Sobre la recuperaci¨®n de Pasternak
La memoria literaria de la URSS no se puede sepultar, aunque las autoridades sovi¨¦ticas decidieran en el pasado que era posible hacerlo. Por eso resurgen personalidades como Pasternak, que hab¨ªa sido ocultada a los lectores que m¨¢s cerca pod¨ªan estar de su mensaje. Este art¨ªculo describe esta resurrecci¨®n.
No he le¨ªdo demasiados comentarios sobre la recuperaci¨®n oficial del escritor sovi¨¦tico Boris Pasternak, iniciada en su pa¨ªs recientemente. Sin embargo, el hecho me parece extraordinariamente significativo porque vuelven a salir a la luz -m¨¢s all¨¢ de la gran pol¨ªtica de bloques e ideolog¨ªas los viejos y graves temas que siempre han afectado a los intelectuales en general y a los escritores en particular: el car¨¢cter independiente y lib¨¦rrimo de su condici¨®n, la mayor o menor dependencia del poder, la fidelidad sin interferencias a la propia voz.No olvidemos en esta hora las acusaciones a que Pasternak fue sometido, especialmente a ra¨ªz de que le fuera concedido el Premio Nobel de Literatura a su obra en octubre de 1958, premio que ¨¦l rechazar¨ªa pocos d¨ªas despu¨¦s, no sabemos si por presiones de su Gobierno, por sentirse verdaderamente confundido por la fulminante repercusi¨®n que su persona y obra tuvieron en Occidente o por el miedo a ser expulsado de su pa¨ªs, medida que ¨¦l tem¨ªa m¨¢s que ninguna otra. No se olvide, en este sentido, la carta personal que Pasternak le envi¨® a Jruschov y en la que, entre otras cosas, le dec¨ªa: "La salida fuera de las fronteras de mi patria equivaldr¨ªa para m¨ª a la muerte".
Pero hablaba de las acusaciones que, en l¨ªneas generales, se le hicieron: "Huida ante la realidad", "hermetismo", "esteticismo", "oscuridad" (!!), "antirrealismo", "individualismo casi patol¨®gico". ?Eran graves estas faltas? Una vez m¨¢s observamos c¨®mo el error no est¨¢ en la obra creadora en s¨ª, sino en el ojo cr¨ªtico del que la juzga. Hoy nos parecen denuncias que m¨¢s respond¨ªan a la incomprensi¨®n del sistema que a la verdad. Nadie que tenga un concepto liberal del arte puede hoy escucharlas sin sonre¨ªr.
En realidad, Pasternak estaba lejos de ser un personaje molesto para el sistema, no s¨®lo porque en su obra hab¨ªa una primera etapa de claro apoyo a la revoluci¨®n, sino porque la independencia de su car¨¢cter no se prestaba al choque con las instituciones. (Hab¨ªa renunciado a la presidencia de la Uni¨®n de Escritores y quiz¨¢ goz¨® de las simpat¨ªas de Stalin gracias a una circunstancia puramente casual: Pasternak fue el autor de una antolog¨ªa de poetas georgianos).
Pero a partir de 1930, Parsternak har¨¢ de su independencia creadora y de su tradicional huida del gregarismo interesado el fundamento de su vida. No cabe, por tanto, hablar de que el asunto del Nobel y las circunstancias que desencaden¨® fueron quienes provocaron su disidencia. No en vano el libro que publicar¨¢ en estos a?os de ruptura llevar¨¢ el significativo t¨ªtulo de Segundo nacimiento. As¨² que, m¨¢s de 20 a?os antes de la obtenci¨®n del Nobel, hab¨ªa decidido ser ¨¦l sin interferencias, y para ello, la primera y m¨¢s significativa medida que tom¨® fue la renuncia a todos los libros escritos antes de esa fecha.
Pasternak, un autor l¨ªrico e independiente sin m¨¢s complicaciones, no pod¨ªa seguir en armon¨ªa con un arte obligado y dirigido. No s¨®lo por su naturaleza de poeta que no amaba las interferencias, sino tambi¨¦n por sus ra¨ªces formativas. La influencia de los padres del escritor es decisiva en este sentido. Su padre, amigo de Tolstoi, hab¨ªa sido pintor, y su madre, profesora de piano en el Conservatorio de Mosc¨². As¨ª que pintura y m¨²sica complementaron y enriquecieron su personalidad. Un m¨²sico, por ejemplo, como Scriavin, juega en su formaci¨®n un papel tan decisivo como el aportado por literatos de la talla de Goethe y Shakespeare, autores que conoc¨ªa muy bien y que hab¨ªa traducido al ruso.
Pero, m¨¢s all¨¢ de cualquier postura que se pueda adoptar en el caso Pasternak, por encima de los hechos noticiables -oportunamente utilizados por los pol¨ªticos de uno y otro bloque-, la verdadera personalidad del poeta brill¨®, en aquellos d¨ªas decisivos, en un texto no excesivamente conocido. Me refiero a Cartas a Renata, un libro de una gran sencillez, en el que vida y obra se funden de una manera tan transparente como perfecta.
La historia
La historia, en s¨ªntesis, es la siguiente: hacia marzo de 1958, una joven poetisa alemana, Renata Schweitzer, oye por la radio la lectura de uno de los cap¨ªtulos de El doctor Zivago. Este simple hecho pone casi m¨¢gicamente en relaci¨®n a esta an¨®nima escritora con Pasternak. Renata le escribe una carta acompa?ada de algunos de sus poemas. ?l le contesta y se establece as¨ª una relaci¨®n epistolar entra?able y secreta. En oto?o de se a?o se le concede el Nobel a Pasternak, pero en medio de la turbamulta que antecede y que sigue a esta concesi¨®n, ellos contin¨²an su correspondencia. Cartas a Renata acabar¨¢ siendo el libro que recoge esa relaci¨®n entre la escritora an¨®nima y el inesperadamente famoso escritor. El libro se cerrar¨¢ como comenz¨®: Renata est¨¢ escuchando otra vez la radio, pero ahora no le llega la palabra de Pasternak, sino la noticia de su muerte.
Cartas a Renata es un libro significativo en la medida que nos habla de la verdadera literatura, la de la vida, la de la intimidad del poeta comunicada a una an¨®nima y lejana admiradora, la de la lucidez y la ¨¦tica de ser en medio de un torbellino de amenazas, confusiones y aplausos de todo tipo. Poco le importaba al poeta su repentina y universal fama, o el ingresar cuantiosos derechos de autor en el extranjero cuando en su casa pasaba necesidad, o las incomprensiones hacia su voz. La raz¨®n ¨²ltima de su vida fue ese sigiloso intercambio de cartas con una desconocida, de sue?os imposibles y de afectos verdaderos.
Renata Schweitzer y Pasternak no deseaban saber en sus cartas de los l¨ªmites de la literatura y de las ideolog¨ªas, de los imperiosos dogmas de las sociedades, de la maldad humana. Dos seres respiran y sienten en sinton¨ªa, y la palabra escrita, la palabra sin odio, les une. En esta relaci¨®n secreta, la dignidad humana y el amor al arte verdadero quedan a salvo en tiempos borrascosos. Y a salvo tambi¨¦n quedaba la conciencia primera y ¨²ltima del escritor, que Ana Ajmatova, en la semblanza que hizo de Pasternak, fij¨® en dos versos: "Recibi¨® el don de una eterna infancia / y obtuvo en herencia toda la tierra".
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