Jovanka Budisavljevic
La viuda de Tito lleva siete a?os luchando por la herencia del l¨ªder yugoslavo
Jovanka BudisavIjevic era en el a?o 1941 una joven campesina serbia ortodoxa que se ech¨® al monte con gran parte de la gente de su aldea croata de Lika, amenazada de asimilaci¨®n religiosa y ¨¦tnica por el cat¨®lico Estado Independiente Croata, sat¨¦lite de Alemania e Italia. Durante sus cinco a?os de combate en las filas partisanas obtuvo el grado de mayor e ingres¨® en el partido comunista. En 1952 se convertir¨ªa en la tercera esposa del presidente, hasta que en 1977 Tito la apartase de su lado y de la vida p¨²blica. Reaparecer¨ªa en 1980, con motivo del entierro de su marido. Lleva desde entonces querell¨¢ndose por la herencia de quien fue el hombre m¨¢s poderoso de Yugoslavia durante 35 a?os.
Jovanka tiene hoy 64 a?os. Tito le llevaba 30. Siempre ofreci¨® la imagen de la campesina sureslava hermosa y un tanto gruesa. Ni en los momentos m¨¢s duros de su vida dej¨® de esgrimir una sonrisa suave, pero no sumisa. Supo adaptarse perfectamente a la profusa vida diplom¨¢tica de su marido y lo mismo se inclin¨® ante el papa Pablo VI que aguant¨® la mirada de un Kennedy o un Jruschov. Pero los colaboradores de su marido le ten¨ªan una mezcla de miedo y respeto. Siempre estuvo en todo, supervisando personalmente hasta los detalles aparentemente m¨¢s insignificantes. Pocos minutos antes de la llegada de Gamal Abdel Nasser a Yugoslavia, descubri¨® que una camarera apol¨ªtica hab¨ªa colocado una lata de zumo de naranja israel¨ª junto a la cama donde durmi¨® el l¨ªder egipcio durante una visita oficial.
Tito se apart¨® de ella en 1977, debido a lo que parece haber sido una de las mayores intrigas pol¨ªticas de cocina de la posguerra yugoslava. Coinciden los observadores, entre ellos el historiador y bi¨®grafo de Tito, VIadimir Dedijer, en que Jovanka ten¨ªa simpat¨ªas desmedidas por los sectores serbios prosovi¨¦ticos. Tito no se atrevi¨® a divorciarse. Seg¨²n Dedijer, ya en su lecho de muerte le habr¨ªa declarado a Edavard Kardelj, te¨®rico de la autogesti¨®n, que la quer¨ªa. Pero despu¨¦s de que intentara entrar en el comit¨¦ central, con previsibles intenciones de heredar pol¨ªticamente a su marido, ¨¦ste la alej¨® del poder.
No s¨®lo pol¨ªticamente pretendi¨® Jovanka heredar al mariscal. Para impedirlo, mediante una ley especial que la prensa ha calificado de Ley Jovanka, la Asamblea Federal prohibi¨® a la viuda disponer como suyos de buena parte de los bienes suntuarios que la rodearon mientras era la primera dama sureslava. Debe andar cobrando unas 100.000 pesetas de pensi¨®n al mes y dispone de una villa junto a la Embajada estadounidense. Pero su abogado se querella contra el Estado porque a su clienta le tienen retenidos, en la ex residencia de Tito, enseres personales de gran valor, joyas incluidas. Ha reclamado carrozas y caballos de Lipica, la raza de la escuela de equitaci¨®n espa?ola de Viena, vinos centenarios y esculturas. S¨®lo la lista de libros que exige tiene 15 folios. Arguye que la ley es la ley y que reformarla por decreto exigir¨ªa poner de cabeza la legislaci¨®n sobre propiedad personal.
Tito vivi¨® en el lujo, pero nadie ha detectado que poseyera riquezas. Jovanka considerar, que, por ejemplo, los Cadillac que recibi¨® su marido en vida, regalo de emigrantes yugoslavos en Am¨¦rica, le pertenecen. Al final de sus d¨ªas, el presidente yugoslavo no ten¨ªa en su cuenta m¨¢s que un mill¨®n de pesetas, cantidad que tambi¨¦n quiere para s¨ª la viuda, sin compartirla con los dos hijos de sendos matrimonios anteriores de Tito.
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