Pol¨ªgrafos
Un amigo me pregunta sobre la reputaci¨®n de los pol¨ªgrafos. A su juicio, esas figuras desmerecen, a pesar de sus ingentes obras, en la evoluci¨®n de cierta opini¨®n p¨²blica. La dispersi¨®n de sus trabajos los hacen m¨¢s asequibles al olvido o a la indiferencia, cosa que no ocurre con los novelistas, los dramaturgos o los poetas de vocaci¨®n definida y rotunda.En la acepci¨®n de nuestro diccionario son pol¨ªgrafos aquellos que escriben sobre diversas materias. En lengua francesa, se a?ade a esta definici¨®n, la coletilla de "aunque no sean de sin especialidad". Quiere decir que pol¨ªgrafo es quien irrumpe con la pluma en un campo acotado que no es el de su estricta competencia.
Ello ha dado lugar, m¨¢s de una vez, a duras pol¨¦micas. Se llamaba a Diderot pol¨ªgrafo por necesiidad, dada la omn¨ªvora curiosidad intelectual que le llev¨® a y publicar la memorable Enciclopedia. Tambi¨¦n en la literatura francesa se consideraba pol¨ªgrafo a Balzac por que era tal su fecundidad creadora que sent¨ªa en su interior un impulso a publicar cuantos temas sin cesar su pluma torrencial.
La Inglaterra del seteciento tuvo con Samuel Johnson el caso quiz¨¢ m¨¢s eminente de escritor universal, cuyas opiniones se escuchaban con respe tuosa reverencia. Represent¨® a ?a Inglaterra de su tiempo como un campe¨®n de las instituciones del pa¨ªs, que lleg¨® a la cumbre desde la pobreza, luchando con entereza moral por alcanzar la excelencia.
La Alemania de los principados y ducados dieciochescos, con Herder y Goethe, tuvo a esos dos gigantes del saber protelco que se asomaron, a m¨²ltiples perspectivas desde su castillo interior para otear variados paisajes. Herder fue la gran luminar¨ªa de la galaxia de Weimar, el genio de la literatura germana. Su amigo Goethe, al que adoraba, fue el pol¨ªgrafo por antonomasia que identific¨® el saber con la vida y el raciocinio con el coraz¨®n.
Nuestro siglo XVIII los conoci¨® extraordinarios, como el padre Feijoo, debelador impla cable de los errores comunes y escritor omnisciente, verdade ro adeiantado en el progreso de la ciencia. Jovellanos fue acaso el m¨¢s representativo de todos ellos en nuestra llustraci¨®n. Investig¨® la ra¨ªz de muchos problemas de nuestra estructura social y jur¨ªdica. Viaj¨® sin pausa por la piel de Espa?a para conocer los entresijos de nuestra comunidad en forma directa. Su hallazgo decisivo fue la necesidad de propagar la ciencia el progreso del pa¨ªs. Las sociedades econ¨®micas fueron el ingrediente novedoso del carlotercismo activo y modernizador.
Don Marcelino Men¨¦ndez Pelayo fue el gran pol¨ªgrafo del tard¨ªo ochocientos. No hubo rinc¨®n del pasado cultural que no explorase con ¨¢nimo a la ve did¨¢ctico y apasionado. Era el, hombre-s¨ªmbolo de extensos sectores conservadores. Y tambi¨¦n se sinti¨® reciamente combatido por los grupos liberales. Pero, sedimentado el polvo de las viejas pol¨¦micas, su figura y su obra son cada vez m¨¢s consideradas, como elementos decisivos de nuestro acervo cultural, dentro y fuera de Espa?a. En el pr¨®logo del altamente instructivo Epistolario, de Clar¨ªn y Men¨¦ndez Pelayo, recoge don Gregorio Mara?¨®n un pu?ado de an¨¦cdotas de la estrecha amistad, y el respete que se profesaban esos dos c¨ªmeros intelectuales de Clar¨ªn en a la Izquierda. Don Ma,rcelino, el. de la derecha. Pero uno y otro se le¨ªan mutuamente con inmerso inter¨¦s; y esperaban la opini¨®n de sus cr¨ªtica respectiva obras. Men¨¦ndez Pelayo se pa senador por . univesidad de Oviedo en 1893. Le votaron los profesores liberales y krausistas y le sirvi¨® de agente eJectoral, el propio clon, Leonoldo Alas. Don NM 1 ?L- arcetino -escri-e-kla¨ª-a?,.¨®n- era hombre universal, no afeetc a escuela ni tendencia al guna fuera- de su integralicatolicismo. Su imism-a universalildad. le hac`a, p r C amen? e espa?ol.
?Sc.q los po-iigrafos menos estiniacios que los inielectuales monocerc ieS, la opini¨®n de 1 lectores? tino extraordina- los 1 rio, Salvador de, Madaniaga., lo fue en clave multiling¨¹e, ade m¨¢s. Asom] t)ra leer hoy, detenl-, dan ente, el -vast¨ªsimo cat¨¢logo de sus libros, ensayos, articulos y conferenclas, Era Madariaga un escritor inac-~bable. Sus tra bajos period¨ªsticos son mod¨¦li cos en su contenido y fluidez Notable versificador, pol¨¦mico historiador, novelista, autor de conocidos ensa.los de pol¨ªtica interior y exterria, aport¨® pers pectivas in¨¦ditas a la orientaci¨®n internacional de Espa?a fue el adelantado del europe¨ªs mo espa?ol del siglo XX. Era sin embargo, poco reconocido en nuestros c¨ªrculos pol¨ªticos de las diversas ?deolog¨ªas. Ten¨ªa reputaci¨®n de extranj eriz ante, debido a su formaci¨®n universi taria for¨¢nea y a su arrolladora facilidad ling¨¹¨ªstica, as¨ª como al prestigio de que gozaba en lo foros internacionales, en los que destacaba, se?era, su personafi dad. No obstante, pocos hombres he conocido de m¨¢s tesonero patriotismo espa?ol, que le llev¨® incluso a chocar abiertamente con quienes le reprocharon haber biografiado a deternlinados personajes de la historia americana con tirillas severamente sombr¨ªas.
Don Gregor 1 o Mara?¨®n- y Julio Caro Barc`:3 son dos ejernplos admirables de pol¨ªgrafos actuales. Maran¨®n era fundamentalmente un gran rn¨¦dico y nunca dej¨® de serle en su actividad vital. Perg sus ;pic,,:iisloiies hist¨®nicas y literai . as, sus magistrales ensayos, sus pr¨®logos luminosos y precisos, sus conferencias acabadas v desbordantes a la vez de riqueza espiritua! erar. un caudal que vert¨ªa !as aguas del manantial de su sab¨ªdur¨ªa, en chorro ininterrumpido.
Julio Caro es otro de los uni versafistas contempor¨¢neos. Su personalidad hice con multiples destellos a la manera de los horabres del Renacimiento a los que se denominaba "estrellas dobles". Caro Baroja mantiene una insobornable independencia que le hace sentirse ajeno a toda coerci¨®n de la moda o de la corriente. Es etn¨®logo y antrop¨®logo. Prehistoriador y medievalista. Bruj¨®logo y ling¨¹ista Euskera-parlante y conocedor profundo del castellano. Curioso impenitente de h¨¢bitos y diversiones populares, de artesan¨ªas y de indumentarias. Y escoge a ratos el pincel Y se saca de su imaginaci¨®n pict¨®rica la m¨¢s variada y asombrosa colecci¨®n de fantas¨ªas.
Es cierto que hoy d¨ªa la funci¨®n de la cr¨ªtica, extendida y universal, gusta de aprehender en las redes estrictas del an¨¢lisis las obras del ingenio humano a las que el pol¨ªgrafo rinde culto polim¨®rfico y, a veces, sorprendente. Pero ?por qu¨¦ ce?ir de puertas al campo infinito abierto a la creatividad del hombre y de la mujer? Los pol¨ªgrafos, universalizadores del quehacer de la escritura, representan un fen¨®meno de la cultura humana tan respetable como el de los especialistas, necesarios, por otra parte, en la era de las trascendentales mutaciones en la que vivimos.
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