Comarcas y eficacia
LA IMPROVISACI?N y falta de consenso que acompa?aron a la aprobaci¨®n de la nueva ley territorial de Catalu?a, que restableci¨® linealmente la divisi¨®n comarcal de 1936, se traducen ahora en un lamentable espect¨¢culo. Los municipios que re¨²nen la mitad de la poblaci¨®n catalana han rechazado expl¨ªcitamente la ubicaci¨®n comarcal decidida unilateralmente por Converg¨¨ncia i Uni¨®. Las realidades que existen ahora en materia de poblaci¨®n, comunicaciones e interdependencia econ¨®mica son muy distintas de las de la etapa republicana, y el peso que ha ganado toda la franja litoral respecto al interior ha modificado esencialmente a Catalu?a, aunque eso no le guste al sentimentalismo de algunos legisladores, por lo que la oposici¨®n al mapa comarcal en muchos casos est¨¢ cargada de raz¨®n.El hecho de que la discrepancia con el nuevo mapa est¨¦ encabezada por la ciudad de Barcelona, que se resiste a verse en una comarca que no englobe al conjunto de las localidades de su entorno, su prolongaci¨®n natural, agrava la falta de credibilidad de la medida del Parlamento aut¨®nomo. Y aunque la frontera entre quienes aceptan y rechazan la actual divisi¨®n pasa fundamentalmente por las ¨¢reas de predominio convergente y de la izquierda, respectivamente, hay el suficiente n¨²mero de excepciones como para desacreditar las justificaciones simplistas sobre el problema que lanzan los portavoces del Gobierno de Pujol.
Pero remover el tema territorial sin las debidas cautelas y lanzarlo a la opini¨®n p¨²blica sin un amplio respaldo pol¨ªtico previo constituye una gran imprudencia. Y esa imprudencia se est¨¢ traduciendo en una fiebre reivindicativa de capitalidades, en la petici¨®n de que se creen nuevas fronteras y nuevas comarcas y, en algunos casos, en el rechazo expl¨ªcito a convivir con localidades con las que hasta ahora hab¨ªa mantenido relaciones de tranquila vecindad. Para atender la oleada de reclamaciones, la Generalitat tendr¨ªa que a?adir a las 38 comarcas previstas otras 13 o 14 m¨¢s, cada una de ellas, no lo olvidemos, con su peque?a asamblea representativa, su gerente, su capitalidad y la pompa protocolaria correspondiente.
Con esta cuesti¨®n aflora un problema de fondo del Gobierno nacionalista catal¨¢n, que, con las excepciones de la pol¨ªtica ling¨¹¨ªstica -en la que est¨¢ consiguiendo espectaculares ¨¦xitos- y la de forcejeo econ¨®mico con la Administraci¨®n central, se acerca al final de la legislatura auton¨®mica dando se?ales de estar exhausto en imaginaci¨®n y recursos. Cuestiones como el retraso en rematar su parte de la pol¨ªtica de los cinturones viarios de Barcelona, la incapacidad para solucionar temas tan apremiantes como el del abastecimiento de agua potable para Reus o la pol¨¦mica que se le est¨¢ desatando en relaci¨®n al proyecto de autopista de Garraf plantean el asunto de fondo de hasta d¨®nde llega su eficacia gestora. Una cuesti¨®n que siempre se ha mantenido en un discreto segundo plano, mientras, Jordi Pujol centraba toda la atenci¨®n por su pol¨ªtica exterior de gestos en relaci¨®n al Gobierno de Madrid o efectuaba sus frecuentes viajes institucionales al extranjero.
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