El poeta
Muchos escriben versos, e incluso buenos versos, y poemas, e incluso buenos poemas; pocos son en verdad poetas. Componer buenos versos, rematar buenos poemas, es tarea que requiere sobre todo estudio y sentido com¨²n; ser poeta es otra cosa, y no depende ni de nuestro esfuerzo ni de nuestra voluntad. Quien acaba de morir fue, como pocos, un poeta. Por ser adem¨¢s lector y estudiante de la poes¨ªa, le tent¨® el deseo o la nostalgia de ser m¨¢s de un poeta (no digo m¨¢s que un poeta): ?por qu¨¦ renunciar a ser autor a un tiempo de Alondra de verdad y de Biograf¨ªa incompleta, a escribir como Lope y como el poeta de Altazor? M¨¢s: ?por qu¨¦ no ser vanos poetas, no ya en sucesi¨®n o en alternancia, sino en una sola pieza a veces? Y al cabo, ?por qu¨¦ no ser cl¨¢sico y contempor¨¢neo, grave y l¨²dico, santanderino y andalucista, castizo y cosmopolita? En su generaci¨®n, quiz¨¢ s¨®lo Alberti ha atendido a tan dispares requerimientos. Pues con raz¨®n hemos admirado ciertas obras que -as¨ª la de Juan Ram¨®n Jim¨¦nez, la de Josep Camer o la de Jorge Guill¨¦n- siguen del principio al fin una trayectoria definida desde sus premisas propias; tal es, en definitiva, el sino de Ungaretti, de Eliot o de Saint-John Perse. Pero a otros, frecuentemente no menores en su acervo l¨ªrico, lo que les atrae es la diversidad aparentemente centr¨ªfuga, el don proteico, y la unidad esencial que sustenta el recorrido no debe buscarse lanto en la lectura externa de ¨¦ste o en sus repliegues y recovas como en el fundamento de la dicci¨®n. M¨¢s que la unidad del discurso importa aqu¨ª la de la voz. Y sepamos decirlo: pocas voces han sido tan inequ¨ªvoca, irreductible e inconfundiblemente po¨¦ticas como la de Gerardo Diego. Lo que destellaba en sus poemas, lo que nos subyugaba en ellos con esplendor y consistencia de diamante no era un espejismo de la semi¨®tica o el recreo y solaz de un estudioso de estil¨ªstica: era una poes¨ªa tan necesaria, soberana e imponente como la que late en C¨¢ntico o en Piedra y cielo.,Pudo pensarse por algunos que una obra tan var¨ªa, tan dispersa a¨²n hoy e incluso en ocasiones tan deliberadain ente circunstancial, ceder¨ªa un tanto a veces a los halagos del mero tintineo, de la sonoridad pasajera; mas, por el contrario, lo que nos impresiona de Gerardo Diego es el rigor inoral y est¨¦tico con que supo ser siempre poeta y no otra cosa que poeta.
Babelia
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