La Inquisici¨®n frente al SIDA
LA POSICI?N del presidente Reagan, a favor de los tests obligatorios para detectar a los portadores del virus del s¨ªndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA), representa un importante apoyo a las autoridades pol¨ªticas y sanitarias de otros pa¨ªses que propugnan el tratamiento de esta epidemia mediante la adopci¨®n de medidas de car¨¢cter coercitivo. Pero tambi¨¦n un ejemplo notable de los m¨¦todos inquisitoriales que sugieren algunos gobernantes para luchar contra lo que se ha dado en calificar como "la peste del siglo XX".Desde que en julio de 1981 fuese detectado el virus del SIDA por el Observatorio de Enfermedades Infecciosas de Atlanta (Estados Unidos), la progresi¨®n de la enfermedad ha sido de tal magnitud que los l¨ªderes de los siete grandes pa¨ªses industriales han decidido incluir el tema en el orden del d¨ªa de la reuni¨®n que mantendr¨¢n el pr¨®ximo lunes en Venecia (Italia). A finales de 1981, en Estados Unidos no llegaba todav¨ªa a 300 el n¨²mero de afectados por el SIDA; hoy alcanzan los 36.000. Parecida progresi¨®n se ha producido en otros pa¨ªses, como Francia, con 1.632 casos en la actualidad; la Rep¨²blica Federal de Alemania, con 1.000, o Espa?a, con 357. Sin embargo, en los ¨²ltimos meses se ha detectado una disminuci¨®n en la progresi¨®n. del contagio.
Mientras la expansi¨®n de la enfermedad no se controle -y esto va a ser muy dif¨ªcil en tanto no se descubra la vacuna adecuada- crecer¨¢ la tentaci¨®n de recurrir a medidas dr¨¢sticas por parte de los responsables pol¨ªticos y sanitarios de los pa¨ªses industrializados m¨¢s afectados. Medidas como las propuestas ahora por Reagan, es decir, pruebas obligatorias a los reclusos, a las parejas que van a casarse o a los inmigrantes, ya han sido intentadas en algunas naciones europeas, aunque, por el momento, las autoridades comunitarias han logrado echarlas para atr¨¢s. Muy principalmente, las instituciones de la CE se han opuesto al cierre de las fronteras a los sospechosos de padecer el SIDA o de ser portadores del virus de esta, enfermedad.
En todo caso, el SIDA va convertirse en un tema electoral en manos, sobre todo, de los grupos pol¨ªticos m¨¢s reaccionarios, como ocurre en Francia con el l¨ªder de la extrema derecha Le Pen o en la Rep¨²blica Federal de Alemania con el socialcristiano Strauss. Le Pen ha llegado a propugnar la creaci¨®n de unos centros especializados donde ser¨ªan recluidos los efectados por el SIDA en una especie de remedo agravado de la cuarentena a que eran sometidos los apestados en la Edad Media. Si se tiene en cuenta que la enfermedad est¨¢ especialmente extendida en el ?frica negra y que los remedios contra ella en dicho continente apenas han sido aplicados, es f¨¢cil comprender adem¨¢s las connotaciones de racismo que los controles anti SIDA sugieren. Lo mismo que las connotaciones de puritanismo y de represi¨®n sexual de la poblaci¨®n.
La poblaci¨®n mundial ha alcanzado los 5.000 millones de personas, las. concentraciones humanas se han nucleado en torno a las grandes ciudades, la movilidad de la poblaci¨®n es un hecho econ¨®mico y social que no se puede soslayar y, al mismo tiempo, los avances cient¨ªficos y tecnol¨®gicos en general, y los de la biolog¨ªa y la medicina en particular, han llegado a un nivel desconocido hasta ahora.
Recurrir a m¨¦todos medievales en circunstancias tan distintas revela, adem¨¢s de impotencia, un grave desconocimiento, no s¨®lo de las posibilidades de la ciencia moderna, sino de la forma de vida de las sociedades actuales. Quienes est¨¢n a favor de medidas restrictivas, como es la imposici¨®n de pruebas de detecci¨®n obligatorias a la poblaci¨®n o a determinados grupos, deben reflexionar sobre sus consecuencias en un mundo de comunicaciones, de intercambios de todo tipo y de migraciones generalizadas. Dejando al lado los aspectos morales que plantean o su alto coste econ¨®mico.
Frente al SIDA, las sociedades democr¨¢ticas dignas de ese nombre no tienen otra salida que la de la responsabilidad y la informaci¨®n: que los ciudadanos conozcan los riesgos de la enfermedad y los medios que existen para librarse de ella. Por eso es tanto m¨¢s rid¨ªcula la decisi¨®n de la Comisi¨®n de Consulta y Vigilancia de Televisi¨®n Espa?ola de prohibir un anuncio de condones porque era de mal gusto y atentaba al decoro social. Nadie ha investido, que sepamos, a esos autoritarios miembros de la citada comisi¨®n con la responsabilidad de determinar lo que es bueno o malo para el gusto de los espa?oles. En cu¨¢nto al decoro social, la cosa es de carcajada. Lo que la comisi¨®n ha hecho es simple y llanamente ejercer la censura porque le petaba: una actitud ilegal, anticonstitucional y, adem¨¢s, rid¨ªcula. Pero tambi¨¦n oscurantista. ?Y luego dicen que la televisi¨®n es un servicio p¨²blico!
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