?A¨²pa, Manili!
Aguirre / Ruiz Miguel, Ortega, ManiliEl p¨²blico, harto de toros inv¨¢lidos, de lidia rid¨ªcula, de toreros cursis, estaba con Manili. "?A¨²pa, Manili!", le animaba, cuando sali¨® a medirse con el sexto de la tarde, el m¨¢s grande de la corrida, el ¨²nico que no se cay¨®, el ¨²nico que recibi¨® tres puyazos en regla, el ¨²nico que embest¨ªa. El toro era manso pero Manili es bravo y sali¨® a los medios con el grande-fuerte-manso-embestidor toro, se cruz¨® y se embraguet¨®, mand¨® en los redondos, ci?¨® los de pecho. Por unos instantes, Manili mandaba en la situaci¨®n y en el toreo y no se habr¨ªa cambiado por el emperador de la China."?A¨²pa, Manili!", aclamaba el p¨²blico y lo mismo habr¨ªa podido aclamar "?A¨²pa la fiesta!", esa, la del sexto toro, ¨²nico toro con el ¨²nico torero de la tarde. Manili, despertado en Las Ventas de un largo letargo, v¨ªctima del injustificado olvido de las empresas, hab¨ªa llegado a la feria bilba¨ªna por la puerta falsa, de sustituto, a pechar con el lote de m¨¢s trap¨ªo de la corrida. Y como es torero, all¨¢ penas si no tan artista como otros, all¨¢ penas si ajeno a politiqueos de despacho y remilgos, triunf¨® con todo derecho. Y, de paso, pudo ense?ar al p¨²blico la diferencia abismal que hay entre torear un toro y pegarle pases a un borrego.
Cinco toros de Aguirre Fern¨¢ndez, inv¨¢lidos, inservibles, excepto el sexto, manso
Cuarto, sobrero de Murteira, dif¨ªcil. Ruiz Miguel: estocada ca¨ªda (vuelta con protestas); pinchazo y estocada corta (silencio). Ortega Cano: metisaca atravesada que asoma y descabello (silencio); pinchazo y estocada corta atravesada (silencio). Manili: estocada corta (silencio); estocada ca¨ªda (oreja). Plaza de Bilbao, 22 de agosto. S¨¦ptima corrida de feria.
El cuarto, sobrero, tambi¨¦n embisti¨®, pero menos. Por una vez y sin que sirva de precedente, el inefable servidor de las cuadrillas que ejerce su funci¨®n desde el palco, devolvi¨® a los corrales al in¨²til toro titular. La verdad es que si no lo cambia, all¨ª nos quedamos todos, hasta las tantas, pues el toro titular estaba m¨¢s tiempo ca¨ªdo que levantado. El sobrero, terciaducho, escurrido, sospechosamente cornicorto, era incierto, ten¨ªa peligro, y Ruiz Miguel, despu¨¦s de probarle la embestida, lo traste¨® nervioso, destemplado y acelerado. Raras actitudes, en este diestro.
Lo otro que salt¨® a la arena no serv¨ªa para nada, si no es para carne. Lo otro que salt¨® a la arena trastabillaba nada m¨¢s aparecer por los chiqueros, se pegaba costaladas antes de que aparecieran los picadores, se pon¨ªa a morir en cuanto tropezaban con el peto del caballo. Se simularon las suertes de varas y en realidad se simul¨® la lidia, el toreo, el espect¨¢culo.
El presidente no devolv¨ªa el ganado al corral, a pesar de su inutilidad evidente, a pesar de las airadas protestas de un gent¨ªo que se sent¨ªa estafado. Debe ser duro estar en un palco, en papel de chico de los recados, soportando la p¨²blica rechifla y reprobaci¨®n. Qu¨¦ rec¨®nditas motivaciones mueven al presidente de Bilbao a hacer de chico de los recados y a soportar la p¨²blica rechifla y reprobaci¨®n, no se conocen, aunque se susurran maliciosamente. Los taurinos, a quienes beneficia, algo deben saber de esto.
Ortega Cano hizo el rid¨ªculo con dos borregos moribundos, Ruiz Miguel con otro, y Manili no, pues pudo desquitarse con el toro de verdad y se proclam¨® el hombre del d¨ªa, en Bilbao. "?A¨²pa, Manili!", le aclamaban. Y pisaba fuerte. M¨¢s fuerte que nadie. Estaba tan contento que ni pudo leer el pedazo de pancarta amarilla que se exhib¨ªa en la andanada y dec¨ªa: "Gobernari Kakalari; -Pikutara joan hadi-" (Todo ven¨ªa de caca y de irse a hacer g¨¢rgaras).
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.