ETA no quiere dialogar
LA PUBLICACI?N por el diario Egin de un extenso comunicado de la organizaci¨®n terrorista ETA Militar reconociendo la existencia de negociaciones, describiendo el sentido de los contactos y enjuiciando negativamente las actitudes de los altos cargos oficiales presentes en las conversaciones completa la revelaci¨®n de un nuevo estadio en el proceso terrorista.Nunca antes ETA hab¨ªa aceptado la existencia de contactos que pudieran asimilarse incluso a remedos de negociaci¨®n. Pero no ha de ser una coincidencia que tal aceptaci¨®n se lleve a cabo apenas unos d¨ªas m¨¢s tarde de que el presidente del Gobierno espa?ol desvelara la existencia de di¨¢logos en conferencia de prensa tras su entrevista con el presidente Mitterrand.
Hasta el momento, los criminales de ETA argumentaban que las muertes segu¨ªan produci¨¦ndose por el empecinamiento gubernamental en no entablar un di¨¢logo que facilitara una salida a un problema complejo como el terrorismo vasco, y que no pod¨ªa ser considerado como una simple cuesti¨®n de bandolerismo com¨²n.
Pues bien, el comunicado hecho p¨²blico, que reproducimos en su integridad, significa simplemente el rechazo no ya de un proyecto plausible de buscar una salida pol¨ªtica a la cuesti¨®n, sino que atenta al m¨¢s elemental sentido de la l¨®gica. Independientemente, la construcci¨®n de su discurso podr¨ªa figurar con todo rigor en el Guinness de la incultura pol¨ªtica, y constituye todo un pliego de autoacusaci¨®n de que el grupo dirigente de ETA se despe?a por una pendiente, en la que los cr¨ªmenes, la extorsi¨®n y el chantaje constituyen sus ¨²nicos argumentos. No obstante, la necesidad de un di¨¢logo que evite la acci¨®n destructora del terrorismo constituye una v¨ªa a continuar por los responsables del Estado.
El Gobierno ha tenido un gesto pol¨ªtico digno de elogio y apoyo social al informar a la opini¨®n p¨²blica que, junto a la propia acci¨®n policial, ten¨ªa establecido canales de comunicaci¨®n y pacto para que los terroristas dejaran las armas. S¨®lo los ignorantes o quienes obtienen beneficios indirectos por la din¨¢mica social reaccionaria generada por los cr¨ªmenes terroristas pueden atacar a un Gobierno democr¨¢tico, capaz de abrir un camino para acelerar el final del proceso de destrucci¨®n c¨ªvica indiscriminada que supone la actividad de ETA.
Que el Gobierno revelara la existencia de contactos tendentes a buscar una salida pac¨ªfica al ataque terrorista a cambio de determinadas contrapartidas que, se califiquen formalmente como se quiera, ser¨ªan al cabo pol¨ªticas, muestra tanto una solidez no ya gubernamental, sino de la legitimidad democr¨¢tica del Estado y sus poderes de envergadura hist¨®rica. Que el Gobierno fuera capaz hace apenas tres semanas de hablar y seguir hablando de contactos, a partir de lo cual todo ciudadano entiende la existencia de contraprestaciones, es una prueba de audacia que s¨®lo pueden permitirse los reg¨ªmenes bien consolidados. En este sentido, lo que en el pasado pudiera interpretarse como una debilidad, es ahora, por el contrario, una muestra de fortaleza. M¨¢xime cuando los terroristas acusan en su actividad la p¨¦rdida de eficacia que les supone la desaparici¨®n del santuario franc¨¦s.
Cuando se relatan, en el comunicado de la banda terrorista, tres encuentros con funcionarios y representantes oficiales, desde noviembre de 1986 hasta el 11 de agosto pasado, parecen usar tambi¨¦n el tono artificialmente duro de quien busca ganar posiciones a trav¨¦s de un discriminado deterioro moral o psicol¨®gico del otro. Acusaciones de genocidio contra la pol¨ªtica del Gobierno central o pretensiones de descalificaci¨®n de la otra parte en base a imputarle actitudes cerriles, cuando no de espionaje policial, parecen tan burdas que de no mediar precisamente sobradas pruebas de ofuscaci¨®n y brutalidad sonar¨ªan a una infantil maniobra de imagen.
Sea como fuere, y al margen de las descalificaciones que merezcan por un papel los que repetidamente se revelaron como asesinos, los ciudadanos espa?oles afrontan el primer debate serio y directo que les conecta con este problema. Y por primera vez, en un camino demasiado largo y sangriento, puede ser toda la sociedad democr¨¢tica, y sus distintas instancias pol¨ªticas, la que se muestre solidaria con la batalla que el Gobierno ha emprendido para encontrar fin a un azote que ha costado demasiadas vidas y ha podido perjudicar la imagen del patrimonio social del Estado. Nadie puede augurar en qu¨¦ pueden desembocar los contactos que se han iniciado, pero sin duda nunca antes, desde la transici¨®n, el Estado democr¨¢tico espa?ol dio m¨¢s se?al de su consistencia que someti¨¦ndose a la prueba de que intercambiar algo a cambio de la paz no es un signo de debilidad pol¨ªtica. S¨®lo los enemigos de la libertad y el progreso pueden manifestarse en contra de esta iniciativa.
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