Rafsanyani compara la pol¨ªtica norteamericana en el Golfo con la de Hitler en Polonia
Si sus miradas pudieran atravesar mares, monta?as y desiertos, llegar hasta miles de kil¨®metros al Suroeste, ver¨ªan la Kaaba, el meteorito sagrado de La Meca. Pero, aunque orientados hacia all¨ª, lo que ven los miles y mides de iran¨ªes reunidos en el campus de la universidad de Teher¨¢n es al hoyatoleslam Rafsanyani. Desde un escenario teatral, una metralleta como bast¨®n, el n¨²mero dos del r¨¦gimen isl¨¢mico compara a Estados Unidos con la Alemania nazi. Pide el suicidio del rey saud¨ª Fahd y admite que Ir¨¢n est¨¢ ahora en "situaci¨®n defensiva".
La plegaria del mediod¨ªa del viernes en la universidad de Teher¨¢n es la principal tribuna de expresi¨®n pol¨ªtica y religiosa de los actuales dirigentes iran¨ªes. Es al mismo tiempo mitin, discurso en el Parlamento sobre el estado de la naci¨®n, intervenci¨®n televisiva de urgencia, refer¨¦ndum popular y ceremonia m¨ªstica. Hoy est¨¢ tan concurrida como siempre. Unos 15.000 varones barbudos asisten a la plegarla bajo la gran carpa levantada con tubos met¨¢licos y lonas. Est¨¢n descalzos, arrodillados sobre grandes lienzos, y cada uno tiene delante una piedrecita redonda, hecha con tierra de La Meca o de las ciudades santas del islam shi¨ª.
Cuando deban inclinar sus cabezas contra el suelo, sus frentes tocar¨¢n esos talismanes.
Delante, separados por una valla, se sit¨²an los cl¨¦rigos importantes, con turbantes blancos o negros. Tambi¨¦n en buen lugar, tres falanges particulares de invitados: un centenar de paquistan¨ªes, que regresan a su pa¨ªs tras haber peregrinado a La Meca; un n¨²mero semejante de prisioneros de guerra iraqu¨ªes, y unos 300 soldados de la revoluci¨®n isl¨¢mica.
Los primeros, los paquistan¨ªes, llevan pantal¨®n y camisa blancos, chalecos negros y sus caracter¨ªsticos gorritos de astrac¨¢n. Los prisioneros iraqu¨ªes van uniformados de color gris azulado oscuro, y, si te tomas la molestia de preguntar, afirman que est¨¢n all¨ª de buen grado y que Sadam Husein es un ser diab¨®lico.
En cuanto a los soldados iran¨ªes, tienen uniformes parduzcos y ci?en su frente con cintas rojas o verdes, con la inscripci¨®n Ala Akbar (Dios es grande).
El resto de la asistencia que goza de la sombra de la carpa est¨¢ formado por hombres de todas las edades, de rostros y ropas que evidencian una condici¨®n modesta. Ni uno lleva corbata. Sus miradas no son serenas: expresan inquietud, fervor o angustia.
Son la expresi¨®n de los abismos del alma shi¨ª, de su permanente luto y su promesa mesi¨¢nica.
Pero Rafsanyani tiene m¨¢s p¨²blico. Otros muchos miles de personas pueden o¨ªrle, aunque no verle. Son las mujeres, agrupadas a la izquierda y fuera de la gran carpa, todas cubiertas con el negro chador.
Y tambi¨¦n la muchedumbre que llena las calles de los alrededores.
Gentes armadas
M¨²ltiples camiones cisterna abastecen de agua al p¨²blico. El calor es soportable; el orden, perfecto; la megafon¨ªa, buena, y apenas se ven gentes armadas. El servicio de seguridad es mil veces m¨¢s discreto que en cualquier partido de f¨²tbol en un gran estadio europeo, apenas los hombres que escoltan a Rafsanyani, una media docena de gigantes embutidos en monos verdes, con enfundadas pistolas a la cadera.Cuando el presidente del Parlamento iran¨ª hace su aparici¨®n, diversos oradores han calentado a la concurrencia.
?Est¨¢is preparados para luchar contra el Gran Sat¨¢n en el Golfo?", pregunta; y la muchedumbre se pone en pie, eleva al un¨ªsono los pu?os y corea: "Muerte a Am¨¦rica', "Listos para el martirio", "Guerra hasta la victoria". "?El crimen cometido en La Meca contra nuestros hermanos va a quedar impune?", vuelven a inquirir los teloneros. "Venganza, venganza", "Fahd, te mataremos", es la respuesta. Todo el mundo se da golpes en el pecho con ambas manos.
Rafsanyani aparece hacia las 11.15 hora local, lleva turbante blanco, capa marr¨®n, y su rostro, lampi?o salvo por un bigotito, revela un origen centroasi¨¢tico. Para que calle la multitud, el hoyatoleslam hace se?as durante varios minutos con la mano derecha, en cuyo dedo me?ique destaca un grueso anillo. Apoya entre tanto la otra en el ca?¨®n de la metralleta.
Lengua farsi
"En nombre de Dios, el clemente, el misericordioso. Alabado sea Dios", comienza en ¨¢rabe, y pasa en seguida a la lengua farsi. Rafsanyani habla dando la espalda a un gran retrato del imam Jomeini y a otro m¨¢s peque?o de su sucesor, el ayatollah Montazeri, y, mucho m¨¢s lejos, a La Meca.
El discurso del hoyatoleslam es tranquilo, bien entonado, musical casi. No hay en su voz excitaci¨®n m¨ªstica o revolucionaria, sino la buena locuci¨®n de un profesional de los medios audiovisuales.
"Estados Unidos pretende que su voluntad es terminar con la guerra del Golfo. Afirma que es neutral en el conflicto. Pero ahora est¨¢ demostrando que su lado es el iraqu¨ª", dice el hoyatoleslam.
Y prosigue: "Estados Unidos buscaba un pretexto para enviar sus guerreros al Golfo, y no era dif¨ªcil encontrarlo.
La actitud norteamericana recuerda las excusas que Hitler invoc¨® para intervenir en Polonia".
Y explica: "Antes de poner bandera norteamericana a los petroleros kuwait¨ªes, pod¨ªan haber ordenado a Irak que cesara sus ataques contra nuestros barcos".
M¨¢s adelante, Rafsanyani alude a las dificultades que est¨¢ encontrado el Pent¨¢gono en el Golfo. Cita las minas y las tormentas, y entonces r¨ªe. Su risa se contagia a la multitud, que a?ade: "Ala Akbar".
El tono del orador es ahora jovial, casi despreocupado, pese a que sigue hablando de cosas grav¨ªsirnas.
Y de repente dispara: "Si Estados Unidos quiere seguridad en la regi¨®n, debe decir al rey Fahd que se suicide".
El acento vuelve a ser grave al recordar a "los m¨¢rtires de La Meca".
Durante una hora y media larga, la gente escucha arrobada a este hombre pragm¨¢tico, de la total confianza de Jomeini, que admite que la actual situaci¨®n iran¨ª es "defensiva frente al despliegue norteamericano".
Al final, el hoyatoleslam resume su discurso en lengua ¨¢rabe, y s¨®lo entonces comienza la verdadera plegarla del mediod¨ªa, que ¨¦l dirige.
Como millones de otros musulmanes desde el Atl¨¢ntico al Pac¨ªfico, los iran¨ªes reunidos en la universidad de Teher¨¢n escuchan las alabanzas salmodiadas de Al¨¢, y agachan sus cabezas contra el suelo.
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