M¨¢quinas de emocionar
Le Corbusier, el arquitecto que nos prometi¨® m¨¢quinas de habitar, termin¨® construyendo m¨¢quinas de emocionar. El m¨¢s influyente -y acaso el m¨¢s grande- de los arquitectos de este siglo fue, ante todo, un desmesurado artista pl¨¢stico, un creador de formas polif¨®nico y proteico, un orquestador magistral del escalofr¨ªo en la retina."Lo importante es mirar", reiteraba el que defini¨® la arquitectura como el juego sabio, correcto y magn¨ªfico de los vol¨²menes bajo la luz. Su mirada abri¨® los ojos de sus contempor¨¢neos a la belleza de las maquinas, de los transatl¨¢nticos o las aeronaves; pero no fue por eso menos sensible a la elocuencia po¨¦tica de las formas naturales o a la emoci¨®n exacta de la geometr¨ªa.
El m¨¢s moderno de los arquitectos fue tambi¨¦n el ¨²ltimo gran arquitecto cl¨¢sico. Transform¨® el lenguaje de su arte con la precisi¨®n y la violencia de Picasso o de Joyce, sin dejar de reclamarse heredero del linaje de Ictinos y Miguel ?ngel. Se form¨® en el experimentalismo insomne de las vanguardias, pero aprendi¨® a¨²n m¨¢s de Santa Sof¨ªa y de la Acr¨®polis. Su grandeza y su miseria se confunden con las de la arquitectura moderna. Construy¨® villas blancas de gram¨¢tica precisa y delicada, bloques gigantescos y musculosos de vivienda colectiva, edificios religiosos, rigurosos y l¨ªricos; persigui¨® la protecci¨®n de un estadista que le permitiera realizar sus sue?os urbanos, megal¨®manos y premonitorios; crey¨® encontrar su Luis XIV, en P¨¦tain y acab¨® hall¨¢nd,blo en Neliru, para el que construy¨® en la India una ciudad monumental, hermosa, tr¨¢gica y desolada.
Polemista y visionario, sus palabras han envejecido m¨¢s que sus formas. El fil¨®sofo y demiurgo aparece hoy como un artista inseguro e intenso, un buscador hipersensible en las fuentes oscuras de lo irracional, una mirada permeable y esponjosa ante los mensajes cifrados de la forma.
Su obra purista temprana despierta m¨¢s admiraci¨®n por su sintaxis que por.su l¨®gica; en su expresionismo tard¨ªo se escuchan voces arcaicas y ecos superreales. Quiz¨¢ las nuevas perspectivas cr¨ªticas, que valoran m¨¢s al poeta que al reformador, no hagan sino recorrer el mismo camino que el arquitecto transit¨® en su prolongada peripecia vital.
Los setenta y ocho a?os que separan el nacimiento del arquitecto en La Chaux de Fonds de su muerte en el Mediterr¨¢neo representan, a fin de cuentas, un itinerario de conocimiento que llev¨® a Le Corbusier del fundamentalismo a la sensualidad, de las certezas a las emociones, de las ideas a las formas, de la nieve al mar.
Babelia
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