Oliver North y 'la hora de los centuriones'
Un grupo de militares condujo la pol¨ªtica exterior de EE UU al margen del Congreso y de la ley
El viernes, en la revelaci¨®n m¨¢s sensacional de la semana, North confes¨® que su principal mentor, el ex director de la CIA William Casey, ¨ªntimo amigo y confidente del presidente, y que empuj¨® en todo momento a este oficial de marines, le propuso la creaci¨®n de una super-CIA privada. La organizaci¨®n operar¨ªa al margen de los canales ordinarios de la Administraci¨®n a trav¨¦s de operaciones encubiertas en todo el mundo, utilizando el fondo de los beneficios obtenidos por la venta de armas a los ayatol¨¢s de Teher¨¢n.Est¨¦ Gobierno dentro del Gobierno funcionaba fuera del control del presidente Reagan o de cualquier funcionario elegido por el pueblo y, por supuesto, al margen del Congreso. "Era una especie de junta, una red secreta que operaba en seria ruptura del sistema constitucional", denunciaron ayer varios legisladores. Ollie North, durante estos fascinantes cuatro d¨ªas de julio (continuar¨¢ declarando ma?ana), ha dejado claro que no era un incontrolado que actuaba solo. "S¨¦ que la derrota es hu¨¦rfana", ha dicho, pero todo esto no se habr¨ªa podido hacer sin la ayuda de mucha gente en el Departamento de Estado, la CIA y el Pent¨¢gono".
Los que 'sab¨ªan'
Oliver North ha protegido decididamente al presidente -"no sab¨ªa del desv¨ªo de fondos a los antisandinistas"-, pero ha ampliado la red de altos cargos que s¨ª que sab¨ªan. Ha introducido en esta categor¨ªa a los secretarios de Estado, George Shultz, y de Defensa, Caspar Weinberger, y al ministro de Justicia, Edwin Meese, con incalculables consecuencias pol¨ªticas para la Administraci¨®n.
Aunque Ronald Reagan se ha declarado "muy satisfecho" del testimonio de North, que parece salvarle personalmente de haber mentido al pueblo americano, persisten las dudas sobre su inocencia final.
Parece incomprensible que Casey, quien desgraciadamente reposa en un cementerio de Nueva York, no le contase la operaci¨®n de desv¨ªo de dinero a los contras aunque fuera de una forma general, ha declarado el tambi¨¦n ex director de la CIA William Colby.
En m¨¢s de 30 horas de declaraci¨®n North ha admitido que minti¨® al Congreso -"y no me arrepiento"-, que destruy¨® documentos para proteger a su comandante en jefe, Ronald Reagan, y que altos personajes de la Administraci¨®n colaboraron en una pol¨ªtica de encubrimiento de la venta secreta de armas a Jomeini y del posterior desv¨ªo de fondos a la contra. Un testigo que inici¨® su testimonio como acusado ha dado la vuelta a la situaci¨®n y se ha convertido en acusador del Congreso, al que enga?¨®, y del que dijo que no entendi¨® "la batalla contra el comunismo que se libra en Centroam¨¦rica". Culp¨® al "sisteina" de lo ocurrido. "Sonaba como un coronel latinoamericano a punto de solicitar la abolici¨®n del Parlamento", ha comentado el escritor James Michener.
?stos han sido los principales argumentos esgrimidos: "Cre¨ª en todo momento que contaba con la aprobaci¨®n de Reagan, que solicit¨¦ en cinco documentos secretos, lo que result¨® finalmente no ser cierto". "El Congreso nunca aprob¨® una ley que prohibiera lo que hicimos". "El Consejo de Seguridad Nacional no era una agencia de inteligencia a la que pod¨ªa aplicarse la enmienda Boland, que prohib¨ªa la ayuda militar de Estados Unidos a los contras". "No hice nada que no fuera obedecer". "No es f¨¢cil para hombres honrados, sentados en la Casa Blanca, tener que sopesar entre mentiras y mentiras, pero estaban forzados a hacer lo que hicieron porque no se ha resuelto la vieja batalla entre el Congreso y la presidencia sobre la direcci¨®n de la pol¨ªtica exterior".
As¨ª ha explicado c¨®mo un oficial de rango intermedio se convirti¨® en la pr¨¢ctica en un secretario de Estado en la sombra que se permit¨ªa, entre otras cosas, prometer a los iran¨ªes que EE UU les ayudar¨ªa a derrocar al r¨¦gimen de Irak. Ha quedado claro que, para North, Reagan no debe tener limitaciones legales en la direcci¨®n de la pol¨ªtica exterior del pa¨ªs, que el fin justifica siempre los medios empleados y que la fidelidad de los funcionarios a su jefe est¨¢ por encima de la Constituci¨®n.
"Fuerza intestinal"
North ha defendido con "gran fuerza intestinal", en palabras del senador Howell Heflin, que los l¨ªmites de la democracia no se aplican a las operaciones encubiertas de las que una superpotencia como EE UU no puede prescindir.
Aunque el fiscal especial, Lawrence Walsh, y su equipo de 100 investigadores creen que podr¨¢n lograr un proceso criminal por conspiraci¨®n contra North y otros altos cargos de la Administraci¨®n, 26 congresistas y los mejores abogados del pa¨ªs no pudieron esta semana probar que este teniente coronel haya cometido un delito.
Hasta ahora ha ganado la batalla a unos comit¨¦s investigadores divididos, los republicanos quieren subirse al tren de North y proteger al presidente, acabando cuanto antes, y los dem¨®cratas, muchos de los cuales votaron a favor de la ayuda a los antisandinistas, temen pagar en las presidenciales un ataque frontal contra Reagan, que a¨²n es popular.
Se percibe que este Congreso, que ya est¨¢ pensando en las elecciones de 1988, no quiere otra presidencia acabada en desgracia.
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