Peque?os Rosenberg

Comprendo muy bien -y, por fortuna, ya son legi¨®n los que empiezan a comprenderlo- que la mayor¨ªa de los ciudadanos libres del valiente y, querido pueblo de Navarra -pueblo de se?ores, no de siervos- no sienta la menor vocaci¨®n por asumir, de la noche a la ma?ana, por la intimidaci¨®n salvaje de unos y la debilidad, claudicaci¨®n o imbecilidad de todos, el triste papel de nuevos sudetes o nuevos cisjordanos del prepotente anexionismo planificado contra s a voluntad soberana por los peque?os Rosenberg del mini-Reich euskaldun en gestaci¨®n, que, a trav¨¦s de episodios tan, ilustrativos como el asesinato depurador de Yoyes y la matanza indiscriminada de hermanos catalanes inocentes en el supermercado Hipercor, de Barcelona, perpetrados ambos desde la calle, han mostrado, afortunadamente, al inundo entero hasta qu¨¦ punto, cuando tuvieran -si nuestra d¨¦bil, poco ¨¦tica e inconsecuente conducta les dejara- la vig¨¦sima parte del poder que tuvo Hitler, organizar¨ªan campos de concentraci¨®n y de exterminio ideol¨®gico y racial y pavorosos raids de castigo que dejar¨ªan en mantillas la barbarie de la. Luftwaffe en Gernika, si Pamplona, Bilbao, Bayona, Madrid, Barcelona o Par¨ªs se atrevieran a oponerse a su microimperialismo cegato y suicida de superdotados enanos valleinclanescos, cuyos cr¨ªmenes contra la humanidad, justamente calificados en el Congreso por nuestra m¨¢s exigente izquierda, desde Bandr¨¦s hasta Sartorius, reclaman con urgencia un nuevo N¨¹remberg.-