Nuestra democracia sigue siendo 'mora'
Las recientes elecciones celebradas en Italia y en Espa?a dan pie al autor de este art¨ªculo para comparar el comportamiento de las jerarqu¨ªas eclesi¨¢sticas en ambos pa¨ªses. En Italia ha sido manifiesta la injerencia de la Iglesia cat¨®lica en el sentido del voto, mientras que en Espa?a los obispos se han mantenido completamente al margen de las elecciones, hasta tal punto que han asistido impasibles al fracaso de un partido que se dec¨ªa dem¨®crata cristiano.
Nuestro pueblo ha solido tildar de moro a todo aquel que no haya sido bautizado o cristianado. Algo de eso le pasa -por fortuna- a nuestra flamante democracia. Casualmente han coincidido en el tiempo unas elecciones espa?olas con otras italianas.En la pen¨ªnsula hermana la democracia, que desde hace tanto tiempo est¨¢ bautizada con todos los requisitos rituales, ha tocado a rebato por miedo a que le arrebaten la hegemon¨ªa. Y se han vuelto a repetir circunstancias que ya parec¨ªan periclitadas, sobre todo a partir de la desacralizaci¨®n profesada solemnemente por el Concilio Vaticano II.
Yo he vivido en Italia muchas campa?as electorales y he sido testigo de que hasta los curas pon¨ªan de penitencia a sus penitentes votar por la Democracia Cristiana. No exagero. Posteriormente remiti¨® el v¨ªnculo que tan estrechamente un¨ªa al partido de mayor¨ªa con el aparato eclesi¨¢stico, e incluso hubo no pocos obispos que proclamaron fuerte la libertad de conciencia individual en el campo electoral.
Pero ¨²ltimamente, ante la debilidad del pentapartido y la temida irrupci¨®n del robusto Partido Comunista Italiano (PCI), parece que ha sonado la alerta desde las altas cumbres de la Iglesia, empezando por el presidente de la Conferencia Episcopal, cardenal Poletti, y terminando por el mism¨ªsimo Papa, que hizo algunas referencias al respecto. Esto ha molestado en muchos ¨¢mbitos, incluso dentro de los espacios cat¨®licos m¨¢s cualificados.
El. triunfo, desde luego, ha sido para el vieja DC, que sigue gobernando con su venerable gerontocracia, representada por Amintore Fanfani y por Giulio Andreotti.
Por el contrario, la campa?a, electoral espa?ola ha discurrido sin la menor injerencia de la Iglesia. Incluso el peque?o partido que se autodenomina democracia cristiana ha sufrido un grandioso descalabro.
Madurez
Esto quiere decir que al menos en este aspecto la Iglesia cat¨®lica espa?ola demuestra mayor madurez que la italiana. ?Por qu¨¦? Una de las causas mas destacadas de esta diferencia es que en Italia hay un factor que ¨²nicamente se halla en ella la presencia poderosa del poder temporal del papado. El Estado Vaticano, qui¨¦rase o no, est¨¢ en Italia. Y es un Estado chiquito pero mat¨®n.
Quiero decir que su presencia en el te ido social, pol¨ªtico y econ¨®mico de Italia la condiciona notablemente. Y as¨ª, por ejemplo, todo peri¨®dico italiano tiene un periodista -ordinariamente de fuste- dedicado al tema cat¨®lico. ?stos se suelen llamar vaticanistas y suelen ofrecer amplia y seria informaci¨®n sobre todo lo concerniente a la vida del min¨²sculo Estado Vaticano.
Sin embargo, en Espa?a la relaci¨®n del aparato eclesi¨¢stico con Roma es s¨®lo a nivel de Santa Sede y no de Estado Vaticano. Este ¨²ltimo se relaciona con el Poder civil a trav¨¦s de la nunciatura.
Esta actuaci¨®n ofrece a la Iglesia un mayor espacio de libertad en el campo pol¨ªtico, y por eso se explica que aqu¨ª un partido democristiano no pueda contar ni con los p¨²lpitos ni con los confesionarios.
A esto se a?ade que los 40 a?os de franquismo han hecho escarmentar a la Iglesia, en cuyo v¨¦rtice hay ya no pocos de los que de alguna manera se opon¨ªan a la situaci¨®n de cristiandad propiciada y favorecida por el r¨¦gimen anterior. Por eso muchas de las colas que hace un cuarto de siglo dec¨ªamos algunos de nosotros arrostrando un duro conflicto con la dictadura y con la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica hoy son proclamadas por obispos y arzobispos y aparecen en documentos oficiales de la Iglesia cat¨®lica.
Pero a pesar de todo yo echo de menos todav¨ªa una mayor valent¨ªa en los responsables de la Iglesia, ya que a veces est¨¢n en trance de pactar con el poder constituido de turno -sea quien sea con tal de salvar sus propias instituciones.
Y la verdad que muchas de estas ¨²ltimas son restos de la vieja cristiandad: son instituciones confesionales, someramente barnizadas de cristianismo pero incapaces de ofrecer una plataforma v¨¢lida para la realidad de una experiencia religiosa profunda. En este apartado estar¨ªa la llamada religiosidad popular, que empieza a ser mimada por el poder so pretexto de que se trata de cultura. Pero en el fondo este inter¨¦s se debe a la inocuidad de tales manifestaciones, que de suyo nunca supondr¨ªan un peligro de contestaci¨®n para la autoridad.
Miedo
?Qui¨¦n sabe si este esfuerzo por preservar y promover la religiosidad popular no est¨¢ imperado por el miedo -leg¨ªtimo- a que en nuestro suelo surja pujante una cosa parecida a la teolog¨ªa de la liberaci¨®n latinoamericana!
Ciertamente, a poderes que se siguen llamando de izquierda les sentar¨ªa muy mal que por esa misma izquierda le saliera una criada respondona utilizando todo el bagaje de cristianismo evang¨¦lico que todav¨ªa sobrevive en nuestro pa¨ªs.
En todo caso, la Iglesia, para cumplir con su misi¨®n cr¨ªtica, deber¨¢ renunciar a todas las ofertas que desde arriba le hagan. Aunque sea un simple plato de lentejas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.