Bush, en Varsovia
EL VIAJE que el vicepresidente de EE UU, George Bush, acaba de realizar a Polonia se inscribe en la campa?a de ¨¦ste por lograr la investidura del Partido Republicano para suceder a Reagan en la Casa Blanca. El n¨²mero de ciudadanos norteamericanos de origen polaco suma varios millones y su peso en las pugnas electorales no es despreciable.Sin embargo, no se puede limitar el significado del viaje a ese aspecto. El viaje ha constituido un paso esencial en el restablecimiento de unas relaciones normales entre EE UU y Polonia. Se ha puesto fin a las sanciones con la que EE UU respondi¨® a la disoluci¨®n de Solidaridad y a la detenci¨®n de sus dirigentes. Los embajadores volver¨¢n a sus puestos. Bush ha prometido incluso una ayuda para la reestructuraci¨®n de la deuda polaca. La Administraci¨®n de Reagan ha decidido adoptar una actitud netamente positiva ante la apertura iniciada por el general Jaruzelski en 1986, sobre todo con la amnist¨ªa de los presos pol¨ªticos, y ha optado por una actitud que refuerza la autoridad de aqu¨¦l ante su propio pueblo.
El segundo aspecto del viaje ha sido el apoyo p¨²blico a Solidaridad y a algunos de sus dirigentes, en especial Lech Walesa. Este apoyo mutuo entre Bush y Walesa ha tenido momentos en los que la preocupaci¨®n electoralista ha aflorado de manera excesiva e inoportuna, sobre todo para el prestigio de Walesa, criticado ya por su excesivo personalismo en sectores de la oposici¨®n polaca. Pero es un aspecto secundario. Lo importante es que el viaje ha puesto en evidencia que las condiciones actuales de Polonia reflejan, a pesar de que Solidaridad sigue siendo ilegal, un pluralismo real. El Gobierno lo admite, a pesar de que ello rompe el dogma del monopolio pol¨ªtico comunista. La prensa clandestina tiene una difusi¨®n amplia, hay reuniones de grupos de la oposici¨®n, predomina un clima cultural relativamente abierto.
Polonia es un caso excepcional en la Europa del Este, y ello se debe a un movimiento profundo de los trabajadores y del conjunto de la sociedad, que impuso la legalizaci¨®n de Solidaridad y vaci¨® las organizaciones que serv¨ªan de base social al sistema. Hoy la gravedad misma de la situaci¨®n econ¨®mica exige un m¨ªnimo de consenso social, que s¨®lo podr¨ªa salir de un di¨¢logo entre Gobierno y oposici¨®n. Jaruzelski no se decide a ello, pero tampoco puede cerrar totalmente las puertas. Ello engendra una situaci¨®n fluida, contradictoria, de transici¨®n.
Pero, siendo excepcional, la situaci¨®n de Polonia no es un caso ¨²nico. En Budapest, las nuevas medidas econ¨®micas, como la introducci¨®n del IVA, indica que se avanza hacia reformas que quiebran principios considerados intocables. Las personas que se perfilan como sucesoras de Kadar, como el jefe de Gobierno, Grosz, y el responsable de la ideolog¨ªa, Berecz, admiten la necesidad de reconocer el pluralismo de la sociedad. El primero ha hablado de di¨¢logo con la oposici¨®n ?legal, o con la parte de ella que no rechaza de plano el socialismo. Todo ello confirma que los aires de la reforma empujan hacia "cambios cualitativos" que ponen en cuesti¨®n aspectos esenciales del sistema.
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