Final del trayecto
Tiene que buscarse alguna explicaci¨®n pol¨ªtica para entender el que quienes en su d¨ªa fueron puntales del suarismo sean hoy valiosos vertebradores del felipismo, y para que veamos, en posterior ¨¦poca, que destacados personajes del partido de don Felipe Gonz¨¢lez han pasado a engrosar las filas del partido de don Adolfo Su¨¢rez. V¨¦anse hemerotecas.Debe haber alguna raz¨®n pol¨ªtica distinta del personal derecho a cambiar de carn¨¦ y debe haber alguna raz¨®n pol¨ªtica para que buen n¨²mero de votos de 1979, del suarismo pasar¨¢n al felipismo en 1982, y ahora en viaje de vuelta, bastantes votos de don Felipe Gonz¨¢lez, tal y como se dijo en su d¨ªa, recibidos en pr¨¦stamo, est¨¦n siendo objeto de paulatina devoluci¨®n.
La cuesti¨®n, que no es sencilla, pudiere reflejarse en la siguiente pregunta: ?Son quiz¨¢ el suarismo y el felipismo las dos caras de la misma moneda, dos piezas del mismo proyecto hist¨®rico, cuasi expresi¨®n del mismo electorado, y aun cuando aparezcan como contrarios u opuestos, son finalmente dos comportamientos complementarios, en el m¨¢s necesario y machadiano de los conceptos? Es una hip¨®tesis.
?Son quiz¨¢ dos inseparables etapas de la operaci¨®n de transici¨®n del capitalismo aut¨¢rquico al capitalismo internacionalizado, y a sus m¨¢s modernas y actuales formas de expresi¨®n pol¨ªtica y cultural, puesto que las dictaduras en nuestra ¨¢rea han dejado de ser hoy ventajosas, son ya un lastre?
A principios de la d¨¦cada de los setenta la gen¨¦ricamente llamada gente de orden, que hab¨ªa disfrutado de la protecci¨®n econ¨®mica y de la seguridad pol¨ªtica del franquismo intu¨ªan ya la necesidad de dar una salida a su contradictoria situaci¨®n, rechazando expl¨ªcitamente algunos de ellos, y otros muchos impl¨ªcitamente, cualquiera de las dos negativas soluciones, consistentes una en la continuidad de la dictadura y la otra en la vuelta de la tortilla, supuestos que resultaban ya entonces imposibles, tanto por razones de la necesidad interna como por la vigilante situaci¨®n internacional.
El sistema, seg¨²n han probado los hechos, acert¨® con el hombre y hasta con el apunte de partido. S¨®lo el suarismo era capaz de tranquilizar a los unos y esperanzar a los otros. Lo que ofrec¨ªa en su proyecto era justo lo que la gran mayor¨ªa quer¨ªa o¨ªr y temerosamente deseaba, pues para acercarles o centrarles se esgrim¨ªa, hacia unos, el mensaje de que a¨²n no era llegado el tiempo de los profundos cambios, que se aseguraba sotto voce los poderes f¨¢cticos no permitir¨ªan, y para otros se utilizaba la idea de que precisamente su centrada soluci¨®n evitaba el continuismo puro y duro.
Con la habilidad de saber presentar lo que ya una gran parte de la poblaci¨®n quer¨ªa comprar, con el l¨®gico apoyo de reformistas del movimiento, cat¨®licos y conservadores democr¨¢ticos a la moda europea, industriales y comerciantes que olfateaban desasosegados la tardanza en dar ¨¦ste primer paso, pues se quer¨ªa tener el m¨¢s r¨¢pido acceso al Mercado Com¨²n, y con la tolerancia o mal ocultada complacencia de aquellos que internamente se sab¨ªan impotentes para realizar una ruptura, en la que s¨®lo cre¨ªan de boquilla, se inici¨® la transici¨®n, de la que en estos d¨ªas se cumple ya la d¨¦cada, se alumbr¨® por consenso l¨®gico la Constituci¨®n y se comenz¨® este importante proceso.
Mas para congelar la acci¨®n sindical, reconvertir la industria sin contemplaciones, recortar los dispendios sociales, quedarse en la OTAN, desmovilizar a una ciudadan¨ªa en alg¨²n modo demasiado callejera, reinterpretar la democracia en clave de confianza -delegaci¨®n y no de acci¨®n-, participaci¨®n, recuperar la tasa de acumulaci¨®n de capital harto quebrantada o exang¨²e, redibujar los planteamientos auton¨®n¨²cos, culminar en suma el gran anhelo de la extensa burgues¨ªa espa?ola de alcanzar el triple pacto: social, econ¨®mico y b¨¦lico, que la actual Europa representa como proyecto de sus hom¨®logos, hac¨ªa falta que todo ese conjunto de medidas tambi¨¦n las supiera vestir de avance-progreso y presentar como cuasi de izquierdas y las pudiere realizar con la suficiente credibilidad y extenso apoyo para exigir de los suyos dur¨ªsimos esfuerzos, pues en ellas y con ellas iban, al fin y a la postre, a ser intensamente recortadas las posiciones de la izquierda serena y responsable, m¨¢s tradicionalmente sostenidas, sobre quien recaer¨ªa el mayor sacrificio.
El hallazgo, a juzgar por los editoriales de la generalidad de la Prensa, fue celebrado casi entusi¨¢sticamente en aquella primavera de 1979 -Marx ha muerto, viva Felipe-, se hizo fecunda realidad en 1982 y secomplet¨® en su tramo m¨¢s dificil en el refer¨¦ndum OTAN. Mas ahora, a mediados de 1987, se observa que los beneficiarios e impulsores de este dif¨ªcil trayecto parece que dan por cumplido el cometido.
?ste era al parecer el meollo del cambio que, con una u otra presentaci¨®n o diferencia de matiz, ostulaban ambos, ir desde su ¨®ptica ya est¨¢ hecho. Europa, sin condiciones; la OTAN, por el bien de Espa?a; el presupuesto del Estado, al servicio prioritario de la recuperaci¨®n financiera, industrial y mercantil; la democracia, bien administrada sin posibles excesos de interpretaciones fan¨¢ticas o desmesuradas.
Pero con ello resulta que es ahora el felipismo como protagonizaci¨®n el que se ha quedado sin contenido alguno.
Respondiendo a la inicial hip¨®tesis de trabajo, es sostenible el que habi¨¦ndose realizado ¨¢l fin y al cabo el mismo proyecto en esas dos fases, por el suarismo y el felipismo, para los mismos intereses que servir, con la misma ¨®ptica, es l¨®gico que se hagan en cierta medida casi intercambiables los desideolog¨ªzados cuadros de los partidos, las personas de reconocida competencia t¨¦cnica, los discursos a veces populistas y a veces as¨¦ptico-eficaces, el electorado, proclive a la carismatizaci¨®n, teledirigido, las clientelas y los asociados, y se eviten por obvios los compromisos concretos, los debates ideol¨®gicos y las discusiones pol¨ªticas. Quiz¨¢ por eso ha transcurrido as¨ª de vergonzosa la ¨²ltima campa?a.
Se est¨¢ dando la sensaci¨®n, aunque no se desee, de que no se discute un proyecto, sino los derechos de ejecuci¨®n del mismo o los honorarios de la direcci¨®n de la misma obra. Ese proyecto autoadjetivado como democr¨¢tico, progresista, modernizador, regeneracionista, no ha sido hasta ahora, ni tiene s¨ªntomas de poderlo ser, un proyecto socialista, ni siquitera a la altura del socialismo democr¨¢tico m¨¢s moderado de hoy, de la izquierda, europea establecida de esta otra d¨¦cada, la de los ochenta, en la que vamos a acabar dici¨¦ndonos ?qu¨¦ le vamos a hacer si quienes pudieron no quisieron y quienes quer¨ªamos no pudimos!
En esta modesta explicaci¨®n creo yo ver por qu¨¦ no hay ninguna incoherencia ni actitud vergonzante, en el n¨²cleo importante de fuerzas del suarismo y del felipismo, en tener uno u otro carn¨¦, en ocupar responsabilidades con unos u otros, en figurar entonces en un sitio y hoy, en otro, si tal como se han presentado en su pr¨¢ctica el suarismo y el felipismo son en esencia, para la mayor¨ªa de sus sostenedores, la misma cosa.
Y quiz¨¢ a ello obedezca el que toda aquella bater¨ªa de reparos que el equipo del se?or Gonz¨¢lez le espetaba al se?or Su¨¢rez: y a sus amigos, cuando aqu¨¦l estaba en la oposici¨®n y estos en el poder, se repita hoy casi literalmente en direcci¨®n opuesta, y hasta a veces por la voz de los mismos int¨¦rpretes.
El uso en exclusiva, abusivo o patrimonial, de la televisi¨®n, la suspicacia frente a la existencia de los ingentes gastos reservados, el empleo frecuente de los supermisteres del Estado para viajes no oficiales, los supuestos, demasiado frecuentes, de corrupci¨®n y nepotismo, y hasta la proclividad al aislamiento en la reclusi¨®n monclovita, etc¨¦tera, etc¨¦tera, dicen hoy unos, y dijeron ayer otros, que sigue siendo id¨¦nticamente achacable al que ocupa el poder por turno.
Ambas etapas han ocupado ya su sitio en la historia, apoy¨¢ndose el proyecto, tal y como se comprueba, fundamentalmente en un n¨²cleo intercambiable de fuerzas de muy poco diferenciada pr¨¢ctica y teor¨ªa, origen y vocaci¨®n. Quiz¨¢ el reto sea a partir de hoy contribuir a ofrecer un n¨ªtido y diferenciado proyecto que no sea s¨®lo el de "quitate t¨² que me pongo yo" para hacer al final lo mismo.
La pol¨¦mica entre el centrosuarismo y el centro-felipismo, la va a ganar quien sea capaz de echar sobre la mesa. m¨¢s credibilidad, transparencia, m¨¢s participaci¨®n, m¨¢s honestidad y m¨¢s, ¨¦tica. Lo que no es poco, dada la degradaci¨®n de la pol¨ªtica espa?ola a la que han conseguido conducirnos algunos de los personajes que m¨¢s ostentaci¨®n han querido hacer de la imagen del sacrificio, la generosidad y el desprendimiento.
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