La elecci¨®n triangular
DIEZ A?OS despu¨¦s del comienzo de la transici¨®n, los ciudadanos que acudan ma?ana a las urnas han perdido, como es natural, el sentimiento de participar en un acontecimiento de trascendencia hist¨®rica. La gente prefiere que su alcalde o el presidente de su comunidad sean tal o cual candidato, pero ya s¨®lo los propios aspirantes a ocupar el cargo otorgan a ese hecho una dimensi¨®n trascendente. Quiz¨¢ se deba a eso el desajuste percibido durante la campa?a electoral que ahora finaliza entre los mensajes transmitidos por buena parte de los l¨ªderes y las preocupaciones reales de los electores.Con escasas excepciones, la campa?a se ha caracterizado por combinar un desbocado ideologismo con una pat¨¦tica ausencia de ideas. La escasez de propuestas concretas en relaci¨®n a la gesti¨®n municipal ha tendido a ser sustituida por m¨²sicas celestiales sobre el futuro de la naci¨®n y el excelente porvenir de las propias siglas, absteni¨¦ndose unos y otros de "descender" -como lleg¨® a proclamar alg¨²n pol¨ªtico poco sagaz- a minucias como el abastecimiento de agua o la falta de aparcamientos.
En ausencia de proyectos, se ha recurrido a las descalificaciones personales, con espect¨¢culos tan lamentables como el propiciado por la incontinencia verbal de Tamames o los pron¨®sticos por parte del PSOE respecto a un supuesto pacto secreto del CDS y AP. Por otro lado, buena parte de la oposici¨®n, especialmente AP y Converg¨¦ncia i Uni¨®, no han sido capaz de resistir la tentaci¨®n de convertir las elecciones locales en unas elecciones primarias de las legislativas.
El PSOE -partido al que pertenecen dos tercios de los 8.000 alcaldes espa?oles-, escaldado por anteriores experiencias en materia de promesas incumplidas, se ha pasado de cauto, poniendo el acento en las realizaciones pasadas y renunciando a ofrecer algo distinto a la mera continuidad. Llama as¨ª la atenci¨®n la ausencia de proyectos para hacer frente a los problemas m¨¢s acuciantes de las grandes ciudades -desde la inseguridad ciudadana hasta los servicios p¨²blicos en general-, as¨ª como el hecho de que acontecimientos como los Juegos Ol¨ªmpicos de Barcelona o la Exposici¨®n Universal de Sevilla no hayan merecido en las ciudades respectivas debates serios sobre los criterios que deben guiar la organizaci¨®n de esas efem¨¦rides.
Es evidente que los socialistas tratan de rentabilizar su gesti¨®n municipal, y es preciso reconocer que, por regla general, ¨¦sta ha sido valiosa -bastante m¨¢s valiosa que su gesti¨®n de gobierno-, tanto cuando ha dirigido los ayuntamientos en solitario como cuando lo ha hecho en alianza con el partido comunista.
Claro que era tan poco lo que durante decenios se hab¨ªa hecho desde los ayuntamientos en materia de equipamientos sociales, iniciativas culturales, protecci¨®n del entorno, planificaci¨®n urban¨ªstica, que bastaba aplicar un poco de sentido com¨²n para obtener resultados apreciables. Efectivamente, la renovaci¨®n democr¨¢tica trajo a los ayuntamientos un aire nuevo y fruct¨ªfero, del que han participado tambi¨¦n algunas corporaciones gobernadas por la derecha. Los socialistas, por su parte, simbolizaron a tiempo -y con acierto- esos aires de renovaci¨®n en la pol¨ªtica local.
Si, pese a ello, parece probable una p¨¦rdida de sus posiciones, tal como vaticinan los sondeos, se debe a la proyecci¨®n sobre"las elecciones de los errores cometidos por el partido de Felipe Gonz¨¢lez en la conducci¨®n de la pol¨ªtica nacional. Los excesos de ingenua prepotencia han irritado a amplios sectores de las clases medias urbanas, que se sienten defraudados por el abandono de la promesa del cambio y abrumados por las tendencias institucionales del PSOE, convertido cada vez m¨¢s en un aparato de poder y cada vez menos en un sistema de representaci¨®n de los intereses de sus electores, sensible a sus inquietudes y problemas.
El PSOE ha gobernado tambi¨¦n en 11 de las 13 comunidades aut¨®nomas en que se celebran elecciones. Aqu¨ª, el balance es bastante m¨¢s negativo que en los municipios, aunque los socialistas cuentan con el argumento de que all¨ª donde ha gobernado la derecha la cosa ha ido a¨²n peor, especialmente en Galicia.
La ausencia de un dise?o auton¨®mico definido ha influido en ese negativo balance. Los socialistas, que han logrado culminar la institucionalizaci¨®n de la Espa?a auton¨®mica, no han aprovechado el proceso para modernizar la maquinaria administrativa. Antes al contrario, en la mayor¨ªa de los casos, las comunidades aut¨®nomas han multiplicado los vicios de la burocracia estatal, contribuyendo decisivamente a disparar el d¨¦ficit p¨²blico. De hecho, el faraonismo parroquial de que ha dado muestra la mayor¨ªa de los Gobiernos regionales, empe?ados en una pol¨ªtica de prestigio y emulaci¨®n, ha resultado tan absurdo como exasperante para el contribuyente.
Una de las inc¨®gnitas de las elecciones del d¨ªa 10 consiste en comprobar hasta qu¨¦ punto los cuatro a?os transcurridos desde los primeros comicios auton¨®micos han servido para instalar o afianzar la conciencia de pertenencia a una comunidad en aquellas regiones en que tal conciencia no exist¨ªa de ninguna manera antes de este cuatrienio.
Finalmente, respecto a las elecciones europeas, es de lamentar que los partidos hayan perdido la ocasi¨®n de aprovechar la campa?a que ten¨ªan en las manos para aumentar la informaci¨®n y conciencia pol¨ªtica de los electores en relaci¨®n a los problemas de la construcci¨®n de la Comunidad.
En cuanto a las elecciones para el Parlamento Europeo, los mensajes han oscilado entre un doctrinarismo profesoral y abstracto y la denuncia provinciana. En lugar de combatir los prejuicios nacionales en aras de fundamentar mejor el proyecto de Europa, los candidatos se han dedicado a estimular esos reflejos espont¨¢neos de la colectividad mediante apelaciones demag¨®gicas a los intereses de un determinado gremio, una regi¨®n dada o un sector productivo espec¨ªfico.
Seguramente la coincidencia en la misma jornada de tres elecciones diferentes ha contribuido no poco a esta confusi¨®n, deliberadamente mantenida por los partidos.
A las elecciones de ma?ana se llega tras cinco meses de aguda conflictividad social y en una situaci¨®n definida por la hegemon¨ªa pol¨ªtica de un partido que lleg¨® al poder hace cinco a?os por retirada del contrario -una UCD minada desde dentro-, y que supo afianzar sus posiciones aprovechando la falta de credibilidad del centroderecha.
Se encuentra dentro de la l¨®gica pol¨ªtica que esa confl¨ªctividad social, m¨¢s el desgaste en el ejercicio del poder -agudizado por la sensaci¨®n de que lo dominan todo-, pasen la factura al PSOE. S¨ª es as¨ª, se producir¨ªa un cambio en el panorama pol¨ªtico que forzar¨ªa probablemente a los socialistas a procurar revitalizar su proyecto regeneracionista, con claros s¨ªntomas de agotamiento en la actualidad. Por el contrario, creer, como el ministro Solchaga, que los eventuales deterioros en el n¨²mero de votos se conjuran con la elecci¨®n de chivos expiatorios en la Prensa o en cualquier otro sector no controlado por el PSOE puede servir para perpetuar en sus puestos a unas decenas de miles de personas, pero no para hacer de esa presencia un motor de modernizaci¨®n social.
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