Waldheim en el Vaticano

El papa Juan Pablo II es un virtuoso en el arte de enviar mensajes sutiles. Pero la sutileza del Pont¨ªfice le ha abandonado al recibir a Waldheim, con alabanzas por sus actos del pasado y sin muestras de desacuerdo sobre su m¨¢s oscuro pasado.La aquiescencia del Papa a la visita de Waldheim ha producido consternaci¨®n y dolor, que han desembocado en algunas voces airadas de protesta. Este Papa, que ha vivido la ocupaci¨®n de Polonia, no necesita que le instruyan sobre los horrores del nazismo. Pero al pronunciar tan s¨®lo alabanzas ante el pacificador Waldheim ha parecido olvidar a las v¨ªctimas de la II Guerra Mundial.

Para acabar con su aislamiento, Waldheim ha suplicado hasta obtener una invitaci¨®n de la Santa Sede. El Vaticano ha procurado minimizar los efectos de esta visita, aduciendo que no se trata m¨¢s que de un gesto de cortes¨ªa con el jefe de un Estado predominantemente cat¨®lico.

Sin embargo, ¨¦ste era el momento adecuado para recordar los horrores de los a?os del nazismo, como hizo durante su reciente visita a Alemania Occidental. El Papa dispon¨ªa de mil formas para poner tierra entre su Iglesia y tan inoportuno visitante: que el Papa no haya seguido ninguna de ellas no s¨®lo suscita cuestiones, sino que produce tristeza. La reputaci¨®n de Austria y la del Vaticano se ver¨¢n afectadas por este ex teniente que ha olvidado tanto y aprendido tan poco.

26 de junio