La condena de Hess
Rudolf Hess, condenado por los jueces de Nuremberg, fue, sin duda, un criminal de guerra. Comparti¨® plenamente la responsabilidad de la pol¨ªtica nazi de genocidio, de los campos de concentraci¨®n. La sentencia dictada en Nuremberg es indiscutible. Este hombre mereci¨® vivir en Spandau.Lo que s¨ª es discutible es la duraci¨®n de su permanencia all¨ª. Transcurrido cierto tiempo, el objetivo de la encarcelaci¨®n -el castigo por un crimen- se ha cumplido. Pasado este punto, el castigo deja de ser encarcelamiento y se transforma en pena de muerte. Si Hess estaba destinado a morir a manos de los aliados, tal debiera haber sido el veredicto inicial. As¨ª, los gastos que supone el mantener durante d¨¦cadas a un criminal nazi, posiblemente demente, hubieran sido evitados; este dinero pudiera haberse utilizado para la reconstrucci¨®n en la posguerra, o la repatriaci¨®n de las v¨ªctimas de los nazis.
?Por qu¨¦ entonces no fue ejecutado Hess hace 40 a?os? Sus cr¨ªmenes, obviamente, fueron considerados insuficientes. En vez de a muerte, fue sentenciado a vida en prisi¨®n. Ello representaba, real¨ªsticamente, 20, 25 o hasta 30 a?os. Tras 42 de reclusi¨®n, Hess hab¨ªa sufrido lo suficiente y m¨¢s, mucho m¨¢s. De ello da testimonio el que ya no pudiera m¨¢s con el castigo y fuera impulsado al ¨²ltimo recurso del hombre en agon¨ªa f¨ªsica o mental, el suicidio. Pero a Hess le hab¨ªan sentenciado a vida, no a muerte.
Y ?por qu¨¦ entonces no fue puesto en libertad Hess despu¨¦s de un per¨ªodo de tiempo adecuado? ?sta es quiz¨¢ la m¨¢s dificil pregunta, tanto para plantear como para contestar. EL PA?S (Suicidio en Spandau, 19 de agosto) da algunas buenas razones. Hess habr¨ªa sido "un est¨ªmulo" para los peque?os e irrelevantes grupos neonazis existentes. Pero ya era un est¨ªmulo. Agitar por la liberaci¨®n de Hess fue una actividad favorita de los neonazis; les daba una excusa para manifestarse. La liberaci¨®n de Hess hubiera supuesto una disminuci¨®n de dichas actividades. Y lless, anciano y enfermo, carec¨ªa de la habilidad de dirigir cualquier grupo, excepto de forma estrictamente espiritual; en todo caso, ya gozaba de esta clase de liderazgo. Es m¨¢s: de existir autoridades con un m¨ªnimo sentido de responsabilidad p¨²blica, es inconcebible pensar que a Hess le hubieran permitido la acctividad pol¨ªtica.
Otro argumento compara a Hess con Barbie, con la diferencia de que, siendo criminales los dos, debieran quedar ambos en prisi¨®n. Pero la diferencia es clara: Barbie nunca pag¨®, mientras que Hess hab¨ªa pagado, y estaba ahora siendo robado.
Hess no fue liberado porque los sovi¨¦ticos vetaron toda proposici¨®n en ese sentido. Los otros tres grandes de la alianza de las Naciones Unidas parec¨ªan estar, estos ¨²ltimos a?os, dispuestos a soltarle. La raz¨®n com¨²nmente dada para explicar la negativa sovi¨¦tica es que Hess era el eterno s¨ªmbolo de la trituraci¨®n del nazismo; el loable fervor sovi¨¦tico, patri¨®tico y antinazi nunca se quebrar¨ªa ante las conspiraciones occidentales para liberarle. Y es cierto que en Occidente ten¨ªan razones para conspirar en favor de su liberaci¨®n. El Gobierno sovi¨¦tico, desde los tiempos de Stalin, han tenido muy clara la utilidad de Spandau, y ah¨ª est¨¢ el verdadero motivo del continuo nyet, y ah¨ª tambi¨¦n est¨¢ Hess, convertido en pe¨®n de la geopol¨ªtica, conducido en su vejez al suicidio. Cuando derrumben Spandau, el ¨²ltimo lugar de Berl¨ªn Occidental donde tienen los sovi¨¦ticos derecho a mantener una presencia permanente -de vigilantes y de vigilantes- dejar¨¢ de existir. Y, de esta manera, el car¨¢cter occidental de este enclave quedar¨¢ irrevocablemente confirmado.
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