Conspiraci¨®n contra un embajador
EL CESE del actual embajador de Espa?a ante la Santa Sede, Gonzalo Puente Ojea, constituye todo un s¨ªmbolo del dinamismo que el poder imprime hoy d¨ªa a la sociedad espa?ola. La destituci¨®n parece que le llega no por motivos profesionales, sino por determinadas valoraciones subjetivas que se han hecho de actos que s¨®lo pertenecen a la esfera de su conducta privada. La decisi¨®n del embajador espa?ol de divorciarse de su esposa ha puesto en movimiento toda una serie de iniciativas en la sombra para arrancar la decisi¨®n de su destituci¨®n al presidente del Gobierno, Felipe Gonz¨¢lez. Los sectores de la derecha cat¨®lica espa?ola, tanto eclesi¨¢stica como pol¨ªtica, que ya se movilizaron contra su nombramiento en octubre de 1985, dada su conocida condici¨®n de intelectual agn¨®stico, se han puesto en marcha de nuevo contra la permanencia de un divorciado al frente de la Embajada espa?ola ante la Santa Sede.La innoble campa?a desatada con ocasi¨®n del nombramiento como embajador ante la Santa Sede del autor de Ideolog¨ªa e Historia: la formaci¨®n del cristianismo comofen¨®meno religioso (1974) y Problem¨¢tica del catolicismo actual (1955), entre otras obras, no pudo impedir la concesi¨®n del pl¨¢cet vaticano a su designaci¨®n. En realidad, seg¨²n todos los testimonios, su labor durante el a?o y medio largo que lleva al frente de la Embajada espa?ola ante la Santa Sede ha sido altamente apreciada en las esferas vaticanas, en las que goza de gran prestigio y de unas excelentes relaciones personales. Pero en los sectores m¨¢s inmovilistas de la iglesia espa?ola que han contado como portavoz en esta tarea con la prensa reaccionaria, nunca se ha considerado perdida la batalla emprendida contra Puente Ojea desde el momento mismo en que trascendi¨®, en el verano de 1985, la intenci¨®n del Gobierno espa?ol de proponerle para el puesto de embajador ante el Vaticano.
La decisi¨®n del embajador espa?ol, anunciada ya hace alg¨²n tiempo, de divorciarse de su anterior esposa ha sido compulsivamente aprovechada por estos sectores para intentar forzar su destituci¨®n. Ya en marzo pasado, con motivo de la beatificaci¨®n de cinco espa?oles, y reci¨¦n conocida la decisi¨®n del embajador de divorciarse, se propalaron rumores sobre una supuesta crisis diplom¨¢tica entre Madrid y la Santa Sede a causa de esa decisi¨®n personal. Y aunque desde medios del propio Vaticano se neg¨® cualquier fundamento a la supuesta crisis -si estas cuestiones entrasen como condiciones sine qua non, el Vaticano tendr¨ªa que negar su pl¨¢cet al menos a una quincena de embajadores de los actualmente acreditados, seg¨²n se resalt¨® entonces en dichos medios-, los sectores inmovilistas del catolicismo espa?ol han seguido maquinando sin descanso.
Estas maquinaciones contra un hombre personal, intelectual y profesionalmente tan acreditado como Puente Ojea son moralmente deleznables, aunque, desgraciadamente, no es extra?o que se produzcan, dado el fanatismo ideol¨®gico y el farise¨ªsmo que sigue ti?endo la actitud de influyentes sectores de la sociedad espa?ola. Lo realmente sorprendente, y desde luego absolutamente inadmisible, es que el Gobierno haya sucumbido finalmente a estas innobles maquinaciones, conculcando una norma de actuaci¨®n tan elemental en las sociedades civilizadas como la de no mezclar un problema que afecta a la exclusiva conciencia personal del individuo con el ejercicio de su misi¨®n profesional.
La conspiraci¨®n contra el embajador Puente Ojea demuestra la existencia en Espa?a de grupos todav¨ªa influyentes que no cejan en su intento de utilizar su poder para socavar los cimientos de tolerancia y de pluralismo moral e ideol¨®gico en que se basa la actual convivencia espa?ola, y que tienen su m¨¢xima expresi¨®n legal en la Constituci¨®n que se han dado los ciudadanos espa?oles. Pero demuestra tambi¨¦n, y esto es lo verdaderamente alarmante, la receptividad de un Gobierno que se pretende a resguardo de todo tipo de presiones, ante los interesados apremios de los portavoces, con sotana o de paisano, de los que no han dado por concluida la larga era del nacional-catolicismo.
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