Convidado de piedra
La CEOE, afirma el autor, considera que las tareas pendientes no permiten excluir al Gobierno de la concertaci¨®n social, aunque defiende, sin embargo, que la firma de un acuerdo supone el mantenimiento de una pol¨ªtica que ha dado sus frutos durante los ¨²ltimos a?os. El presidente Gonz¨¢lez, en estas circunstancias, no puede mantener abierta la convocatoria a negociar durante mucho tiempo.
Los pasados meses de junio y julio, el presidente del Gobierno traslad¨® a la opini¨®n p¨²blica la necesidad de abrir un nuevo proceso de concertaci¨®n social dirigido a lograr varios objetivos, entre los cuales hemos de destacar el de la generaci¨®n de nuevos empleos, lo que s¨®lo puede conseguirse a trav¨¦s de la modernizaci¨®n de las estructuras productivas espa?olas, el incremento de la inversi¨®n privada y p¨²blica y la superaci¨®n, con el esfuerzo de todos, de las graves contradicciones que ha abierto el ingreso de nuestro pa¨ªs en la Comunidad Europea.La oferta del presidente Gonz¨¢lez despert¨® l¨®gico inter¨¦s y suscit¨® un clima de esperanza que ser¨ªa grave frustrar.
La CEOE respondi¨® positivamente al prop¨®sito gubernamental, expresando su deseo de acudir a las negociaciones sin prejuicios y condiciones previos.
Por el contrario, UGT y CC OO descalificaron la supuesta bondad de la negociaci¨®n propuesta por el presidente del Gobierno, tild¨¢ndola de coyuntural, efectista y, sobre todo, innecesaria. A cambio, ambos sindicatos sugirieron imperiosamente la apertura no de una negociaci¨®n para que concluya en acuerdo, sino un debate nuevo que, de ser aceptado por el Gobierno, obligar¨ªa a ¨¦ste a asumir compromisos con unos y otros, pero desvinculados de un plan global y, por ello, sin orden ni concierto alguno.
No excluyen UGT y CC OO la l¨®gica negociaci¨®n bilateral con la CEOE en los temas espec¨ªficos que, ajuicio de ambos sindicatos, son propios de los interlocutores sociales.
No pecamos de pesimistas si calificamos el caos dial¨¦ctico antes descrito como preocupante. Para tratar de clarificar cuestiones planteadas parece oportuno analizar el contenido de la concertaci¨®n, todav¨ªa no abierta, en funci¨®n de la metodolog¨ªa en confrontaci¨®n, a tenor de las manifestaciones de centrales sindicales, Gobierno y CEOE.
Es obvio que las propuestas dirigidas al Gobierno de la naci¨®n que afecten al empleo, formaci¨®n profesional, gesti¨®n del Instituto Nacional de Empleo (Inem) y otros organismos p¨²blicos, etc¨¦tera, exigen un acuerdo tripartito. En efecto, carecer¨ªa de sentido sostener que las actividades, organizaci¨®n y medios del centro administrativo del que depende la eficacia con la que se prestan los servicios de empleo no interesan a los empresarios.
A mayor abundamiento, en aquellas naciones de nuestro entorno econ¨®mico en las que las medidas de ajuste adoptadas han generado una reacci¨®n inversora y nuevos puestos de trabajo, ello ha sido debido a la plena colaboraci¨®n del empresariado. El mejor modelo de gesti¨®n de la formaci¨®n profesional es el alem¨¢n occidental, y se sostiene sobre el inter¨¦s y la participaci¨®n del empresariado y sus organizaciones como inmejorable medio para conectar el mercado de trabajo y las opciones educativas, evitando las ficciones en las que con frecuencia nos desenvolvemos los espa?oles, con el despilfarro econ¨®mico consiguiente.
Ocioso es se?alar el inter¨¦s de todos acerca de cualquier medida que afecte a la Seguridad Social, y no digamos si las supuestas decisiones pol¨ªticas o normativas a adoptar se hallan conectadas con el tan conflictivo tema del mercado de trabajo. Los sindicatos no aceptar¨ªan ser marginados, en torno a tales cuestiones, de una negociaci¨®n supuestamente bilateral que pudiera abrir el Gobierno con la CEOE.
La voluntad no basta
Se estima por las centrales sindicales que sobra el Gobierno en una negociaci¨®n sobre salarios, o estructura de la negociaci¨®n colectiva, o tratamiento de la productividad, etc¨¦tera; es decir, aquellas materias que han sido hasta ahora propias de los sucesivos acuerdos interconfederales suscritos por UGT y CC OO (1983) y la CEOE. Es cierta esta ¨²ltima aseveraci¨®n, pero acerca de tales supuestas estipulaciones, que pudieran ser en el futuro desarrolladas y concretadas sobre lo ya pactado en a?os pasados, aprobando una asignatura pendiente, s¨®lo restar¨ªa sustituir el contenido declarativo que hasta ahora han revestido por compromisos m¨¢s puntuales. Ello no obsta para que la mera declaraci¨®n de voluntad, que figura de modo palmario en los acuerdos firmados desde 1979 hasta ahora, sea importante; pero retrasar m¨¢s tiempo la ejecuci¨®n de tales medidas o pol¨ªticas sociolaborales postergar¨ªa sine die la racionalizaci¨®n y modernizaci¨®n de nuestro sistema de relaciones industriales.
A pesar de que el campo de la autonom¨ªa colectiva de las partes no est¨¢ agotado, hemos de estimar que, en algunos supuestos, es inevitable, si no la presencia, la posterior intervenci¨®n del Gobierno. En efecto, un acuerdo pendiente desde el 31 de diciembre de 1985 entre centrales sindicales y CEOE, estableciendo procedimientos voluntarios para la soluci¨®n de los conflictos, exigir¨ªa ulteriores modificaciones de las normas legales vigentes para la eficacia real de dicho acuerdo si ¨¦ste, a la postre, se firmara.
En definitiva, los salarios no constituir¨¢n en los pr¨®ximos a?os materias tan sustanciales a la negociaci¨®n colectiva, como ha ocurrido en a?os anteriores, si la inflaci¨®n se mantiene en las cifras moderadas y por debajo de un d¨ªgito, preconizadas por el Gobierno, y estrictamente necesarias para salvar el diferencial que todav¨ªa mantenemos con los dem¨¢s pa¨ªses de la Comunidad Europea, con los que hemos de competir.
De otra parte, el reto europeo obligar¨¢ ineludiblemente a soportar sacrificios y a efectuar grandes reformas. Los empresarios han de someterse al riesgo de la competencia, y est¨¢n dispuestos a hacerlo. El presidente de la CEOE, desde hace dos a?os, repite machaconamente que las consecuencias para los espa?oles del ingreso en la Comunidad Europea no ser¨¢n positivas, salvo que abordemos, mediante las conversaciones necesarias, un debate riguroso sobre las medidas que es conveniente adoptar.
Modernizar exige cambiar normas, costumbres, actitudes y buena parte del contenido de los convenios colectivos. Los interlocutores sociales pueden hacer muchas cosas por s¨ª mismos; pero de un depurado an¨¢lisis de la tarea que corresponde a la actual generaci¨®n es dif¨ªcil excluir al Gobierno o aceptar con rigor que ¨¦ste se cruce de brazos, como convidado de piedra de un proceso de concertaci¨®n social en el que quien representa a los intereses nacionales tiene mucho que decir.
Si los razonamientos antes expuestos parecen dif¨ªcilmente rebatibles, ?por qu¨¦ una absurda pol¨¦mica que, enfrentando a interlocutores sociales y Gobierno, est¨¢ retrasando o arruinando sine die la concertaci¨®n social?
En efecto, CC OO manifest¨® su conformidad a una negociaci¨®n que incluyera al Gobierno y que fuera de contenido amplio: "Toda la pol¨ªtica posible, encima de la mesa". Sin embargo, prima en estos instantes la conveniencia estrat¨¦gica de comparecer en unidad de acci¨®n con UGT, por lo que reclaman una negociaci¨®n bilateral, l¨®gicamente descafeinada, en la que el interlocutor de los sindicatos, representando al Gobierno, entra dentro de lo probable que acabe siendo un director general o, como mucho, el secretarlo general de Empleo y Relaciones Laborales, ?lvaro Espina.
Di¨¢logo con el Gobierno
La CEOE puede mantener un amplio di¨¢logo con el Gobierno, sin que ello est¨¦ condicionado por la existencia o no de un pacto social previo. Todo les une: el Gobierno es el primer empresario del pa¨ªs; practica una pol¨ªtica econ¨®mica moderada, pero t¨ªmidamente reformista por las dificultades que encuentra a derecha e izquierda, y necesita inspirar confianza suficiente en el inversor privado -es decir, los empresarios y ahorradores- para, a medio plazo, producir la cifra de creaci¨®n de empleo que asegure la soluci¨®n del primer problema nacional: los casi tres millones de parados.
De otra parte, la CEOE es consciente de que el reto abierto con el viento huracanado que ha supuesto el ingreso de Espa?a en la Comunidad Europea exige cambios, capacidad de riesgo empresarial, y al Gobierno ya no se le puede pedir protecci¨®n como anta?o, sino que remueva obst¨¢culos y favorezca la libre iniciativa. Sin embargo, la suscripci¨®n de un acuerdo para la CEOE supone lo siguiente: el mantenimiento de una pol¨ªtica que ha dado sus frutos durante los ¨²ltimos a?os, la contribuci¨®n al logro de un cierto clima de paz social, la consolidaci¨®n de un nuevo marco de relaciones industriales y un sindicalismo de colaboraci¨®n y no de confrontaci¨®n permanente..., por lo que alg¨²n coste los empresarios estar¨ªan dispuestos a asumir.
Sin duda, es preciso profundizar sobremanera en las entretelas de la familia socialista para adivinar las razones que mueven a UGT a abrir una aut¨¦ntica di¨¢spora negocial, rompiendo con el modelo de concertaci¨®n que la ha convertido en la primera central sindical del pa¨ªs.
Si UGT no favorece una reflexi¨®n de la que surja un compromiso personal de los l¨ªderes, no es previsible que se intente por Felipe Gonz¨¢lez negociaci¨®n alguna. La reconstituci¨®n del di¨¢logo social no es lo mismo que la concertaci¨®n social que, como esperanza, fue suscitada por el presidente del Gobierno el pasado julio. Dialogar es siempre necesario; no hacerlo es un peligro p¨²blico, pero, en este caso, el mero recambio conceptual deviene en eufemismo. El presidente Gonz¨¢lez no puede mantener abierta la convocatoria a negociar mucho tiempo. Las esperanzas se pudren. Parad¨®jicamente, que ello pueda ocurrir tambi¨¦n aterroriza a UGT.
Las contradicciones son muchas, pero las cabezas dirigentes de las organizaciones que durante el decenio que ahora termina han realizado otrora esfuerzos para reconducir una sociedad enfrentada y trocarla por otra en la que la aparente discrepancia se plantea acerca de c¨®mo negociar, y tienen en sus manos repetir parecido gesto ahora. El objetivo ya no puede ser el mismo que en 1979; hoy es urgente modernizar desde la solidaridad.
es asesor de la Confederaci¨®n Espa?ola de Organizaciones Empresariales (CEOE).
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