Del asfalto a la pradera
Miles de madrile?os invaden y maltratan cada domingo las 'playas' de la regi¨®n
El martirio de cada siete d¨ªas: el coche a tope, prisas de ¨²ltima hora, la caravana interminable ... Pero no desisten. Con la llegada del buen tiempo, el asfalto se traslada a la pradera. Madrid vomita miles de excursionistas, que acuden a sofocar la sed a los embalses, los r¨ªos y las lagunas. Las playas improvisadas sufren todo tipo de estropicios: coches que abrevan en la orilla, montones de basura, hogueras por doquier ... Las asociaciones ecologistas protestan por la falta de control; la Comunidad de Madrid se encuentra entre la espada y la pared: ?c¨®mo reprimir la gran evasi¨®n?
"Lo natural es dejarlo limpio", dicen las bolsas que reparte gratuitamente el Ayuntamiento en las salidas de Madrid. Tambi¨¦n lo dicen las bolsas dispersas que salpican los alrededores del pantano de San Juan, uno de los lugares predilectos de los domingueros."Somos los cl¨¢sicos domingueros porque no nos queda otro remedio. Si tuvi¨¦ramos pelas nos comprar¨ªamos un chal¨¦ en la sierra y no tendr¨ªamos que aguantar las caravanas y todo este mogoll¨®n de gente". ?ngel Gordo (27 a?os y un hijo) y Mariano Rayado (38 a?os y cinco hijos) sue?an con escapar un d¨ªa a la semana del barrio de Entrev¨ªas.
"Normalmente vamos a otros pantanos", afirma Mariano Rayado. "Aqu¨ª no pensamos volver, porque hay una guarrer¨ªa que espanta". Cristales rotos, latas oxidadas y dem¨¢s residuos trazan el camino hacia la orilla. Hay basuras que parecen ya formar parte del paisaje aut¨®ctono. Los coches arramblan con todo lo que se ponga delante. La gente lava los perros y los platos en las aguas del embalse.
Se?ales de humo. El mediod¨ªa es la hora del fuego. Las chuletas esperan, los excursionistas arrancan ramas de los ¨¢rboles, y las hogueras van tomando cuerpo bajo los pinos. Nadie sabe que encender fuego sin autorizaci¨®n en ¨¦poca estival puede suponer una multa de hasta 500.000 pesetas: "Ning¨²n guarda nos ha dicho nunca nada". Y es que los guardas brillan por su ausencia. Los pocos carteles visibles insisten en lo mismo: "Prohibido el paso. Club Na¨²tico". Mientras, el ¨®xido se ha comido los reclamos con la leyenda: "Peligro de incen dio". En caso de fuego, los miles de visitantes del pantano tendr¨ªan que evacuar la zona por un estrecho camino polvoriento. El control de la navegaci¨®n a motor y de las orillas del embalse corresponde a la Confederaci¨®n Hidrogr¨¢fica del Tajo.
Lavado de coches
La situaci¨®n no es mucho mejor en pantanos como El Vell¨®n (Guadalix) o Riosequillo (Buitrago de Lozoya). Los excursionistas acampan donde les pilla, los coches llegan hasta la orilla, y alg¨²n desaprensivo usa el agua del embalse para lavar el coche.El Canal de Isabel II explota 13 embalses en la regi¨®n. La masiva navegaci¨®n a vela, los expolios de nidos y el deterioro de las orillas est¨¢n acabando con la riqueza natural de algunos embal ses, seg¨²n denuncian las asociaciones ecologistas. En todos ellos est¨¢ prohibida la navegaci¨®n a motor, pero se permiten la pesca, la navegaci¨®n a vela y a remo y los ba?os (en los que no tienen toma directa de agua para el abastecimiento).
La laguna de Pe?alara, las dehesas de Cercedilla, la Pedriza, el hayedo de Montejo, el puerto de Canencia o la vega de Chinch¨®n son otros de los lugares machacados por los excursionistas. En octubre de 1986, la Coordinadora Madrile?a de Defensa de Naturaleza (Comaden) llen¨® cerca de un centenar de sacos con basura dispersa por la laguna de Pe?alara. Entre los residuos se encontr¨® una pieza de museo: una lata de conserva del a?o 1932.
La vigilancia del monte corre por cuenta de la Guardia Civil y cerca de un centenar de guardas forestales. La puesta en marcha de 30 cuadrillas forestales, dependientes de la Consejer¨ªa de Agricultura, se ha retrasado este verano por problemas presupuestarios. Algunos ayuntamientos, como el de Cercedilla, no han tenido m¨¢s remedio que crear una patrulla forestal municipal. En las dehesas ha sido preciso cerrar el paraje conocido como Estanque de las Truchas: el deterioro no pod¨ªa llegar m¨¢s lejos.
La playa fluvial del r¨ªo Alberche en Aldea del Fresno pretende ser la otra cara del dominguerismo incontrolado: caminos se?alizados, merenderos, barbacoas, madera cortada, papeleras... Pero los excursionistas han encontrado una grieta, un peque?o islote virgen. Los desaprensivos van alimentando cada fin de semana un gran mont¨®n de escombros que avanza hacia el r¨ªo. Nadie les vigila, nadie recoge la basura acumulada en los ¨²ltimos meses.
Avalancha inevitable
Los madrile?os lo tienen crudo a la hora de repartirse el espacio verde. Mientras que Espa?a tiene una media de 155 habitantes por kil¨®metro cuadrado de medio natural, en Madrid toca a 2.800 habitantes.La avalancha a los oasis de la regi¨®n se hace inevitable. Una de las soluciones para frenar el deterioro es limitar el acceso de excursionistas. El paraje natural de la Pedriza era un hormiguero en el que se api?aban hasta 10.000 visitantes cada domingo. Desde el a?o pasado, un guarda controla el acceso y permite un m¨¢ximo de 700 veh¨ªculos. La coordinadora ecologista reconoce que el parque ha recuperado un aspecto que ya cre¨ªa olvidado.
Otras medidas, como la creaci¨®n de sendas ecol¨®gicas y ¨¢reas de esparcimiento, se aplicar¨¢n desde este verano en el hayedo de Montejo, la laguna de Pe?alara, las dehesas de Cercedilla o la laguna de San Juan (Chinch¨®n).
La Comunidad de Madrid ha elaborado un estudio que contempla la protecci¨®n de 72 espacios naturales de la regi¨®n. Algunas zonas de alto valor ecol¨®gico, como los alrededores del pantano de San Juan, se encuentran en lista de espera.
La vigilancia se incrementa con cuentagotas. Mientras tanto, se invierte a largo plazo: cursillos medioambientales, campamentos, sendas ecol¨®gicas... El objetivo est¨¢ claro: el ni?o ha de ense?ar al padre que el r¨ªo y la pradera no est¨¢n s¨®lo para lavar el coche y comer tortilla.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.