La pol¨ªtica sindical
JULI?N ARIZA RICOLa situaci¨®n por la que pretendidamente atraviesan los sindicatos, d¨¦bil afiliaci¨®n en relaci¨®n al colectivo de trabajadores y una pol¨ªtica de concentraci¨®n organizativa en las grandes empresas tradicionales, es negada por el autor, que se?ala que las particulares condiciones econ¨®micas de los pa¨ªses industrializados vienen obligando a realizar un tipo determinado de sindicalismo que no deja de lado en absoluto la visi¨®n a largo plazo de la actividad sindical.
Desde los inicios de la crisis econ¨®mica se han ido vertiendo por toda Europa cr¨ªticas hacia los sindicatos, acus¨¢ndolos de actuar de forma conservadora frente a las transformaciones del sistema productivo. Seg¨²n tales cr¨ªticas, entre las causas de la ca¨ªda de la afiliaci¨®n e influencia de los sindicatos estar¨ªa la contradicci¨®n entre mantener una estructura y una acci¨®n sindical pensada para la clase obrera fabril, apoyada en la gran f¨¢brica industrial, en tanto una y otra van perdiendo importancia en favor del sector de servicios y la peque?a y mediana empresa.Otra de las grandes acusaciones es no comprender que las conquistas de los trabajadores -estado del bienestar, empleo casi pleno, contratos de trabajo por tiempo indefinido, etc¨¦tera- responden a una etapa irrepetible, cuando Europa no se hallaba ante los retos de la crisis, de la competencia actual por los mercados, de la revoluci¨®n t¨¦cnica y cient¨ªfica, etc¨¦tera. Se desprender¨ªa de ello que el citado conservadurismo y la resistencia de los sindicatos ponen en peligro el futuro de nuestro continente como potencia econ¨®mica.
En la existencia de gigantescas masas de parados, seg¨²n ese discurso, tendr¨ªan una gran responsabilidad los propios sindicatos, por una acci¨®n sindical supuestamente dirigida en exclusiva hacia los trabajadores con empleo e impregnada de corporativismo. A tal discurso antisindical de tipo global se le suman los que las mismas fuerzas lanzan a escala de cada pa¨ªs.
En Espada ha venido dici¨¦ndose, por ejemplo, que al confrontarse, con las medidas de reconversi¨®n industrial lo ¨²nico que est¨¢n consiguiendo los sindicatos es retrasar la modernizaci¨®n de nuestras estructuras productivas.
Que al defender el poder adquisitivo de los salarios impiden reducir las tasas de inflaci¨®n, necesarias para nuestra competitividad como pa¨ªs. Incluso ha llegado a afirmarse que al defender la estabilidad en el empleo y algunas prerrogativas sindicales y sociales se pretend¨ªa hacer perdurar. reliquias y herencias del franquismo.
?stos y otros muchos mensajes han ido y siguen yendo parejos con la afirmaci¨®n de que los sindicatos son v¨ªctimas de s¨ª mismos, que est¨¢n en abierta crisis y que corren peligro de extinci¨®n si no se modernizan y se colocan en consonancia con los nuevos signos de este tiempo.
Los signos de este tiempo, seg¨²n tales ide¨®logos, son conceptos tan ambiguos como la modernidad; la flexibilidad en todo -contratos, despidos, jornada, salarios...- es responder a los grandes retos de la sociedad posindustrial; es ¨¦l canto a la iniciativa privada; es el fin del secular aislamiento de Espada.
Frases vac¨ªas, discursos sesgados y hasta sandeces para intentar encubrir grandes agresiones a los trabajadores y al movimiento obrero.
A la defensiva
No est¨¢ claro que frente a esta presi¨®n ideol¨®gica, soporte propagand¨ªstico de las pol¨ªticas neoliberales, la respuesta de los sindicatos sea la m¨¢s adecuada. Al contrario, se percibe c¨®mo esa presi¨®n penetra en ellos al igual que le ocurre a la izquierda pol¨ªtica. Se nota en el enfoque de algunas de sus elaboraciones estrat¨¦gicas, donde lo perif¨¦rico se coloca en el centro, y a la inversa. Se nota hasta en el lenguaje. Es evidente que el sindicalismo est¨¢ a la defensiva. No es del caso descender a los muchos ejemplos que pueden ilustrar lo acabado de decir. La intenci¨®n de este trabajo es hacer algunas consideraciones puntuales sobre la situaci¨®n del sindicalismo, con algunas indicaciones sobre su quehacer.
A saber:
1. Lo primero que rechazar es que haya el tipo de crisis que se atribuye a los sindicatos, y menos por las causas que se apuntan. Hay una crisis econ¨®mica cuyo tratamiento es el ¨²nico responsable del paro masivo, de la inseguridad en el trabajo y de la agresi¨®n a conquistas hist¨®ricas del movimiento obrero y sindical. El reflujo de los sindicatos, y en general de la izquierda, no es consecuencia de su incomprensi¨®n de los fen¨®menos econ¨®micos y sociales en curso, aunque existan lagunas y hasta errores de apreciaci¨®n, sino de que la iniciativa en el mundo occidental est¨¢ en manos del. imperialismo norteamericano y de las fuerzas econ¨®micas y pol¨ªticas que en Europa, o bien coinciden con ¨¦l en lo fundamental o bien se subordinan sin resistencia.
Con m¨¢s de 30 millones de parados en los pa¨ªses de la OCDE, con la desmembraci¨®n actual del mercado de trabajo y con la ofensiva antisindical de todos estos a?os es l¨®gico que se hayan multiplicado las dificultades para la organicidad de los trabajadores y para el desarrollo del sindicalismo. Son los problemas del sindicalismo en la crisis.
2. Los centros de decisi¨®n sobre las grandes cuestiones de la econom¨ªa en los pa¨ªses capitalistas son pocos y bastante coordinados. Por el contrario, las respuestas desde el movimiento sindical son inconexas, sin que en el mejor de los casos su eficacia, relativa y puntual, vaya m¨¢s all¨¢ de las fronteras de cada pa¨ªs. Por otra parte, si la izquierda pol¨ªtica tiene posiciones claudicantes en su sector hegem¨®nico -la socialdemocracia-, en su sector comunista hay real desconcierto.
P¨¦rdida de perspectiva
Ello, contribuye a la p¨¦rdida de perspectiva en el conjunto del movimiento obrero, que afecta directamente a los sindicatos y propicia una forma peculiar de conservadurismo sociol¨®gico entre los trabajadores, patente en los ingredientes corporativos de algunas de sus luchas, en la diluci¨®n de valores fundamentales de la clase obrera, como es la solidaridad, e incluso la difuminaci¨®n de la misma conciencia de clase entre los trabajadores.
3. Es evidente que el desarrollo de las fuerzas productivas tiende a incrementar en el ¨¢rea geogr¨¢fica, econ¨®mica y pol¨ªtica a la que Espa?a pertenece el sector terciario de la econom¨ªa, y a disminuir el primario y secundario. Tiende tambi¨¦n a la descentralizaci¨®n de la producci¨®n y a la modificaci¨®n de la estructura interna de la clase trabajadora.
Pero tanto o m¨¢s cierto es que las relaciones de subordinaci¨®n del trabajo al capital permanecen. Si la clase obrera tradicional disminuye en los pa¨ªses m¨¢s desarrollados del capitalismo, aumenta sin cesar en los pa¨ªses perif¨¦ricos. Igual de necesario que combatir la falsa afirmaci¨®n de que la clase obrera tiende a desaparecer, hay que desmitificar el tipo de cambios que se producen en la estructura interna de la masa de los asalariados.
Lo que demuestra la realidad es que los procesos de proletarizaci¨®n son crecientes, que los mayores conocimientos no se traducen en una mayor cualificaci¨®n real del trabajo, haci¨¦ndolo distinto pero no por ello menos alienante, y que la clase social cuya defensa es la raz¨®n de ser de los sindicatos permanece y asegura su futuro.
Lo cual no significa, ni mucho menos, que el trasvase de mano de obra al sector de servicios, los cambios en las profesiones y los efectos de las nuevas t¨¦cnicas de producci¨®n deban minimizarse. Al contrario, son fen¨®menos irreversibles que exigen nuevas formas organizativas y de relaci¨®n, actualizaci¨®n permanente del tipo de reivindicaciones, prioridades diferentes para los diversos colectivos y, en fin, grandes dosis de iniciativa, creatividad y fino o¨ªdo de las direcciones de los sindicatos hacia lo que sienten y desean los trabajadores.
4. La defensa y potenciaci¨®n del poder negociador y contractual de los sindicatos, en tanto son en s¨ª mismas conquistas del movimiento obrero, deben defenderse y extenderse.
Pero el sindicalismo inspirado en las ideas de transformaci¨®n debe rechazar el pacto social en tanto que instrumento pol¨ªtico para la complicidad de los sindicatos en la supremac¨ªa de los intereses del capital privado y como forma de desarticulaci¨®n de los trabajadores en su lucha reivindicativa y de clase.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.