El tiempo
Hay quien desde?a el poder explicativo de los mitos por creerlos meras invenciones; sin embargo, detr¨¢s de cada relato m¨ªtico acostumbra a esconderse un trazo de la historia de la humanidad. El pecado original, por ejemplo.El marxista ingl¨¦s John Bernal ya sugiri¨® hace algunos a?os que esconde un hecho real. En su opini¨®n, describe el paso del Paleol¨ªtico al Neol¨ªtico. El hombre deja de ser cazador y se convierte en campesino; pierde su libertad de movimientos y deviene esclavo de la tierra y de la lluvia y el sol, tiene que ganar el pan con el sudor de su frente. Bella interpretaci¨®n, pero insuficiente. ?Por qu¨¦ el hombre iba a ser tan lerdo de abandonar la condici¨®n primitiva si la nueva no le reportara m¨¢s ventajas que inconvenientes?
M¨¢s bien parece que lo que el hombre descubri¨® al morder la manzana fue la existencia del tiempo. El cazador viv¨ªa en el presente, quiz¨¢ feliz, pero supo, de repente, que hab¨ªa un ma?ana en el que esa felicidad derivada de la estabilidad de la abundancia pudiera desaparecer. Descubri¨® el tiempo que ha de venir y tuvo miedo de la escasez futura.
Es un descubrimiento terrible. En el mito b¨ªblico se le promete a Eva el conocimiento del bien y del mal. ?Gran mentira! El bien era la ignorancia del tiempo; el saber, en cambio, s¨®lo puede acarrear la incertidumbre, la inseguridad, el miedo, diversas caras del mal, que, como el ser de Arist¨®teles, es uno, pero se dice de muchas maneras.
Y en eso estamos ahora. Sabemos de la existencia del ma?ana e hipotecamos a ¨¦l toda nuestra existencia presente. Trabajamos para el futuro, dejamos de disfrutar el presente no ya en funci¨®n del goce que ha de venir, sino en funci¨®n de evitar la desgracia, punto m¨¢ximo de felicidad que somos capaces de imaginar. S¨®lo los ni?os siguen confundiendo el tiempo, el hoy y el ayer y el hace un rato. Y nos acucian hasta ponemos nerviosos con la exigencia de satisfacci¨®n inmediata a sus deseos, a nosotros, educados en el aplazamiento, en el pecado original, en el tiempo.
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