"Los economistas debemos dise?ar nuevos modelos, distintos a los anteriores"
Leonid Hurwicz, 'padre de los minnesotos', apuesta por la descentralizaci¨®n econ¨®mica
Dise?ar y proponer nuevos modelos, m¨¢s que repasar la historia, es ?la funci¨®n del economista, seg¨²n el profesor de Econom¨ªa de la universidad de Minnesota, Minne¨¢polis, Leonid Hurwicz. Este profesor norteamericano es quiz¨¢ el primer padre de los minnesotos, escuela de economistas de talante extremadamente t¨¦cnico, que ha hecho fortuna en Espa?a. Hurwicz, miembro por. elecci¨®n de la National Academy of Sciences, es un dem¨®crata, "cien por cien antitotalitario", a quien disgusta el esquematismo Chicago-Keynes. Ha estado recientemente en Espa?a, protagonizando un seminario en la Fundaci¨®n Ortega y Gasset, en el que se debatieron algunas de sus ideas centrales, como su apuesta por la descentralizaci¨®n o las f¨®rmulas para compatibilizar incentivos. Su anterior visita a Espa?a fue en 1940, huyendo de los nazis.
Pregunta. Los economistas de su escuela son al¨¦rgicos a las clasificaciones ideol¨®gicas. ?Cu¨¢l es su punto de partida metodol¨®gico?
Respuesta. Mi inter¨¦s es el desarrollo de m¨¦todos para estudiar rigurosamente los sistemas econ¨®micos, no en un sentido ideol¨®gico, sino anal¨ªtico. Hay que indagar cu¨¢les son realmente los efectos de las actuaciones de los Gobiernos. Tanto el laissez faire-lais-sez passer como la concepci¨®n centralista seg¨²n la que el Gobierno es quien dicta exactamente lo que sucede, son dos extremos te¨®ricos, ¨²nicamente te¨®ricos. Son como las teclas extremas de un piano: entre ellas hay muchas intermedias.
P. ?A qu¨¦ conclusiones llega en su indagaci¨®n?
R. El objeto del an¨¢lisis no debe ser s¨®lo los sistemas que han existido, como el corporativismo de los a?os treinta, por ejemplo. Hay que acercarse a la realidad como a un viol¨ªn, que se rasga incluso si antes no ha sido tocada. Los economistas deber¨ªamos compararnos a los fabricantes de computadoras. Lo interesante del trabajo de ¨¦stos es c¨®mo se dise?a un nuevo computador. Una tarea del economista deber¨ªa ser, prescindiendo de los modelos existentes, proponer otros nuevos, diferentes a los ya conocidos, aunque incorporen algunos elementos ya probados. Mi punto de vista es el de los dise?adores. Me siento tan insatisfecho como ellos de lo que hay.
P. Esos modelos deben organizarse en torno a objetivos.
R. Creo que en Econom¨ªa son tres. Eficiencia, que significa la conjunci¨®n de productividad y crecimiento econ¨®mico. Igualdad, o un cierto concepto de justicia social, que admite diversos enfoques. Y logro de un est¨¢ndar m¨ªnimo aceptable para todas las existencias, objetivo que enmarca los programas de bienestar, desempleo o Seguridad Social.
Los incentivos
P. Todo el mundo puede compartir esos objetivos, y por tanto la cuesti¨®n es si son suficientemente relevantes.
R. Es que deben perseguirse a trav¨¦s de los criterios del realismo: la compatibilidad de los incentivos y la descentralizaci¨®n, fundamentalmente. Mi reflexi¨®n sobre la compatibilidad de los incentivos empez¨® en los a?os setenta, en viajes profesionales a la URSS, China y la India. Constat¨¦ la debilidad de las econom¨ªas socialistas en situaciones en que dispon¨ªan de buenos objetivos, pero cuya pr¨¢ctica no ha funcionado. Una raz¨®n estriba en que ignoran que el pueblo se comporta persiguiendo su propio inter¨¦s, aunque no sea s¨®lo material.
P. Eso es bastante evidente.
R. S¨ª, es el punto de partida. La preocupaci¨®n por la compatibilidad de incentivos comienza con la pregunta de si los individuos de un determinado sistema se sienten motivados para contribuir a sus fines. Lo cierto es que el sistema, en esos casos, tal como est¨¢ estructurado, no ofrece a los participantes los incentivos correctos. Pero eso no sucede ¨²nicamente en los sistemas socialistas, sucede en todos los sistemas burocr¨¢ticos, puede suceder en las universidades, en las grandes empresas privadas...
P. ?Por su volumen?
R. No, no s¨®lo porque sean grandes organizaciones. En muchos sitios puede darse esta falta de motivaciones. La respuesta que se nos exige es cu¨¢les son los m¨¦todos para cambiar, c¨®mo incentivar a los agentes econ¨®micos para obtener los objetivos " fijados. M¨¢s precisamente: debemos analizar las relaciones entre las motivaciones personales y los objetivos para ver cu¨¢les de ¨¦stos pueden alcanzarse. Desde Plat¨®n existe el g¨¦nero literario de la utop¨ªa. Aunque pueda parecer que estamos muy cerca de ¨¦ste, la gran diferencia es que nosotros somos conscientes de que el comportamiento humano no puede ser programado.
P. Adem¨¢s de los incentivos, apuesta por la descentralizaci¨®n.
R. S¨ª, incluso si no hubiera falta de motivaci¨®n, la, propuesta -que se ha hecho reiteradamente- de una completa centralizaci¨®n de la direcci¨®n econ¨®mica en una gran organizaci¨®n, pa¨ªs, corporaci¨®n privada o empresa p¨²blica, no sirve, no funciona. Para el, centro es imposible adquirir toda la informaci¨®n relevante. Incluso con la m¨¢s moderna inform¨¢tica, creemos que los hechos econ¨®micos tienen tanta complejidad que no es pr¨¢ctico concentrar toda la informaci¨®n.
P. ?Se apuntan, entonces, al small is beautiful, lo peque?o es hermoso, la magnificaci¨®n de lo micro?
R. No. Lo peque?o: la descentralizaci¨®n es hermosa. Quiz¨¢s lo grande puede ser hermoso, pero para ello debe ser manejado y dirigido en forma descentralizada. Esta descentralizaci¨®n no es ¨²nicamente delegaci¨®n de competencias. Un ejemplo es la experiencia actual de China y Hungr¨ªa. Esos pa¨ªses, manteniendo importantes controles centrales, est¨¢n transfiriendo gran parte de las competencias desde el plan hacia el mercado. Atenci¨®n, lo importante de ello no es tanto que se acuda de nuevo al mercado, como que se descentralice. Lo m¨¢s importante es el paso al realismo, s¨®lo as¨ª pueden conseguirse los objetivos.
P. Pero ese realismo puede modularse de muy distintas formas.
R. Evidente. Nuestro trabajo es establecer en cada caso cu¨¢l es el grado ¨®ptimo de descentralizaci¨®n, teniendo en cuenta los l¨ªmites. Y son muy diferentes en diferentes situaciones.
P. Una interpretaci¨®n de esa descentralizaci¨®n podr¨ªa ser la actual moda privatizadora de empresas p¨²blicas.
R. De ninguna forma hay que identificar descentralizaci¨®n con privatizaci¨®n. Veamos el caso de la Banque de Paris et des Pays Bas, la Paribas. Me temo que despu¨¦s de la privatizaci¨®n pueda quedar m¨¢s centralizada, con menos control social. No hay reglas generales, salvo la de que hemos de buscar lo menos malo, no lo mejor. Hay empresas privadas demasiado centralizadas y por tanto ineficientes, mientras que hay tambi¨¦n entidades del sector p¨²blico que funcionan en forma bastante descentralizada y eficiente, consiguiendo sus objetivos sociales. No hay reglas generales, pero hay m¨¦todos genera les de an¨¢lisis para equilibrar y ponderar los objetivos.
P. ?Y para conseguirlos todos?
R. ?Todos los objetivos juntos? Muchas veces eso no puede alcanzarse. Pero no es la tarea habitual del economista jerarquizar los objetivos. Esa es m¨¢s bien de los pol¨ªticos. Nosotros hemos de estudiar la imputaci¨®n de costes a cada sector, o empresa, o planta productiva, a cada unidad. Depende de la f¨®rmula que se emplee, puede aumentarse o disminuirse la eficacia.
La 'f¨®rmula Beato'
P. ?Puede poner alg¨²n ejemplo?
R. Un buen ejemplo de descentralizaci¨®n en Espa?a, en el sentido que nosotros empleamos, es la f¨®rmula que elabor¨¦ Paulina Beato para imputar costes entre las empresas productoras y las distribuidoras de energ¨ªa. Otros son las formulaciones para dise?ar una tarifa o un precio. Depende de c¨®mo cargues los costes, se utilizar¨¢n m¨¢s o menos los servicios: la f¨®rmula es descentralizadora porque dise?as el precio y todos los agentes toman decisiones en torno a ello, aunque el economista no marca al detalle lo que deben hacer. La filosof¨ªa es acercarnos al ideal: no podemos llegar a ¨¦l, y entonces debemos aproximarnos al m¨¢ximo, alcanzar el second best.
P. Los profesores del departamento de Econom¨ªa de Minnesota tienen fama de, si no formar un lobby ideol¨®gico, al menos compartir ideas b¨¢sicas y metodolog¨ªa, formar escuela. ?No es as¨ª?.
R. Compartimos muchos enfoques t¨¦cnicos, incluido el uso de las Matem¨¢ticas y la Estad¨ªstica. Pero no hay uniformidad de opiniones pol¨ªticas. Entre nosotros hay seguidores de la escuela de Chicago, y tambi¨¦n tenemos a Walter Heller -ten¨ªamos, porque acaba de fallecer-, que fue jefe de los asesores econ¨®micos del presidente Kennedy.
P. Su escuela, en todo caso, ha tenido un gran predicamento en Espa?a, particularmente en la Universidad de Barcelona-Bellaterra, de la que ha surgido el Instituto de An¨¢lisis Econ¨®mico.
R. Es un grupo excepcional de profesionales. En mi Universidad, en los a?os setenta nos beneficiamos de que la primera generaci¨®n no ten¨ªa grandes posibilidades en Espa?a, lo que parece que ahora se va corrigiendo. Este flujo nos aporta tambi¨¦n una sensibilidad especial. Hoy hay muchos estudiantes norteamericanos que se acercan a la Econom¨ªa sin una gran motivaci¨®n social, que la enfocan como si se tratase de una rama de la Ingenier¨ªa. Los espa?oles se interesan, adem¨¢s de por los aspectos t¨¦cnicos, por los objetivos, sociales de crecimiento econ¨®mico.
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