Ensayo de teatro
Un turista agotado yace en la playa; el muchacho que atiende el chiringuito charla con ¨¦l. Pronto se ver¨¢ que son Ulises y la diosa Atenea. Del pasaje de Homero en el que Atenea toma la forma de un efebo se deduce, en la ficci¨®n de Savater, una ambig¨¹edad de relaciones y predilecciones. La aumentan los dos actores -Manuel de Blas y Enrique Benavent- con el amaneramiento, los ademanes, la dicci¨®n. Esta ambig¨¹edad forma parte de otras deliberadas: la indecisi¨®n en el tiempo -actual y antiguo- y la duda. Est¨¢ entre Homero y Savater. Digamos, en raz¨®n de la etiqueta de fil¨®sofo de Savater, que lo que hay es una angustia c¨®smica, una pulsi¨®n de muerte, un final de partida, un tr¨¢nsito de la ilusi¨®n a la decepci¨®n. Savater es sobre todo un pol¨ªgrafo, palabra que se degrada injustamente en esta ¨¦poca que adiestra a todos en la especializaci¨®n y en la evocaci¨®n ¨²nica. Ha abordado todos los g¨¦neros: tent¨® el teatro con una pieza breve e inteligente, y lo vuelve a tentar ahora. No hay, en efecto, especializaci¨®n, sino generalizaci¨®n de un texto que utiliza para expresarse un escenario, quiz¨¢ con justo desprecio a ciertas reglas -se dialoga de dos en dos, hay largas escenas en que dos actores se quedan mudos e in¨²tiles para que hablen los otros dos; no hay acci¨®n, sino debate y relato-, desprecio que la directora, Mar¨ªa Ruiz, secunda quiz¨¢ con exceso, porque no inventa o no aprovecha sugerencias del texto para cubrir esta carencia (o tal vez hubiera m¨¢s carencias y ella las ha aplacado). Las reglas est¨¢n hechas para ser violadas y despreciadas, y siempre se despreci¨® -intelectuamente- el teatro de carpinter¨ªa; a condici¨®n de que el autor -y en todo caso el director- cree las suyas propias, su preceptiva original. En este caso hay tambi¨¦n una ambig¨¹edad entre el formalismo teatral (escenario, actores que act¨²an con oficio, escenograf¨ªa convencional, recursos lum¨ªnicos obvios) y la timidez en el intento de ruptura.Estas ambig¨¹edades deliberadas parecen conectar con nuestro tiempo, con nuestra confusi¨®n, con los debates equ¨ªvocos de modernidad o posmodernidad, con la reunificaci¨®n de los sexos, con no saber nunca en qu¨¦ ¨¦poca estamos. Es lo que Savater ilustra con su texto, de una literatura brillante y reflexiva: rastrea, partiendo de Homero y a veces recurriendo a ¨¦l, el tiempo actual: con las suficientes met¨¢foras como para ser le¨ªdo de las varias maneras posibles que propone. El di¨¢logo entre Tel¨¦maco -Alberto Delgado, bien- y Ulises plantea problemas de herencia y sucesi¨®n, tr¨¢nsito de generaciones, sentido de la propiedad, lecci¨®n de la sabidur¨ªa sobre la espada y la aventura; el mon¨®logo de Ulises -en el que discurre sobre su esencia y su existencia con fuerza l¨ªrica y dramatismo, Manuel de Blas se levanta sobre s¨ª mismo, o sobre el tonillo que trae a esta actuaci¨®n, y lo dice con emoci¨®n, profundidad, humanidad- son algunas muestras de esa bella y seria -la iron¨ªa forma parte de la seriedad- escritura de Savater. Y la idea general de c¨®mo Ulises viene a ser nadie -el pasado no existe- y trata, como su propio hijo, de hacerse a s¨ª mismo. Contra la literatura griega, aqu¨ª no hay anagn¨®risis: Ulises s¨®lo es reconocido, l¨®gicamente, por la diosa efebo que le protege -Enrique Benavent- El aya -Mayrata O'Wisiedo, radiante de frivolidad-, en un intermedio c¨®mico -m¨¢s dependiente de la teatralidad que todo lo dem¨¢s-, ayuda, con su confusi¨®n de recuerdos, a crear en Ulises la seguridad de que es Nadie: un mont¨®n de reminiscencias aplicadas a otras personas que tampoco son ya nadie. El final de la obra apura la lecci¨®n: Ulises entra en la vejez y en la humildad y, con la cl¨¢sica capucha del mendigo, parte con su nueva identidad -renuncia a la aventura, hace el descubrimiento de que la gloria pasada no significa nada- para hacerse a s¨ª mismo. Todo este cruce de intenciones, de introspecciones o de aperturas de adivinaci¨®n a trav¨¦s de lo ambiguo y lo dudoso hacen que el texto de Savater est¨¦ por encima del que se usa en el teatro actual; aunque, como tal teatro, no pase de ser una obra menor: un ensayo verbal escrito por un ensayista, por un no especialista. Lo cual conduce tambi¨¦n a la ambig¨¹edad de que al mismo tiempo complace por el alejamiento de los usos y los recursos esc¨¦nicos, y desplace porque el teatro no se consuma.
?ltimo desembarco
Autor: Fernando Savater. Int¨¦rpretes: Manuel de Blas, Mayrata O'Wisiedo, Alberto Delgado. Escenograf¨ªa y vestuario: Guillermo P¨¦rez Villalta. Direcci¨®n: Mar¨ªa Ruiz. Sala Fernando de Rojas del C¨ªrculo de Bellas Artes. Madrid, 3 de septiembre.
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