El zoco de los edictos
Los 63 juzgados de la plaza de Castilla se convierten a diario en una peque?a babel
Blanco por fuera y blanco por dentro. Tiene seis escalones en la entrada, donde suelen sentarse a esperar mujeres con capachos, novias y hermanas de muchachos con tatuajes que han pasado a disposici¨®n judicial. Los juzgados de primera instancia y los de instrucci¨®n est¨¢n reunidos desde hace nueve a?os en el edificio de la plaza de Castilla, n¨²mero 1. Cada juzgado de lo penal tuvo que atender en 1986 a m¨¢s de 1.000 detenidos. Cada juzgado de primera instancia tramit¨® casi 3.000 asuntos. Sobrecarga que requiere esfuerzos a?adidos y, a pesar de todo, lentitud. As¨ª lo ha manifestado la Junta de Jueces, que pidi¨® hace un a?o que se duplicara el n¨²mero de juzgados.
Un sitio delineado por colas de gente esperando, donde los se?ores procuradores tienen preferencia en la fotocopiadora y los guardias civiles conducen a muchachos esposados desde los calabozos del s¨®tano hasta las secretar¨ªas. All¨ª donde coinciden en los pasillos polic¨ªas y gitanas repolludas de vestidos ajustados en las caderas, causas sobrese¨ªdas, diligencias oportunas y recursos de apelaci¨®n.Casi todo empieza cuando atraviesas la puerta con el DNI en la mano, sacas las llaves del bolsillo y pasas por el arco detector de metales. Unos vigilantes investigar¨¢n el contenido de los bolsos. "A ver, esto ?qu¨¦ es?". "Una caja", responde la visitante. "?Ah, s¨ª!". El hecho de que se trate de una caja ya parece suficiente garant¨ªa. "Pase".
De la entrada, a la ventanilla de identificaci¨®n, donde se proceder¨¢ a fotocopiar el carn¨¦ del reci¨¦n llegado. Y de ah¨ª a alguna de las nueve plantas, a alguno de los 26 juzgados de primera instancia (encargados de lo civil, cuatro de ellos lo son de familia), o alguno de los 33 de instrucci¨®n (lo penal). En el ascensor es casi inevitable preguntar. "El 27, ?qu¨¦ caer¨¢, por la quinta planta?". A las secretar¨ªas, a los dos juzgados de vigilancia penitenciaria o a los dos de guardia -uno, encargado de las diligencias, y otro, de los detenidos-, al decanato, a los agentes judiciales o a las salas de audiencia.
"?Sabe usted por qu¨¦ viene a declarar?", pregunta el juez. "Pues s¨ª", contesta el testigo, que no sabe muy bien d¨®nde y c¨®mo ponerse ante su se?or¨ªa y los letrados, cu¨¢l puede ser la postura m¨¢s correcta. Terminado el turno de preguntas, el juez le sugiere: "Si¨¦ntese, por favor". "?D¨®nde?". "Donde quiera". A veces hay menos protocolo del que se piensa.
"La desaz¨®n que sent¨ªa K.", escrib¨ªa Franz Kafka en El proceso, "no estaba tanto motivada por haber visto all¨ª archivos de la justicia, sino por comprobar una vez m¨¢s su total desconocimiento de todo lo que se relacionaba con ella. Consideraba que un acusado deb¨ªa siempre estar preparado para cualquier contingencia. ?sa deb¨ªa ser su regla de oro, por as¨ª decirlo. Si el juez estaba a la izquierda, ¨¦l no deb¨ªa mirar a la derecha, y era desgraciadamente esa regla la que ¨¦l conculcaba siempre".
"Un martillo hermoso"
"Conteste a las preguntas del letrado", apunta un juez de la plaza de Castilla. "Con la venia, su se?or¨ªa", comienza el letrado. Interroga a continuaci¨®n al polic¨ªa nacional que detuvo a tres j¨®venes como presuntos autores del intento de robo de una motocicleta. "?Qu¨¦ encontr¨® usted en la bolsa?". "Un faro y un martillo hermoso". "?C¨®mo es un martillo hermoso?". "Pues un martillo normal". Hace un gesto de amplitud con los brazos. El caso dura 50 minutos.Entre las vistas p¨²blicas m¨¢s rutinarias, donde los letrados parecen estar dando la lecci¨®n de carrerilla al juez y la gente espera cariacontecida en los pasillos, surge a veces la emoci¨®n contenida de la madre que ve a su hijo esposado y le dice: "?Ay, hijo! As¨ª que est¨¢s cada d¨ªa m¨¢s delgao. ?Ya te habr¨¢s dao una sobredosis! Esos pinchazos, ?de qu¨¦ van a ser?".
En los ascensores hablan con toda naturalidad los profesionales del Derecho: "?Todav¨ªa est¨¢ pendiente de resoluci¨®n el recurso de apelaci¨®n aqu¨¦l famoso?". "?Pas¨® ya a la Audiencia?". "?Qu¨¦ n¨²mero era?". Ah¨ª la conversaci¨®n ya se agota, pues es pedirle mucho al interlocutor. Los letrados explican en los pasillos los matices de las leyes. Una frase se oye a menudo: "A ver si hay suerte".
Los cientos de funcionarios que trabajan en la sede de la plaza de Castilla se reparten en un secretario, cuatro oficiales, cuatro auxiliares y dos agentes para cada juzgado de lo penal. La alineaci¨®n de los civiles es de uno, tres, cuatro y dos. Envueltos por esa extra?a convivencia que dan los recovecos de los art¨ªculos de las leyes, las normativas y los reglamentos, el lenguaje se contagia, y se termina oyendo en los ascensores a amas de casa que hablan de vistas orales, querellas y notificaciones.
"Existen proyectos en el Ministerio de Justicia para aumentar considerablemente el n¨²mero de juzgados, ahora del todo insuficiente", explica Miguel ?ngel G¨®mez Lucas, secretario del decanato. "De cualquier forma, toda esta estructura cambiar¨¢ al entrar en vigor la nueva ley de Planta y Demarcaci¨®n judicial, que prev¨¦, por ejemplo, la desaparici¨®n de los juzgados de distrito". De cualquier forma, y mientras llega la ley, la Junta de Jueces acord¨® el pasado jueves elevar a la Audiencia Territorial la propuesta de un Plan de urgencia para el curso 1988-89. Entre otros puntos, se solicita la creaci¨®n de otros 19 juzgados de 1? instancia (desde 1984 no se ha creado ninguno) y la inmediata finalizaci¨®n del nuevo edificio que se est¨¢ construyendo junto al ya existente.
En los pasillos de m¨¢rmol, entretanto, alineados despu¨¦s de las puertas de acceso a cada secretar¨ªa, se sit¨²an los agentes judiciales. A su lado, las vitrinas con requisitorias y edictos de inconfundible toque jur¨ªdico: "Por el presente, que se expide en cumplimiento de lo acordado...", "a instancia de...", "apercibi¨¦ndole de que, de no verificarlo, ser¨¢ declarado rebelde", . se entender¨¢ que...", "que debo mandar y mando".
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