Las turbadoras preguntas de Juan Gelman
Ante todo debe reconocerse que Juan Gelman (Buenos Aires, 1930) comenz¨® a interrogar y a cuestionarse desde sus primeros libros: Viol¨ªn y otras cuestiones (1956), y El juego en que andamos (1959). Baste recordar poemas como Oraci¨®n del desocupado (donde el interpelado era nada menos que Dios), en la primera de sus obras, o Poemas con el hijo y L¨ªmites, en la segunda. Luego, el primigenio C¨®lera buey (1965) -hubo en 1971 una nueva edici¨®n considerablemente aumentada- incluye Preguntas; y m¨¢s tarde Otras preguntas figura en Poemas, antolog¨ªa publicada en 1968 por la Casa de las Am¨¦ricas, de La Habana.Existe, no obstante, una apreciable, diferencia entre aquel interrogador y el que luego indaga en Hechos y relaciones (1980), primer libro de Gelman que se public¨® en Espa?a (seguido casi inmediatamente por Si dulcemente, 1980, y Citas y comentarios, 1982) con una conmovedora y penetrante introducci¨®n de Eduardo Galeano (1). Antes, la pregunta era poco m¨¢s que un leg¨ªtimo recurso 32 po¨¦tico ("?Por qu¨¦ bajo la gloria de este sol / tristeo como un buey"?, o tambi¨¦n: "?A qui¨¦n deber¨ªa encontrar yo en el pa¨ªs del vino?"), mientras que ahora posee una fuerza casi conminatoria, atribuible tal vez a que el primer interrogado es el propio poeta. ?ste, a trav¨¦s de enriquecedoras series de preguntas, cada vez m¨¢s turbadoras, m¨¢s desgarrantes, va cateando en profundidad, como un m¨¦todo poco menos que infalible para llegar a la frugal y ver¨ªdica conciencia.
De pregunta en pregunta va subiendo tambi¨¦n el tono po¨¦tico: generalmente empieza con un motivo o una incitaci¨®n realistas, pero la segunda instancia es siempre m¨¢s imaginativa que la primera, y la tercera m¨¢s que la segunda, y as¨ª sucesivamente; pero lo curioso, lo verdaderamente original en ese crescendo de ofertas, es que la interrogaci¨®n ¨²ltima, por metaf¨®rica que resulte, siempre se vuelve comprensible y di¨¢fana debido a que la primera por lo com¨²n da la clave, la contrase?a de esa espiral. Una muestra: "?Y qui¨¦n la va a velar? ?Qui¨¦n har¨¢ el duelo de esa sangre? ?Qui¨¦n le retira amor? ?Qui¨¦n le da olvido? / ?No est¨¢ ella como astro brillando amurada a la noche? / ?No suelta acaso resplandores de ej¨¦rcito mudo bajo la noche del pa¨ªs?" (Glorias). Y otra m¨¢s: "?Por qu¨¦ hay tantos hombres y tantas mujeres tristes en el pa¨ªs?/ ?Por qu¨¦ a cierta hora del d¨ªa parece que un oleaje de tristeza fuera a arrasar la ciudad? / ?Por qu¨¦ tanta gente sale por sus ojos as¨ª o saca por sus ojos tristeza? / ?Por qu¨¦ esa tristeza golpea de noche las ventanas?" (Cambios).
Por otra parte, en Gracias hace sonar inicialmente una cadena de afirmaciones que se sintetizan en que "todos los miembros del cuerpo, siendo muchos / son / un solo cuerpo", para luego desenvolver una sucesi¨®n de interrogantes que atraviesan los presupuestos de las afirmaciones previas, y el conjunto pasa a ser una manera po¨¦tica y despojada de sembrar dudas y cosechar certidumbres.
En otro poema, Belleza, arremete contra algunos colegas: Octavio Paz, Alberto Girri, Lezama Lima "y dem¨¢s obsedidos por la inmortalidad creyendo / que la vida como belleza es est¨¢tica e imperfecto el movimiento e impuro", pero entonces la destreza interrogativa le permite suavizar la agresividad y hasta modularla en un tono casi fraternal: "Y el deseo de Octavio Alberto Jos¨¦ ?no es movimiento acaso / y movimiento su ser cuando atrapan la palabra justa o injusta? / ?No debe correr mucho quien quiera ba?arse dos veces en el mismo r¨ªo? / ?No debe amar mucho quien quiera amarse dos veces en el mismo anior?", y por fin: "?Por qu¨¦ se afilian como viejos a la vejez? / ?Por qu¨¦ se pierden en detalles como la muerte personal?".
La ma?a pesquisidora de este poeta es probablemente una de sus caracter¨ªsticas formales m¨¢s singulares. Le sirve tanto para sacudir casi blasfematoriamente el sobrentendido car¨¢cter masculino del conservador del universo ("?y si Dios fuese una mujer?... ?Y si Dios moviera sus pechos dulcemente?") como para recordar los niveles y desniveles de la lucha de clases. En las minas de La Carolina, de donde se extrae tungsteno, los mineros escriben mensajes en las paredes de cada socav¨®n, y el poeta vuelve a preguntar: "Pero arriba ?se puede leer? / ?Hay quien lee los mensajes que escriben los mineros abajo?".
La pregunta, como recurso formal, suele auxiliarle adem¨¢s para descomponer el miedo en todos sus elementos y tambi¨¦n para verificar los alertas ("esos pasos ?lo buscan a ¨¦l? / Ese coche ?para en su puerta? / Esos hombres en la calle ?acechan?"); le ayuda sobre todo para llevar a una tensi¨®n casi insoportable la ausencia de Paco (o sea, Francisco Urondo, el excelente poeta, su amigo y compa?ero, que hace 10 a?os muriera en combate): "?Avisaste / que te ibas a morir? ( ... ) ?acaso quer¨ªas caer?/ ?No me ibas a esperar acaso? / ?No esper¨¢bamos juntos la tormenta mejor / la borracha violeta / tigre / orilla / de que part¨ªas a luchar?", y entonces la pregunta simple y sobrecogedora: "?Te acord¨¢s / de la vida?", para concluir con otro cuestionario, de taladrante pena, en que Gelman sobrevuela, descalabrado pero invencible, todas las trampas del desconsuelo: "( ... ) descans¨¢ en guerra / ?Descansan tus huesitos? / ?en guerra? / ?en paz? ?ag¨¹ita? / ?nunca?".
Si Gelman s¨®lo hubiera escrito, adem¨¢s de este poema excepcional, otro que hace 18 a?os incluyera en Got¨¢n, y que conclu¨ªa: "Ni irse ni a quedarse, a resistir, / aunque es seguro que habr¨¢ m¨¢s penas y olvido", ya tendr¨ªa bien ganado su derecho a esa modesta pero infrecuente gloria que es lograr, las m¨¢s de las veces sin quererlo, meter el coraz¨®n del lector en un pu?o, y luego abrirlo, despacito, para que el mundo vuelva a latir. Pero adem¨¢s de esa muestra de lo que Mario Trejo llam¨® alguna vez el "blindaje moral" de Gelman, ¨¦ste lleva publicados, desde 1956 hasta hoy, una docena de libros que probablemente constituyan el repertorio m¨¢s coherente y tambi¨¦n el m¨¢s osado, el m¨¢s participante (pese a sus inevitables pozos de soledad) y en definitiva el m¨¢s ce?ido a la posibilidad de su contorno, que puede mostrar hoy por hoy la poes¨ªa argentina, donde tantas palabras en pena todav¨ªa siguen girando alrededor de tedios prestigiosos.
En julio de 1971, cuando Gelman todav¨ªa pod¨ªa residir en su Buenos Aires, le hice un reportaje que luego inclu¨ª en Poetas comunicantes (1972), y en ese entonces el entrevistado expres¨® algunas ideas que hoy pueden ser ¨²tiles para acotar este comentario: "Si me pregunt¨¢s si me quiero comunicar te contesto que s¨ª; si me pregunt¨¢s si estoy dispuesto a sacrificar algo para comunicarme, te digo que tambi¨¦n. Pero lo que estoy dispuesto a sacrificar para esa comunicaci¨®n no es cuesti¨®n po¨¦tica, sino cuesti¨®n de vida. Y en la medida en que vitalmente eso se resuelva, pienso que se va a resolver en m¨ª poes¨ªa. Pero de ninguna manera pienso re-
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1. Los dos primeros t¨ªtulos fueron publicados por Editorial Lumen, Barcelona, y el restante por Visor, Madrid. 2. Una prueba m¨¢s (si es que faltaba alguna) de la iniquidad de la ley de obediencia debida, recientemente promulgada en Argentina, es que mientras Juan Gelman no puede regresar a su pa¨ªs por estar "su captura recomendada", pueden en cambio andar libremente por la calle los asesinos de su hijo, su nuera y su nieto.
Las turbadoras preguntas de Juan Gelman
Viene de la p¨¢gina anteriornunciar a lo que aparentemente pueda ser dificil de entender ( ... ). Me gustar¨ªa que mi poes¨ªa fuera cada vez m¨¢s honda en cuanto a reflejar la realidad, y lo maravilloso que la realidad tiene".
Desde aquella entrevista de 1971 a este comentario ha corrido mucha sangre bajo los puentes, y la muerte ha tocado a Juan en zonas (para usar uno de sus t¨¦rminos) de la "m¨¢svida", que es como decir del "m¨¢samor". Pero el poeta, como bien se?ala Galeano, "desde el exacto centro de la muerte, celebra la vida". Y ¨¦sta es acaso una de las comprobaciones m¨¢s asombrosas que esperan al lector de Hechos y relaciones. Consciente, como nunca antes, de qui¨¦n es y d¨®nde est¨¢ el enemigo de su pueblo, confiado en que "la revoluci¨®n es as¨ª / se critica todo el tiempo a s¨ª misma / se para / a cada rato / vuelve sobre lo que empez¨® para empezarlo otra vez"; sabedor de que la poes¨ªa "puede nacer al pie de los sentenciados por el poder / al pie de los torturados los fusilados"; poseedor de toda esa dram¨¢tica e imprescindible sabidur¨ªa, Gelman, frente al acorralamiento autoritario, al absurdo de ciertas imputaciones, al cercano aletazo de la muerte, a toda esa andanada de malevolencia y crueldad, no responde con un odio ciego, indiscriminado. Por el contrario, sabe "d¨®nde se templa el odio o el desprecio que / ech¨® la guerra sobre nuestra vida" y es ese odio templado, sereno, inexpugnable, el que permite que el caudal efectivo del poeta (presente desde sus primeros libros) no se agote ni se estanque, sino que m¨¢s bien fluya como verdad continua, inacabable (2).
De ah¨ª que el amor no sea ya el compartimiento estanco, la cartuja inviolable pero mezquina que nos legara el romanticismo; ahora los hacedores del amor est¨¢n "rodeados de rostros como el sol que / cubre de sol la ciudad". Por eso "es enorme la tristeza que un hombre y una mujer pueden hacerse entre s¨ª", porque definitivamente no est¨¢n solos sino rodeados de corajes, de miedos, de soportes, de sue?os, de muchos otros que trabajan, viven, combaten, se arriesgan y mueren por su derecho a amar. Pero la tristeza puede no ser una maldici¨®n sino un venero, todo depende de la lucidez y la voluntad del triste. Y hay abrazos de tristeza que pueden consolidar el amor m¨¢s a¨²n que los de alegr¨ªa: "Consolaci¨®n / memoria / triste tal vez / pero ya no tristeza / dolor / tal vez / pero memoria consolaci¨®n / abrigo".
En varios sentidos, la poes¨ªa de Gelman es ejemplar, y a pesar de su modestia ("no conozco a nadie tan ajeno a la autopropaganda y al af¨¢n de prestigio", dice Galeano) constituye una apreciable lecci¨®n para los poetas j¨®venes. En primer t¨¦rmino, no es una versi¨®n llorosa del exilio y la lucha, del dolor y la muerte, sino una respuesta entera y viril, l¨²cida y despojada, sin triunfalismos ni autoderrotas. Y en segundo t¨¦rmino, no es una versi¨®n panfletaria, y esto es algo esencial, en momentos en que tantos j¨®venes del amplio espectro latinoamericano trasladan literalmente al verso o a la canci¨®n sus muy justos y primarios rencores e indignaciones, sin reclamarse previamente a s¨ª mismos el rigor y la exigencia del arte y del oficio.
En la poes¨ªa de Gelman (aun en los poemas de amor o de penuria), lo pol¨ªtico y lo social est¨¢n presentes como una atm¨®sfera inevitable, pero es gracias al extraordinario nivel po¨¦tico, gracias a su vuelo y a su palpitaci¨®n, que esos hechos y relaciones se proyectan hacia el lector y lo aluden, transform¨¢ndolo. Pocas veces se ha visto en la poes¨ªa latinoamericana una conjunci¨®n tan impecable de texto y contexto, de pol¨ªtica y arte.
En aquella entrevista de 1971, Gelman dijo tambi¨¦n que "la ¨²nica manera de comunicarse con la gente es vivir con ella". Y aunque siempre haya cumplido con ese postulado, uno tiene la impresi¨®n de que en estos ¨²ltimos a?os Gelman no s¨®lo ha vivido con la gente sino que tambi¨¦n ha muerto (o se ha sentido morir, que es casi lo mismo) con los que murieron. Y esta singular comunicaci¨®n ya no es letal sino vital, porque gracias a ella renacen Paco, Bustos, Diana, Haroldo, y tantos otros, y sobre todo el hijo al que por fin se resigna a dar de baja ("un fulgor en la noche de los verdugos / es tu rostro hijo m¨ªo un fulgor / y por ¨¦l vivo y muero en estos d¨ªas).
No obstante, y pese a todos los naufragios y devastaciones, pese a todos los asolamientos y las p¨¦rdidas, la poes¨ªa de Gelman no es un c¨ªrculo vicioso, ni virtuoso; sencillamente, no es un c¨ªrculo. Por algo el pen¨²ltimo poema (H¨¦roes) concluye afirmando y reafirmando: "Vida y vida", y el ¨²ltimo de todos, que precisamente propone un arte po¨¦tica, acaba con las palabras: "Morir y nacer / como un martillo". Quiz¨¢ en estos dos finales encuentre el lector las respuestas que el mismo Gelman brinda a sus propias preguntas.
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