La posmodernidad no abandona el misterio
VICENTE VERD? ENVIADO ESPECIAL En el momento anunciado para comenzar la mesa Del movimiento moderno al posmodernismo (10.30 de ayer), el p¨²blico ya se sentaba en los pasillos. Los ponentes no aparec¨ªan, y cuando aparecieron los comandaba una organizadora que anunci¨® las ca¨ªdas del cartel de los arquitectos Moneo, Sol¨¢ Morales y Boh¨ªgas. La organizadora, con unas gafas de sol sobre el peinado, dijo que razones familiares de ¨²ltima hora hab¨ªan determinado estas ausencias, que, sin embargo, ser¨ªan suplidas "por el sacrificio" (sic) de Jos¨¦ Ignacio Linazasoro y Carlos Sambricio, presentes en el congreso como invitados. M¨¢s tarde se vio que, en cuanto a abnegaci¨®n, el auditorio compiti¨® directamente con Linazasoro en una liza donde no se sabe si fue m¨¢s extraordinaria la resistencia del primero o el discurso inextricable del segundo.
De los cinco oradores que formaron definitivamente la mesa, cuatro eran arquitectos. Quien hac¨ªa excepci¨®n era el te¨®rico de arte Sim¨®n March¨¢n, autor de una decena de libros, entre los cuales se encuentra incluso un Diccionario del a rte moderno, pero poco conocido, al parecer, para la organizadora. Desde hace 20 a?os, March¨¢n ha intervenido en pr¨¢cticamente todos los debates sobre los cambios est¨¦tico-ideol¨®gicos habidos y por haber. Nose pod¨ªa esperar, por tanto, que cuando la organizadora fuera a relatar su biografia lo presentara como el reconocido autor de El arte ensimismado, que escribi¨® Rubert de Vent¨®s en 1963. Inmediatamente se vio que la organizadora, en su buen af¨¢n, era capaz de todo. Y as¨ª, por ejemplo, cuando dijo en el mismo acto de presentaci¨®n que Linazasoro era un ep¨ªgono de la nueva arquitectura italiana, aqu¨¦l hizo ese inconfundible gesto que en las pel¨ªculas se ve hacer a quien acaba de recibir una pu?alada. Asi comenz¨® la mesa.Y no se arregl¨®. Era posible pensar que la sala se encontraba atestada a causa de que hab¨ªan acudido alumnos de arquitectura atra¨ªdos -adem¨¢s de por los c¨¦lebres espa?oles- por la fama de Giorgio Grassi, una especie de Paolo Rossi de la arquitectura italiana, y de Stanley Tigerman. Efectivamente, Tigerman es, en su disciplina, uno de los alumnos preferidos de la universidad de Yale y posee una empresa que construye edificios ya sea en Toronto o en Bangladesh, sin perder atenci¨®n por ello a las necesidades de algunos disminuidos fisicos y compatriotas, como muestra el Honor Award que recibi¨® en 1982 con el patrocinio de la Biblioteca de Ciegos y Minusv¨¢lidos de Estados Unidos.
El caso es que la sala estaba llena y con mucha gente deseando pillar de una vez alg¨²n concepto ¨²til y manejable sobre la posmodernidad. Intento vano. La nutrida representaci¨®n de arquitectos les indujo a hablar de arquitectura y a perorar en sus intramuros interpretativos.
Lo que dijo Tigerman sobre modernismo y posmodernismo puede sintetizarse en la - idea de que el primero comportaba una actitud optimista, renovadora, y el segundo, una actitud nost¨¢lgica y conservadora. El primero era afirmativo y se aventuraba enla inauguraci¨®n, y el otro es dubitativo y busca su verificaci¨®n en el pasado. Los norteamericanos raramente decepcionan si se les pide simplicidad.
Giorgio Grassi habl¨® especialmente del posmodernismo como una forma de juego intelectual sin riesgos. Un estilo c¨ªnico y por ello tambi¨¦n descargado de pathos. Y recalc¨® la creciente integraci¨®n de la arquitectura en los medios de comunicaci¨®n, participando de su est¨¦tica de simulaci¨®n y convocando, como nunca antes, la atenci¨®n del gran p¨²blico. En ese sentido, y en contra de Tigerman -que ya hab¨ªa empezado a amodorrarse debido al jet-lag, sentenciaba que el posmodernismo era optimista y no melanc¨®lico.
?Importaba todo esto? ?Qu¨¦ le iba o le ven¨ªa al p¨²blico y al congreso intelectual? Sim¨®n March¨¢n, consciente de la avidez popular por sacar algo en claro sobre el "posmodernismo" trat¨® de atender a la demanda. Todo en vano. La bondad humana y riqueza informativa de March¨¢n es proporcional a su ruina para construir un par de frases inteligibles. Fue algo implacable. Terminaron las intervenciones y se abri¨® el coloquio. "?Alguna pregunta?", dijo la mesa. "S¨ª, por favor", ataj¨® un se?or de gafas oscuras. Podr¨ªan decirme por qu¨¦ se ha cambiado la Concepci¨®n desde el 8 de diciembre al mes de mayo?". (Sic.)
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.