El evangelio seg¨²n Hermann Hesse
Hermann Hesse hab¨ªa nacido en Calw, cerca de Sttutgart, el 2 de julio de 1877, y su padre era misionero. Si busc¨¢ramos un retrato de aquel artista adolescente ser¨ªa, sin duda alguna, el joven que protagoniza la novela Demian (1919), donde Emil Sinclair habla de Demian y lo ve superior y fr¨ªo, solitario y silencioso, y que con nadie, excepto con su madre, ten¨ªa trato ¨ªntimo. Estamos ante un ambiente colegial donde resuenan ecos de Musil y Joyce, donde lo permitido y lo prohibido se cuestionan, y se inicia el tr¨¢nsito de la inocencia a la experiencia: "?l hab¨ªa amado y se hab¨ªa encontrado a s¨ª mismo. La mayor¨ªa, en cambio, aman para perderse". Esta concepci¨®n del mundo est¨¢ pr¨®xima a la de Zaratustra, h¨¦roe que Hesse descubr¨ª¨® en 1895 cuando trabajaba en una librer¨ªa de Tubingen. "La vida de cada hombre es un camino hacia s¨ª mismo", pensamiento rom¨¢ntico que nos recordarla el Zen, Walden y hasta los beatniks. El joven Hesse publica su primera novela, Peter Camenzind, a los 26 a?os y pinta un vagabundo solitario que deja su casa en las monta?as para salir a conocer el mundo, y luego, amargado y decepcionado, volver de nuevo al hogar. Este hijo pr¨®digo hace suyo el salmo 121 "Levantar¨¦ mis ojos a las monta?as de donde viene todo mi consuelo", y no es un personaje de Ibsen, sino que vive en una m¨ªstica donde bien y mal compiten por doquier, tema que en Bajo las ruedas continuar¨¢. Demian es la historia de una amistad, incluso de un idilio amistoso, con un final pavoroso cuando el narrador descubre, herido de muerte en la I Guerra Mundial, a su amigo: "Tendr¨¢s que escuchar en tu interior y notar¨¢s que estoy dentro de ti", le confiesa Demian en una escena que recuerda la agon¨ªa de Hamlet en los brazos de Horacio. La amistad masculina es un crisol s¨®lido en Hesse y en Narziss y Goldmund (1930) divisamos una alegor¨ªa medieval que transparenta dos modos de ser. Narziss es el monasterio y Goldmund la escultura y la b¨²squeda apasionada de la memoria de la madre.El primero vive en un mundo espiritual y el segundo una existencia pasional. Narziss le dice en cierta ocasi¨®n: "T¨² eres un artista y yo un pensador. T¨² duermes en el regazo de la madre y yo velo en el desierto. Para m¨ª luce el sol, para ti la luna y las estrellas. T¨² sue?as con doncellas, yo con mutimonio de una crisis, donde resuena todav¨ªa el fragor de la guerra, y se plasma un viaje que el autor hace a la India. Incluso que recoge los a?os en los que sigue una larga cura de psicoan¨¢lisis con un disc¨ªpulo de Jung. Una ¨¦poca ag¨®nica que recuerda el ¨²ltimo verano de Mingsor, cuandoel artista agonizante se preguntaba: %Cu¨¢ntas vidas, de las IC que pose¨ªa, le quedaban?". Una cegadora luz oriental que era necesaria: "He intentado descubrir lo que es com¨²n a todas las confesiones, a todas las formas de piedad, lo que supera las diferencias entre las naciones, lo que puede ser cre¨ªdo o respetado por todo hombre, sea cual sea la raza a la que pertenezca". Shiddharta abandona la casa de sus padres, guarda como un tesoro esa m¨¢xima tan necesaria -"Tu alma es el mundo entero"-, regala su t¨²nica a un pobre que encuentra en el camino y busca su esencia: "Siddharta ten¨ªa un fin, una meta ¨²nica: deseaba quedarse vac¨ªo, sin sed ni deseos, sin sue?os, sin alegr¨ªas ni penas. Deseaba morirse para alejarse de s¨ª mismo, para no ser yo, para encontrar la tranquilidad en el coraz¨®n vac¨ªo". Estas plegarias construyen la fortaleza interior, est¨¢n entre san Francisco de As¨ªs y Emerson, y son el camino de El lobo estepario (1927) donde Harry Haller se siente ajeno a la sociedad, como si fuera a la vez hombre y lobo, y en sus garras sentimos el quejido de nuestra ¨¦poca. Un libro dentro de otro que refleja, en parte, la misma vida amorosa y matrimonial de Hesse y hasta su b¨²squeda del refugio de Montagnola, su abandono de la nacionalidad alemana para pasar a la suiza. El lobo estepario es un hombre de unos 50 a?os que viaja buscando algo, que advierte que su fiereza es necesaria: "El hombre y el lobo se ver¨ªan obligados a reconocerse mutuamente". El juego de los abalorios (1943), s¨ªmbolo de la b¨²squeda ut¨®pica de Castalia, con deudas obvias a Broch y T. Mann, como peregrinaci¨®n al futuro y al pasado, y un h¨¦roe, Joseph Knecht, indagando las leyes secretas del cosmos. Hesse deploraba el nazismo. Toda su obra es una peregrinaci¨®n grandiosa cuya meta es el hombre, a veces ¨¢ngel a veces fiera. El lobo estepario como s¨ªmbolo de una nueva religi¨®n.
Babelia
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