Los tiempos heroicos de la literatura
Su muerte hace ahora 25 a?os marca el fin de los tiempos heroicos, la ¨¦poca de los grandes novelistas. Hemingway hab¨ªa desaparecido hac¨ªa un a?o y un ataque al coraz¨®n se llev¨® de este mundo a William Faulkner el 6 de julio de 1962.Era un peque?o gran escritor que hizo del sur americano su reino m¨¢gico e infinito y que abri¨® a Garc¨ªa M¨¢rquez las puertas de Macondo. Las grandes familias decadentes -los Sartoris, los Compson, los Snopes... - eran su decorado m¨ªtico y Yoknapatawpha un lugar perdido junto al Misisip¨ª que, con sus 6.298 blancos y 9.313 negros, servir¨ªa de marco ideal a gran parte de sus p¨¢ginas. Heredero de Dostoievski, Poe y Joyce, impuso a la realidad ritmos b¨ªblicos e hizo de las pasiones humanas el marco de su narrativa. Am¨¦rica entera se reflejaba en ese incesto que en 1929 proclamaba El sonido y la furia. Benjy y Quentin desean a su hermana Caddy y recuerdan a Macbeth al pensar que la vida no es m¨¢s que un cuento narrado por un idiota, lleno de sonido, y furia y que no significa nada, y para explicar esta historia Faulkner elige cuatro d¨ªas, cuatro puntos de vista y cuatro estilos.
La novela vuelve a encontrar los ecos de grandiosidad psicol¨®gica que hac¨ªa nueve a?os se hab¨ªan mostrado en el Ulises. La hermana sensual es violada por el hermano retrasado mental y Quentin en la misma universidad de Harvard se suicida arroj¨¢ndose al r¨ªo Charles. No puede aceptar la realidad. La vida se abre como un infierno devorador donde la familia es el s¨ªmbolo de la destrucci¨®n absoluta. La literatura adquiere un sentido ritual de estar en deuda con el estilo, con esas historias que se entrecruzan, esas p¨¦rdidas premeditadas del hilo argumental, ese barroquismo excelso que hace de los recuerdos obsesivos la clave de la construcci¨®n est¨¦tica. Y en el germen de toda la tragedia hay un mero acto reprimido: unos ni?os que fueron sacados de casa durante el funeral de su abuela y se suben a un ¨¢rbol para ver mejor lo que ocurre.
El hijo perdido reaparece en ?Absalom, Absalom! (1936), y vemos de nuevo a Quentin hablando en Harvard con su compa?ero de habitaci¨®n, a?orando reductos familiares. Violencia y amargura se funden en Faulkner, y en Santuario vemos la necesidad de experiencia de una estudiante universitaria, o en Mientras agonizo pinta el viaje con el f¨¦retro de la madre de una familia fantasmal.
Luz de agosto ser¨¢ el tema eterno de la b¨²squeda del padre, mientras que Los rateros, su ¨²ltima obra, significar¨¢ la bella alegor¨ªa de un muchacho que huye unos d¨ªas de casa con sus dos amigos mayores, un blanco y un negro, y visitan un prost¨ªbulo y viven juntos una maravillosa reminiscencia. Lucius Priest debe colocarse en la l¨ªnea de Huck Finn y pensar que conoce la realidad en la m¨¢s brutal experiencia. Un h¨¦roe que conduce al Holden Caulfield, el chico que se imagina guardi¨¢n del centeno en la novela de Salinger.
Un escritor peque?o
Faulkner hab¨ªa nacido en New Albany, Misisip¨ª, el 25 de septiembre de 1897. Tuvo diversos empleos, desde marino, pintor, piloto, hasta encargado de correos en una universidad. Rechazado por su estatura -1,66 metros- para poder servir con el ej¨¦rcito en la I Guerra Mundial. Poeta fracasado, pese a que toda su obra est¨¢ repleta de un bullicio l¨ªrico insuperable. ?nico due?o y propietario de la literatura, y que ya en La paga de los soldados, su primera novela, publicada en 1926, muestra sus dotes espl¨¦ndidas como cantor pat¨¦tico de la realidad. Inventor de ¨¢ngulos in¨¦ditos desde los que contar. Dise?ador de nuevas formas de hablar en la jungla del texto. Alucinante explorador de m¨¦todos. Un hombre que rehu¨ªa hablar de s¨ª mismo, t¨ªmido y reservado, y al que le encantaba charlar con granjeros. Un escritor que amaba las causas perdidas, que estaba de parte del negro, que se pon¨ªa siempre con los humildes y que en las 14 novelas que ocurren en Yoknapatawpha consigue escribir la historia del Sur con toda precisi¨®n.
Hace 25 a?os la novela tuvo un ataque al coraz¨®n, y desde entonces se encuentra vigilada con cuidados intensivos por una cr¨ªtica que no la deja morir. Un novelista de largos y c¨¢lidos veranos intrusos en el polvo, y de palmeras salvajes, que componen el grandioso r¨¦quiem por la literatura.
Babelia
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