Los 'siete grandes' analizan en Venecia el futuro del mundo
Los dirigentes de las siete principales democracias, lo que Ronald Reagan llama el "mundo libre", se reunir¨¢n a partir de ma?ana en la biblioteca de un monasterio benedictino del siglo XVII, con miradores sobre la laguna de Venecia, a la b¨²squeda de soluciones para impedir una crisis econ¨®mica global, y, lo que es m¨¢s importante, de un liderazgo perdido que hasta ahora ejerc¨ªa, sin ninguna duda, el presidente de Estados Unidos. La cumbre se abrir¨¢ esta anoche con una fastuosa cena en el impresionante palacio Corner.La Venecia que se hunde en la laguna, bajo el persistente efecto de los residuos qu¨ªmicos, un decorado de sue?o para Hollywood, es un marco adecuado para el ocaso de la presidencia de Ronald Reagan.
El presidente norteamericano, del que m¨¢s del 70% de sus ciudadanos cree que miente sobre el Irangate, y que ha perdido el control pol¨ªtico en Washington a manos de un Congreso dominado por los dem¨®cratas, llega a Europa como un l¨ªder herido y en declive.
L¨ªderes renqueantes
Lourdes hubiera sido m¨¢s apropiado que Venecia, "el clich¨¦ m¨¢s bello del mundo", seg¨²n el escritor americano Gore Vidal, para acoger la 13? cumbre econ¨®mica de los siete jefes de Estado y de Gobierno de Estados Unidos, Jap¨®n, la RFA, Francia, el Reino Unido, Italia y Canad¨¢. Con la excepci¨®n de Margaret Thatcher, la verdadera heredera de un reaganismo que se agota al otro lado del Atl¨¢ntico, los otros seis son unos l¨ªderes renqueantes y cuya permanencia pol¨ªtica no est¨¢ asegurada.
Esta debilidad y la falta de defensas ante los problemas mundiales coincide con la amenaza del s¨ªndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA), que los siete grandes discutir¨¢n estos d¨ªas en Venecia, como un peligro no s¨®lo sanitario, sino tambi¨¦n pol¨ªtico, social y econ¨®mico para Occidente y la estabilidad de los pa¨ªses menos desarrollados.
Italia, inmersa en un per¨ªodo electoral, ha acogido a la cumbre sin Gobierno. El primer ministro japon¨¦s Yastihiro Nakasone, a quien Reagan llama Yasu, no es capaz de sacar adelante una reforma econ¨®mica interna y se retirar¨¢ en octubre. En Francia, la presidencia estar¨¢ en juego dentro de un a?o y el presidente Fran?ois Mitterrand y su primer ministro, Jacques Chirac, comparten la conducci¨®n del pa¨ªs en una dif¨ªcil cohabitaci¨®n ideol¨®gica. El canciller alem¨¢n, Helmut Kohl, s¨®lo a trancas y barrancas ha sacado adelante una posici¨®n com¨²n sobre los euromisiles. Y en Canad¨¢, Brian Mulroney, otro reaganista, se ha convertido en el dirigente m¨¢s impopular de los ¨²ltimos tiempos. Pero este desgaste de los dirigentes no ser¨ªa excesivamente grave si no se uniera a la decadencia de la presidencia de Reagan, aunque no todo es achacable a la debilidad del viejo actor de Hollywood.
Estados Unidos llega a Venecia como el principal deudor del mundo, 200.000 millones de d¨®lares (casi igual que la deuda externa de Brasil y M¨¦xico juntos), incapaz de reducir su d¨¦ficit presupuestario, y con su papel de n¨²mero uno de la econom¨ªa mundial, indiscutido hasta ahora, cada vez m¨¢s cuestionable o al menos compartido con un poder emergente como Jap¨®n.
Hace s¨®lo un a?o, en la cumbre de Tokio, el presidente norteamericano era el l¨ªder indiscutible, marcando el camino a los aliados e imponiendo, sin problemas, sus recetas econ¨®micas y pol¨ªticas.
En La URSS, Mijail Gorbachov le ofreci¨® en bandeja, en esos mismos d¨ªas, un ejemplo de que el sistema sovi¨¦tico segu¨ªa anquilosado sin superar la era Breznev. Los nuevos l¨ªderes del Kremlin tardaban 48 horas en anunciar al mundo la explosi¨®n en la central nuclear de Chernobil. Pero desde entonces, Gorbachov ha puesto en marcha una sugestiva pol¨ªtica de apertura y reforma, y ha adoptado nuevas iniciativas en materia de reducci¨®n de armamentos, que ha colocado a Occidente y a su l¨ªder, EE UU, a la defensiva.
Encuestas publicadas en la RFA y en el Reino Unido reflejan que la opini¨®n p¨²blica europea tiene una opini¨®n m¨¢s favorable de Gorbachov que de Reagan y estima que el dirigente del Kremlin est¨¢ haciendo m¨¢s por la paz que el ocupante de la Casa Blanca.
Pensar sobre Gorbachov
Funcionarios norteamericanos dijeron aqu¨ª que los l¨ªderes de los siete grandes dedicar¨¢n una parte importante de su tiempo a reflexionar sobre lo que significa Gorbachov, evaluar lo que est¨¢ haciendo, prever qu¨¦ va a ocurrir en la Uni¨®n Sovi¨¦tica y c¨®mo afectar¨¢ a las negociaciones Este-Oeste.
Washington ya ha decidido que hay que negociar con el nuevo r¨¦gimen de Mosc¨² y se ha agarrado como a un clavo ardiendo a la oferta sovi¨¦tica de la opci¨®n supercero (la pr¨¢ctica el¨ªmmaci¨®n de los misiles nucleares en Europa de alcance de 500 a 5.000 kil¨®metros). La firma de un tratado entre las dos superpotencias, esite oto?o, en el curso de una cumbre en Washington, es ya pr¨¢cticamente un hecho que los estrategas de la Casa Blanca ven como la salvaci¨®n hist¨®rica de la presidencia Reagan tras la cat¨¢strofe de pol¨ªtica exterior del Irangate.
Los pa¨ªses europeos, la RFA el ¨²ltimo, a rega?adientes otros y todos presionados por sus opiniones p¨²blicas y por la certidumbre de que Washington estaba dispuesto a ir adelante, han pasado por el aro de lo que es un evidente principio de desnuclearizaci¨®n del viejo continente, confrontado a un desequilibrio en armamento convencional y a un inevitable aumento del gasto militar.
Pero Reagan quer¨ªa una respuesta r¨¢pida y la va a obtener estos d¨ªas en Venecia y, m¨¢s formalmente, el jueves pr¨®ximo, en la reuni¨®n de ministros de Asuntos Exteriores de la OTAN en Reikiavik.
Esta convergencia aliada es lo que puede sacar de las cuerdas en las que se encuentra, a nivel de apreciaci¨®n internacional, al presidente norteamericano y salvar de la nada a este seminario de lujo de Venecia.
Armado con esta demostraci¨®n de "f¨ªrmeza y unidad" de la Alianza -la misma que, en un nuevo reflejo del desorden interno de la Administraci¨®n americana, el jefe, del Pent¨¢gono, Caspar Weinberger, ha denunciado que est¨¢ "amenazada desde dentro"-, Reagan volver¨¢ a tratar de retomar la bandera de "l¨ªder del mundo libre".
"Los aliados necesitan y quieren sentir el liderazgo de EE UU", asegur¨¢ Shultz antes del comienzo de la cumbre. Pero los problemas internos persiguen a Reagan hasta este museo viviente, cabeza de un antiguo imperio mar¨ªtimo, basado tambi¨¦n en la libre empresa tan querida al presidente.
En Washington, los Abranis y Hakim siguen implicando al presidente en el Irangate y, aqu¨ª, los aliados van a querer saber por qu¨¦ ha dimitido Paul Volcker, el presidente de la Reserva Federal, garant¨ªa de racionalidad y estabilidad en la econom¨ªa norteamericana, cu¨¢les son las consecuencias sobre el d¨®lar, la inflaci¨®n o los gigantescos d¨¦ficit americanos.
Los portavoces de la Casa Blanca insisten en que el Irangate no le quita el sue?o al presidente (de hecho, su popularidad, aunque los americanos no le creen, ha subido por encima del 50%). Instalado en Villa Condulmer, la casa de un mercader veneciano del siglo XIII, en una cama de dos por dos metros, construida a prop¨®sito para los Reagan cuando visitaron Portugal en 1985, y que se apolillaba en un almac¨¦n de Lisboa, se limita a leer res¨²menes diarios de un folio sobre las audiencias del Congreso en las que se est¨¢ juzgando pol¨ªticamente a su presidencia. Tambi¨¦n ve a diario los v¨ªdeos de los telediarios de las tres grandes cadenas americanas.
Optimismo hist¨®rico
El fiasco de pol¨ªtica exterior de la venta de armas a Ir¨¢n y el desv¨ªo de fondos a la contra nicaraguense "no arroja una sombra sobre la presencia de Reagan en Europa", afirma Marlin Fitzwater, portavoz presidencial.
Este mismo optimismo hist¨®rico le ha llevado a asegurar en Venecia al consejero de Seguridad Nacional, Frank Carlucci, que le "sorprender¨ªa que este tema ftiera suscitado en la reuni¨®n. No es un gran asunto fuera de nuestras fronteras, particularmente en Europa".
Horas antes del comienzo de la cumbre, que se prolongar¨¢ hasta el mi¨¦rcoles por la tarde, existe la impresi¨®n de que ni Estados Unidos ni ninguno del resto de los pa¨ªses reunidos aqu¨ª pueden ejercer el liderazgo necesario para afrontar los problemas del ¨²ltimo cuarto de siglo. Hay una incredulidad sobre su capacidad de poner en pr¨¢ctica las declaraciones que firmar¨¢n solemnemente aqu¨ª.
La realidad es que las econom¨ªas occidentales han revisado a la baja su crecimiento para este a?o de un 2,5% a un 2% (Alan Greenspan, el reci¨¦n designado presidente de la Reserva Federal, ya predice una recesi¨®n en Estados Unidos en 1989).
La contracci¨®n del comercio mundial es un hecho, lo mismo que la amenaza del proteccionismo. Es patente la incapacidad pol¨ªtica para encontrar soluciones a la deuda del Tercer Mundo (los bancos norteamericanos ya han mostrado su desconfianza por las v¨ªas pol¨ªticas y comienzan a contabilizarlas como incobrables).
Un a?o m¨¢s, como en Tokio, en 1986, o Bonn, en 1985, la expectativa es que la buena conciencia de Occidente ser¨¢ salvada por un largo y tedioso comunicado final, lleno de declaraciones de principios y buenas intenciones.
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