El 'acuerdo hist¨®rico' y la 'perestroika'
Era de esperar que repicaran las campanas. El mundo ten¨ªa verdadera necesidad de un signo de esperanza, y como tal ha acogido el acuerdo -en seguida calificado de hist¨®rico- entre las dos superpotencias sobre los misiles intermedios y t¨¢cticos. Por primera vez desde la II Guerra Mundial se llegaba a un compromiso para reducir -y no s¨®lo controlar- los armamentos nucleares. Reducci¨®n peque?a, pero significativa, tanto en el aspecto estrat¨¦gico -por concernir al crucial escenario europeo- como en el aspecto pol¨ªtico. Sobre todo en este ¨²ltimo. El compromiso, en efecto, habr¨ªa sido imposible si las dos partes no se hubieran aproximado ya sustancialmente en el enfoque de otras cuestiones relevantes. Lo europeo est¨¢ demasiado ligado a todo lo dem¨¢s como para poder ser objeto de un tratamiento separado. El texto del acuerdo, por otra parte, indica claramente -dentro de su laconismo- que existe esa aproximaci¨®n: posibilidad concreta de la reducci¨®n en un 50% de los misiles intercontinentales, referencia a las armas qu¨ªmicas y convencionales, alusi¨®n a los conflictos regionales y a los derechos humanos, decisi¨®n de "intensificar los esfuerzos conjuntos en varias ¨¢reas de cooperaci¨®n EE UU-URSS". Otros datos de la situaci¨®n mundial apuntan en el mismo sentido. Todo parece indicar que posiblemente no estemos lejos de un compromiso planetario entre las dos superpotencias.Ser¨ªa ingenuo pensar que va a desaparecer todo tipo de confrontaci¨®n, pero hay razones para esperar que, sin desaparecer lo militar, pueda iniciarse un per¨ªodo en el que predomine lo econ¨®mico y lo pol¨ªtico. ?Son s¨®lidas esas razones y no simple expresi¨®n de ilusiones y deseos? La respuesta a este interrogante, m¨¢s que justificado, requerir¨ªa nada menos que el an¨¢lisis de aquellos problemas del mundo actual cuya incidencia puede ser m¨¢s decisiva en el futuro curso de los acontecimientos: desde la explosiva situaci¨®n en el Pr¨®ximo Oriente hasta la evoluci¨®n pol¨ªtica interna de EE UU y de la URSS, pasando por algunos de los problemas que afectan m¨¢s dram¨¢ticamente al Tercer Mundo y por el papel que desempe?an otros eslabones importantes del sistema mundial: Europa, China, Jap¨®n, etc¨¦tera. Aqu¨ª me voy a referir exclusivamente a la actual evoluci¨®n de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, cuya importancia dentro de este conjunto de problemas no es necesario subrayar.
Aunque no sea del todo justo -la opci¨®n cero, que est¨¢ en la base del actual acuerdo, fue una propuesta europea adoptada por la Alianza Atl¨¢ntica en respuesta a las desestabilizadoras medidas sovi¨¦ticas en el continente europeo-, lo cierto es que el nuevo l¨ªder del Kreralin ha conseguido, en gran medida, aparecer ante la opini¨®n p¨²blica mundial como el principal art¨ªfice del acuerdo hist¨®rico, y podr¨ªa suceder lo mismo con los nuevos pasos que se anuncian. La raz¨®n de esta anomal¨ªa puede encontrarse parcialmente en errores pol¨ªticos de la Alianza Atl¨¢ntica, sobre todo de su potencia l¨ªder. Pero tiene tambi¨¦n otras causas, como el antinortearnericanismo de importantes sectores progresistas occidentales, cuya otra cara es una notoria indulgencia hacia la pol¨ªtica sovi¨¦tica, a la que considera "esencialmente pac¨ªfica y defensiva" (mientras la norteamericana es considerada "esencialmente belicista y ofensiva"). Desde esta ¨®ptica, la invasi¨®n de Afganist¨¢n, la instalaci¨®n de los SS-20 y otros actos del mismo car¨¢cter se interpretaban como desviaciones transitorias de una l¨ªnea general pac¨ªfica, o se justificaban como respuestas forzosas a la pol¨ªtica agresiva de la otra superpotencia. (Tal vez el contraste m¨¢s espectacular lo ofrece la permanente y profundamente sentida denuncia -justa denuncia- de la pol¨ªtica norteamericana hacia Nicaragua, con la cuasi indiferencia, y en todo caso ausencia de movilizaci¨®n, frente a la intervenci¨®n sovi¨¦tica en Afganist¨¢n. Y no digamos si comparamos esta actitud con la movilizaci¨®n contra la intervenci¨®n norteamericana en Vietnam. Se trata de una posici¨®n de la izquierda europea no coyuntural, con hondas ra¨ªces hist¨®ricas, en las que no podernos entrar aqu¨ª.) Pero la seducci¨®n acr¨ªtica que suscitan las iniciativas exteriores de Gorbachov se debe asimismo a su coincidencia -y evidente vinculaci¨®n- con las reformas internas, con la famosa perestroika. El aspecto sensacionalista de este- giro interno y el prestigio que ha proporcionado al nuevo l¨ªder sovi¨¦tico han contribuido no poco a magnificar su pol¨ªtica de paz.
Esta pol¨ªtica significa tambi¨¦n un giro, y no una continuidad, con la anterior pol¨ªtica exterior -lo que ya indica que la anterior no era tan defensiva como muchos pensaban-, determinado fundamentalmente por necesidades del giro interno. No se trata s¨®lo de que la perestroika, en el sentido econ¨®mico, requiera una reducci¨®n sensible de los enormes recursos destinados al complejo militar-industrial- De esto no hay duda alguna, pero es s¨®lo una faceta de la actual debilidad sovi¨¦tica; a ella se suman la fosilizaci¨®n pol¨ªtica y la descomposici¨®n moral de la sociedad. Lo que Gorbachov afronta es una crisis global del sistema sovi¨¦tico. Algunos comentaristas en particular, los situados en la ¨®ptica de la izquierda antes mencionada- encuentran en la constataci¨®n de la debilidad econ¨®mica y social de la URSS un argumento para negar que haya existido nunca una amenaza sovi¨¦tica. Pero el que conozca la historia de la URSS sabe que justamente ha sido la debilidad del sistema en ese terreno, su incapacidad para competir econ¨®mica y socialmente con las sociedades occidentales, lo que ha estimulado tendencias expansionistas o agresivas hacia el mundo exterior (dejando aparte la pol¨¦mica cuesti¨®n de la influencia que ha podido tener la ideolog¨ªa marxista-leninista, con su aspiraci¨®n a la universalizaci¨®n del socialismo sovi¨¦tico). Las ha estimulado, sobre todo, en dos sentidos. Por un lado, ideol¨®gico, atribuyendo permanentemente al enemigo exterior -el capitalismo, el imperialismo norteamericano- las dificultades internas, lo cual justificaba que para proteger el sistema -que al mismo tiempo se autoproclamaba superior por esencia, m¨¢s eficaz en lo econ¨®mico, m¨¢s justo, en lo social, fuera necesario asegurarse Gobiernos amigosen las fronteras sovi¨¦ticas. Pero s¨®lo pod¨ªan ser verdaderos amigos si estaban dirigidos por partidos comunistas, aunque para ello hubiera que instalarlos al amparo del Ej¨¦rcito sovi¨¦tico y contra la voluntad de los pueblos (tal fue el caso de Europa central). Por otro lado, en el sentido militar: concentraci¨®n de los m¨¢ximos esfaerzos en reforzar la potencia militar de la URSS. Sin ha-
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blar ya de los 30 a?os estalinianos, la ca¨ªda de Jruschov estuvo ligada a una reorientaci¨®n de signo estaliniano de la pol¨ªtica sovi¨¦tica en este terreno: la l¨ªnea adoptada en 1961 por Jruschov en su famoso programa de alcanzar y sobrepasar a EE UU y dem¨¢s pa¨ªses capitalistas desarrollados en ¨¦l aspecto econ¨®mico y social fue cancelada por Breznev, y volvieron a concentrarse los recursos disponibles en conseguir la superioridad en el terreno militar. Se realiz¨® un gigantesco esfuerzo no s¨®lo en el armamento nuclear y en la conquista espacial, sino -lo que es menos conocido- en la construcci¨®n de una poderosa Marina de guerra. En ambos sentidos, la perestroika representa un viraje fundamental. En primer lugar, las causas principales de la crisis del sistema no se buscan ya en el enemigo exterior, sino en sus mismas estructuras y en las pol¨ªticas aplicadas. En segundo lugar, se intenta mejorar la imagen de la URSS y conseguir nuevos apoyos en el mundo mediante la curaci¨®n de los males internos. Con esta nueva ¨®ptica, lo militar queda redimensionado al mantenimiento de un equilibrio de fuerzas en el m¨¢s bajo nivel posible. En otros t¨¦rminos: la nueva mentalidad que preconiza Gorbachov apuesta -en la cuesti¨®n de la seguridad- por la hip¨®tesis de que su acrecentamiento no depende s¨®lo del equilibrio en el terreno militar, sino de que el sistema sovi¨¦tico conquiste, por sus realizaciones socioecon¨®micas, simpat¨ªas m¨¢s amplias en el mundo exterior, invirtiendo la tendencia a un creciente desprestigio, caracter¨ªstica de las ¨²ltimas d¨¦cadas. Otro cambio significativo ata?e a la concepci¨®n de la guerra nuclear. Mientras antes -hasta los ¨²ltimos a?os de Breznev- segu¨ªa vigente la tesis de que era posible ganarla (no ser¨ªa el fin de la humanidad, sino el fin del capitalismo, se afirmaba), con Gorbachov se ha asumido sin reservas -al menos sin reservas visibles- la hip¨®tesis de que no habr¨ªa vencedores ni vencidos, s¨®lo el aniquilamiento rec¨ªproco.
Todo ello permite afirmar que la principal garant¨ªa por parte sovi¨¦tica de que la actual distensi¨®n se consolide y profundice en la direcci¨®n de un mundo sin guerras y asentado en la colaboraci¨®n pol¨ªtica, econ¨®mica y cultural de los pueblos reside en que la l¨ªnea reformadora de Gorbachov siga adelante, se profundice, se ampl¨ªen los espacios de libertad dentro del sistema. La actual batalla de los reformadores contra los conservadores dentro de la sociedad sovi¨¦tica es tambi¨¦n una batalla entre los que quieren un mundo en paz y los que quieren volver a la vieja pol¨ªtica de confrontaci¨®n militar. El fracaso de la perestroika agravar¨ªa la debilidad econ¨®mica y pol¨ªtica de la URSS, pero precisamente por ello la har¨ªa m¨¢s peligrosa con vistas al exterior, implicar¨ªa el retorno de la amenaza sovi¨¦tica. Las fuerzas progresistas de Occidente. deben estar interesadas en que la perestroika prevalezca, no menos que los propios pueblos del mundo sovi¨¦tico.
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