La pir¨¢mide de las adivinaciones
Un comunista convertido al islamismo, despu¨¦s de haber sido el puente entre el cristianismo y el comunismo -el fil¨®sofo Roger Garaudy-, ha podido escribir, con la inquietante pasi¨®n de los conversos, un libro casi incre¨ªble: Promesses de l'Islam.Debajo de la inmensa pir¨¢mide de adivinaciones del texto subyace un hecho que, pese a Garaudy, perdura por s¨ª mismo: el hecho del Islam y la crisis, escisi¨®n y conflicto del islamismo consigo mismo. Las guerras de religi¨®n, con su posmodernidad alucinatoria -el terrorismo- y su inmersi¨®n, irracional y racional, en la econom¨ªa y la pol¨ªtica contempor¨¢neas, constituyen uno de los problemas finales de este siglo: la reaparici¨®n de Oriente. Sus repercusiones, con los ayatolas encamando un liderazgo inesperado, son todav¨ªa inexploradas. La URSS y EE UU, convertidos a la religi¨®n del progreso y la mitolog¨ªa competitiva, ?qu¨¦ pueden hacer frente a la fe? Esa pregunta, no exenta de lo terrible y lo extraordinario, est¨¢ presente en el golfo P¨¦rsico. Los guerreros sioux de la zona se remiten a valores cuyo significado es lo excepcional, y sus im¨¢genes del adversario son las im¨¢genes de la perversi¨®n demoniaca y el diabolismo. "?Qu¨¦ hacer?", dijo un d¨ªa Lenin.
En la edad at¨®mica y espacial, el golfo P¨¦rsico es un espacio geogr¨¢fico irrelevante -en t¨¦rminos de dimensi¨®n-, caracterizado, sin embargo, por la concentraci¨®n petrolera y la intensidad religiosa. Los pa¨ªses que viven en sus aguas despu¨¦s de milenios, guardan las mayores reservas de petr¨®leo del mundo: Arabia Saud¨ª, el 23,7%; Ir¨¢n, el 6,9%; Iraq, el 6,7%; Kuwait, el 13,1% Qatar, el 0,5%,; Om¨¢n, el 0,6%, y los Emiratos Arabes Unidos, con la zona neutral, el 5,3%. En otras palabras, el 56,8% de las reservas mundiales.
Su producci¨®n diaria, en 1986, ha sido, a su vez (datos para ese a?o), de 12,7 millones de barriles, pero es de advertir que la producci¨®n de Arabia Saud¨ª (que en 1986 fue de 5,1 millones de barriles diarios, seg¨²n la British Petroleum Statistical Review of World Energy, junio de 1987) puede llegar a ser, sin esfuerzo especial, de 10 millones de barriles diarios. No est¨¢. de m¨¢s advertir que Europa Occidental consumi¨®, en 1986, 12,3 millones de barriles diarios, frente a los 16,1 -demanda interna sin exportaciones- millones de Estados Unidos, pa¨ªs que, con menos del 5% de la poblaci¨®n mundial, consumi¨® m¨¢s petr¨®leo que todos los pa¨ªses del Tercer Mundo, es decir, m¨¢s que el 75% de la poblaci¨®n de la Tierra. Esas mismas naciones representar¨¢n el 79% al terminar este siglo.
El golfo P¨¦rsico es una parte, geoestrat¨¦gica y geopol¨ªticamente, de esa historia gigantesca de la desigualdad y la realidad. ?Es toda realidad racional?
Lo aleccionador, sin embargo, es que Estados Unidos no depende del golfo P¨¦rsico para sus abastecimientos de petr¨®leo fundamentales. En efecto, Estados Unidos import¨®, en 1986, el 37% del petr¨®leo consumido, pero s¨®lo el 6% proven¨ªa de Oriente Pr¨®ximo y, de ese 6% s¨®lo el 4% pas¨® por el estrecho de Ormuz, la gargante cr¨ªtica, es decir, el verdadero cuello de botella de la crisis.
Son los aliados principales de EE UU aquellos que no quieren correr un riesgo mayor, los que dependen, en mayor nivel, del golfo P¨¦rsico. Jap¨®n (Asia al fondo) adquiere en el Golfo el 60% de su petr¨®leo, y en su totalidad se env¨ªa por el estrecho de Ormuz. Alemania Occidental obtiene en el Golfo el 10% del petr¨®leo que importa; Francia (confrontada con Ir¨¢n y con el lenguaje panfletario de las satanizaciones, pero que empujan e impulsan corrientes profundas de potencia y acto), el 33%, e Italia, el 51 %. El Reino Unido, un d¨ªa guardi¨¢n del Golfo y piedra angular en el control de Ir¨¢n (as¨ª se reescribe la historia), es pa¨ªs productor. Nada recibe del Golfo.
Asume EE UU entonces, por la racionalidad del irracionalismo del poder, el papel hist¨®rico de la vieja Inglaterra: el papel de guardi¨¢n del tr¨¢fico mundial de Occidente. No se eluda que Garaudy, en el libro citado, comienza con su propio diabolismo: "Occidente es un accidente. Su cultura, una anomal¨ªa mutilada de sus dimensiones primordiales`. Esas dimensiones son, para Garaudy, el mundo oriental. ?Qui¨¦n explica, esa paradoja al Reagan desacreditado y, pese a todo, due?o del poder y, sobre todo, de un poder diab¨®lico para los ayatolas?
Lugar de encuentro
Pero el golfo P¨¦rsico es, tambi¨¦n, lugar de encuentro y de batallas, de magnitudes universales, entre apariencias no siempre definitorias. Una de ellas, gravitante, la de pa¨ªses ¨¢rabes progresistas y reaccionarios. Otra, de consecuencias tr¨¢gicas, la de las significaciones religiosas. El choque de los shi¨ªs musulmanes de Ir¨¢n, con Jomeini al frente, y los wahabitas de Arabia Saud¨ª (due?os de las llaves sagradas de La Meca) no son nada m¨¢s que la sombra de una crisis que escinde, en el planeta hist¨®rico del Islam, a shi¨ªes y sunn¨ªes, a wahabitas y jomeinistas (acusados de desintegrar la profec¨ªa), a drusos de L¨ªbano y a creyentes, m¨²ltiples, de la guerra santa. Allah, dios ¨²nico, expresi¨®n de la Gran Realidad, ?d¨®nde escinde y vincula, entre los millares de guerreros de la fe, el agida (el dogma) y la aq1, la racionalidad? Los portadores de las atrocidades terroristas portan consigo, a veces, el nombre de yihad, que se traduce, muy com¨²nmente, como guerra santa.
Garaudy, contradiciendo la Enciclopedia del Islam, sumergi¨¦ndose en la etimolog¨ªa y el esp¨ªritu, se?ala que yihad no significa guerra santa. Afirma que existe otra palabra para la guerra (harb) y que yihad conforma, de mejor suerte, la idea del esfuerzo, del camino (esforzado) hacia Dios. Insiste en que el Cor¨¢n explica, con toda claridad, que "no debe haber ninguna presi¨®n en materia religiosa". Sin embargo, si la hay entre los ca?ones del "Occidente que es un accidente y su cultura una anomalia" y los ca?ones y las minas del golfo P¨¦rsico, defendido por los fan¨¢ticos, es decir, por los "inspirados de Dios" frente al "imperio". A veces los que usan la muerte como un instrumento ideol¨®gico, como fin en s¨ª, se remiten a la divinidad y, en ocasiones, replantean, desde un reduccionismo asombroso, una relaci¨®n especial con el Estado absoluto.
Quiz¨¢ convenga recordar que el Occidente, que no es ni ser¨¢ un accidente, estuvo iluminado por guerras religiosas atroces. Todo ello deber¨ªa alertar la conciencia para saber, advertir y adivinar que no se trata s¨®lo de condenar ni de reprimir. Algo tr¨¢gico, con su connotaci¨®n real y no siempre racional, vive entre nosotros.
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