Entre la memoria y la ficci¨®n
En 1950, dos a?os despu¨¦s de su llegada a Lima, donde dirig¨ªa la Escuela de Periodismo, en el pa¨ªs que le hab¨ªa recogido y donde fallecer¨ªa un cuarto de siglo despu¨¦s, Corpus Barga, que llevaba 20 a?os sin publicar ning¨²n libro, escrib¨ªa: "No he llegado a ser literato. Soy -a los 63 a?os- un principiante en busca de editor. ?Podr¨¦ editar lo que quiero? Soy un in¨¦dito ?despu¨¦s de lo que he escrito y publicado!". ?sta fue la maldici¨®n del gran periodista que fue Corpus Barga, que llegaba a Per¨² para cumplir la ¨²ltima etapa de un extra?o exilio que duraba, con interrupciones, desde 1914, que primero fue voluntario y al que la guerra civil espa?ola convertir¨ªa en forzoso y definitivo.Y sin embargo, en 19 10, cuando el joven Andr¨¦s Garc¨ªa de la Barga y G¨®mez de la Serna -tambi¨¦n era t¨ªo de Ram¨®n G¨®mez de la Serna, aunque s¨®lo le llevara un a?o- hab¨ªa publicado ya tres libros: uno de poemas (Cantares), que posteriormente reneg¨®, destruyendo todos los ejemplares que pudo; otro de prosas varias (Clara Babel), y una novela, La vida rota, que entr¨® a formar parte de su obra final, Los galgos verdugos, cuarto volumen de sus memorias. Era un joven de buena familia, rebelde y anarquizante, republicano hasta la m¨¦dula y siempre rabiosamente independiente, bien introducido en la sociedad literaria de su tiempo en el c¨ªrculo de P¨ªo y Ricardo Baroja, estimado por Silverio Lanza y Unamuno, amigo despu¨¦s de Valle-Incl¨¢n, que empezaba a colaborar en la mejor prensa de la ¨¦poca y que iba a abandonar los estudios de ingeniero de minas.
Pero en 1914, cuando hab¨ªa dirigido algunos pocos n¨²meros de una revista sat¨ªrica, Menipo, que le hicieron tropezar con la censura, se traslad¨® a Par¨ªs. Ya hab¨ªa viajado por el extranjero y su exilio estar¨ªa interrumpido por frecuentes viajes a su patria. En la Rep¨²blica publicar¨ªa otros dos relatos, un cuento y una novela corta en un solo volumen: Apocalipsis o el amigo del hombre y Pasi¨®n y muerte o Mary y los altos hornos, escritos con anterioridad y publicado el primero mucho antes en la Revista de Occidente.
Un inadaptado
Pero su exilio no era estrictamente pol¨ªtico, como testimoniar¨ªa despu¨¦s: "Soy como tantos otros espa?oles, intelectuales y obreros, desperdigados por Europa y Am¨¦rica, un inadaptado a la vida espa?ola no porque lleve viviendo muchos a?os fuera, sino porque estoy fuera desde mi juventud por haber disentido radicalmente de la vida en Espa?a [ ...] De su imaginaci¨®n o literatura como de su realidad pol¨ªtica; de la vida familiar como la social y, sobre todo, de la vida m¨¢s ¨ªntima, m¨¢s falsamente ¨ªntima y espiritual". La guerra civil y la derrota republicana convirti¨® en total este exilio radical, aunque pudo realizar, ya en su vejez, un par de viajes tur¨ªsticos a su patria.
Corpus Barga tard¨® en tomar el camino de Am¨¦rica. Vivi¨® en Francia, como delegado de un peri¨®dico argentino durante la II Guerra Mundial, mientras dur¨® el Gobierno de Vichy. Al final, retirado en un pueblecito, escribir¨ªa su mejor novela, Hechizo de la triste marquesa, con cuyo manuscrito reci¨¦n terminado lleg¨® en 1948 a Per¨². All¨ª se publicar¨ªa este extra?o texto, mezcla de esperpento, de juego, de humor y amargura, 20 a?os despu¨¦s, bajo el t¨ªtulo de La baraja de los desatinos. Para entonces ya hab¨ªa empezado a publicar sus memorias en Espa?a, los tres primeros vol¨²menes de Los pasos contados, aparecidos en Barcelona entre 1963 y 1968.
Pero para entonces Corpus Barga era un desconocido en su propio pa¨ªs, al menos entre el gran p¨²blico. Colaboraba en ¨ªnsula y Papeles de Son Armadans y en la segunda etapa de la Revista de Occidente. Y el cuarto volumen de sus memorias, Los galgos verdugos (1973), le proporcion¨® el Premio de la Cr¨ªtica. Dos a?os antes de su muerte, el nombre de Corpus Barga ya se hab¨ªa abierto paso otra vez en su propio pa¨ªs, suscitando la admiraci¨®n y el fervor de una amplia minor¨ªa de lectores y especialistas.
Gracias al esfuerzo y trabajo de uno de estos estudiosos y admiradores, Gregorio Coloma Esco¨ªn, se ha podido publicar en Alianza una edici¨®n lo m¨¢s completa posible de esas prodigiosas memorias, con el a?adido de bastantes in¨¦ditos, Los pasos contados, Mi familia y El mundo de mi infancia, Puerilidades burguesas, Las delicias y Los galgos verdugos. Merced a otro de ellos, Arturo, Ramoneda Salas, J¨²car pudo publicar una selecci¨®n de Cr¨®nicas literarias y ahora ha lanzado el primer volumen de la obra narrativa, que recoge Apocalipsis, Pasi¨®n y muerte, Hechizo de la triste marquesa y ocho cuentos.
De hecho, Corpus Barga no fue un novelista, sino un periodista. "Seme ten¨ªa por eso que se llama un gran periodista", dijo en el prefacio a -sus memorias. "La verdad es que, sin embargo de haberme pasado la vida escribiendo para los peri¨®dicos, apenas si he ejercido la formidable profesi¨®n del periodismo... Soy un articulista profesional que lleva 50 a?os de labor". Pero s¨ª fue un formidable narrador, vanguardista y expresionista cuando inventaba ficciones, y un memorialista inigualable que identificaba muchas veces la memoria y la novela, y que calific¨® Los pasos contados como "una tela incons¨²til". Para ¨¦l, el recuerdo no era de fiar y decidi¨® confiar "en el modo como se produc¨ªa en m¨ª el recuerdo... Mis memorias se iban convirtiendo insensiblemente en novelas, no se trataba ya de presentar el recuerdo, sino de que se presentara ¨¦l misrno".
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