n no hab¨ªa hecho sino empezar, pero bastaba para inquietar al lector. No otro era el deseo del an¨®nimo.
A partir de ah¨ª, el lector se propon¨ªa escudri?ar la narraci¨®n con cien ojos para descubrir si en alg¨²n lugar se traicionaba la presunci¨®n de veracidad con que hab¨ªa comenzado el libro, explic¨® Rico. Pero tambi¨¦n a partir de ah¨ª, y hasta el desenlace, el escritor no volv¨ªa a darle facilidades, y dispon¨ªa de todos los detalles del modo m¨¢s realista, de forma que el lector se encontraba en suspenso entre la verdad y la mentira, incierto de si aquello era realidad o fantas¨ªa, porque cada vez que la duda le volv¨ªa no ten¨ªa m¨¢s remedie, que contestarse que, en cualquier caso, todo flu¨ªa como si fuera real.
La duda se desvanec¨ªa en las ¨²ltimas l¨ªneas, cuando se comprobaba que "el caso" cuya explicaci¨®n hab¨ªa se?alado L¨¢zaro como raz¨®n de ser de su carta autobiogr¨¢fica consist¨ªa en un bochornoso "caso de honra", en un asunto de cuernos que nadie se atrever¨ªa a hacer p¨²blico y que, por tanto, denunciaba a la obra como ficticia. Pero hasta llegar ah¨ª el lector no pod¨ªa confirmar en ning¨²n sitio las sospechas que el novelista le hab¨ªa provocado al referirse a la madre de L¨¢zaro, y se ve¨ªa obligado a confrontar con esas sospechas la aparente realidad del relato. El autor, explic¨® Rico, consegu¨ªa que por primera vez una narraci¨®n en prosa fuera le¨ªda a la vez como ficci¨®n, con una exigencia de verosimilitud y realismo.
El Lazarillo, pues, concluy¨® Rico, transcurr¨ªa en un ¨¢mbito ignorado hasta entonces en Europa; el autor lo subrayaba mientras invitaba a cotejar ciertos episodios con las versiones del mismo tema que todos conoc¨ªan en la tradici¨®n narrativa: un ¨¢mbito irreal que no se distingu¨ªa del curso ni el discurso de la realidad. Era la verdad, no como hecho hist¨®rico, sino como invenci¨®n coherente con la experiencia, como ficci¨®n veros¨ªmil; o era la mentira como si fuera verdad. Era un modo de escritura nuevo de ra¨ªz: la novela.
"Hoy, en nuestro fin de siglo, en el fin de todos los fines de siglo", concluy¨® Rico, "descreemos del ideal de la novela realista. Sentimos o dudamos la novela en otros t¨¦rminos; y, sobre todo, recelamos de las certezas y de las recetas del realismo. Quiz¨¢ por eso nos guste recordar que la novela realista naci¨®, en El Lazarillo de Tormes, como una falsificaci¨®n, como una paradoja y como un juego".
Otras obras
En su discurso de respuesta L¨¢zaro Carreter subray¨® las ediciones cr¨ªticas realizadas por Rico de El Guzm¨¢n de Alfarache, El caballero de Olmedo, las Novelas a Mar¨ªa Leonarda. Adem¨¢s, sus estudios sobre la literatura latina de la Edad Media y el per¨ªodo de or¨ªgenes romance, como los titulados Un poema de Gautier de Ch¨¤tillon: forma, fuente y sentido de 'Versa est in luctum' (1980), El primer siglo de la literatura espanola (en prensa) o la monograf¨ªa Predicaci¨®n y literatura en la Espa?a medieval (1975).L¨¢zaro Carreter destac¨® igualmente el trabajo hecho por Rico en la poes¨ªa y narrativa de los siglos XVI y XVII, como su estudio De Garcilaso y otros petrarquismos o su estudio sobre el destierro del verso agudo (1983). Destaca igualmente su obra La novela picaresca y el punto de vista, en proceso de traducci¨®n al japon¨¦s y al italiano. Sobre todo, L¨¢zaro Carreter destac¨® "el se?or¨ªo absoluto" que ejerce Rico en El Lazarillo de Tormes, reflejado en numerosos estudios.
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