Terroristas, jueces y polic¨ªas / 1
El autor de este art¨ªculo ofrece un retrato de lo que considera las dos posiciones que se dan en la sociedad y en la pol¨ªtica democr¨¢ticas ante el terrorismo, y opina que el hecho de que se hayan transformado esas posturas en un debate policial no favorece en nada la lucha antiterrorista ni la moral de quienes la sostienen en primer t¨¦rmino. Tampoco ayuda, considera el autor, en el camino de normalizar los aparatos coercitivos del Estado, porque continuamente est¨¢n en el candelero de la pol¨¦mica. La salida a esta situaci¨®n es un acuerdo que se base en la buena voluntad de todos.
Los terroristas y quienes en primera l¨ªnea han de luchar contra ellos: polic¨ªas, fiscales y jueces, reclaman la preocupaci¨®n de gran parte de los ciudadanos y la reclaman pol¨¦micamente. Sin caer en la tentaci¨®n de intentar reducir a par¨¢metros racionales el puro irracionalismo criminal del tiro o de la bomba, merece la pena racionalizar los t¨¦rminos con los que se expresan quienes polemizan sobre tan importante asunto.
El terrorismo
En el campo democr¨¢tico parece haber un acuerdo b¨¢sico: el terrorismo lo es contra el sistema de convivencia. Todos los dem¨®cratas est¨¢n, por tanto, a favor de combatirlo. Sin embargo, hay dos posiciones en cuanto al c¨®mo. Estas posiciones se derivan de dos hip¨®tesis respecto al riesgo que para la democracia encierra el hecho terrorista. Denotemos con A y B ambas posiciones.Para A, el terrorismo, aun siendo un grave mal, no encierra hoy riesgo serio para el sistema democr¨¢tico. El riesgo para la democracia est¨¢ m¨¢s en la forma como se combata el terrorismo desde los aparatos coercitivos del Estado. Dicho con otras palabras, para A el riesgo para la democracia no est¨¢ tanto en el coche bomba o en el tiro en la nuca como en que tales actos provoquen una respuesta de las fuerzas del orden fuera de las pr¨¢cticas de la legalidad democr¨¢tica. Pr¨¢cticas ilegales que no s¨®lo ser¨ªan ileg¨ªtimas contra el terrorismo, sino que se extender¨ªan, en un deslizamiento imparable, al conjunto de las pr¨¢cticas policiales. Habida cuenta, adem¨¢s, que las Fuerzas de Seguridad del Estado provienen de una larga actividad no democr¨¢tica.
La posici¨®n B parte de una hip¨®tesis distinta, aunque no contradictoria: el terrorismo es el ¨²nico riesgo serio que soporta hoy la democracia. En otras palabras, la sociedad no puede adaptarse a los asesinatos terroristas como se adapta a los muertos en carretera de los fines de semana, y no puede hacerlo ni desde un punto de vista moral ni desde un punto de vista psicol¨®gico.
Por tanto, no s¨®lo se trata de combatirlo con todos los medios del Estado (polic¨ªas, fiscales, jueces, relaciones exteriores), sino que la propia sociedad (partidos, sindicatos, medios de comunicaci¨®n) debe de combatirlo activamente.
Armas ideol¨®gicas
Para ello es preciso entender que el terrorismo no s¨®lo utiliza armas de fuego, sino armas ideol¨®gicas y jur¨ªdico-pol¨ªticas y, por supuesto, "se aprovecha" de los mecanismos democr¨¢ticos del Estado y de la sociedad.La posici¨®n B parte de otra hip¨®tesis menor: las Fuerzas de Seguridad del Estado, aun presentando, como las polic¨ªas de todo el mundo, problemas y corruptelas en sus pr¨¢cticas cotidianas individuales, ha asumido colectivamente el sistema democr¨¢tico y las pr¨¢cticas jur¨ªdicas que ello implica.
En candelero
El debate entre ambas posiciones tiende a centrarse, no tanto en las premisas mayores que las sustentan, a saber: el riesgo que el terrorismo encierra para la convivencia democr¨¢tica, sino que se desliza hacia las premisas menores. El debate deviene policial, y mientras A pone el ¨¦nfasis en cualquier desv¨ªo de poder, generaliza la corrupci¨®n policial bas¨¢ndose en casos llamativos y terribles, pero aislados y descubiertos por la propia polic¨ªa. Mientras la posici¨®n A presta credibilidad a movimientos no s¨®lo marginales, sino en buena parte teledirigidos por organizaciones cercanas a los amigos de los terroristas, B, por su parte, se encastilla en sus posiciones, cayendo, u obligada a caer, en la permanente defensa de las fuerzas de seguridad.Este ya largo debate, al haberse transformado en policial, no favorece en nada la lucha antiterrorista ni la moral de quienes la sostienen en primer t¨¦rmino.
Tampoco ayuda mucho a la normalizaci¨®n de los aparatos coercitivos del Estado, al estar ¨¦stos permanentemente en el candelero de la pol¨¦mica.
S¨ªntesis
Ello no empece una posible s¨ªntesis entre las posiciones A y B. Los t¨¦rminos de esa s¨ªntesis podr¨ªan enunciarse as¨ª:- El terrorismo es un grave mal para la convivencia democr¨¢tica.
- Es preciso realizar un esfuerzo desde el conjunto del Estado para que el uso de las prerrogativas del sistema democr¨¢tico por los terroristas y sus amigos pol¨ªticos les rinda un beneficio m¨ªnimo o nulo.
- Un esfuerzo semejante deber¨¢ hacerse en el seno de la sociedad, de suerte que el terrorismo y sus amigos no puedan sacar partido, o lo saquen m¨ªnimo, a) del uso de las libertades, b) de los normales conflictos pol¨ªticos y sociales en el seno de la sociedad democr¨¢tica.
- Por fin, el necesario control jur¨ªdico, pol¨ªtico y social que ha de hacerse en torno a la actividad de las Fuerzas de Seguridad del Estado se procurar¨¢ diferenciar de su imprescindible actividad antiterrorista.
En una democracia, a estas conclusiones y a las actitudes sociales consecuentes no se llega sino a trav¨¦s del acuerdo, y ¨¦ste s¨®lo puede alcanzarse por el convencimiento y la buena voluntad de todos los implicados.
Joaqu¨ªn Leguina es dirigente del PSOE y preside el Gobierno de la Comunidad de Madrid.
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