El juez de Reagan
LA DECISI?N del Comit¨¦ Judicial del Senado de EE UU, por nueve votos contra cinco, de rechazar el nombramiento de Robert Bork como juez del Tribunal Supremo representa una derrota pol¨ªtica muy seria para el presidente Reagan., Seg¨²n la tradici¨®n, el Senado suele confirmar estos nombramientos del presidente, pero en el caso actual se dan circunstancias especiales. Reagan design¨® a Bork en julio pasado y se ha volcado con todas sus fuerzas para lograr que el Senado ratifique el nombramiento. Aunque el voto del Comit¨¦ Judicial no es definitivo, ya que la ¨²ltima palabra corresponde al Senado en pleno, la derrota del presidente en esta primera batalla confirma el deterioro de su autoridad.El hecho de que el Comit¨¦ Judicial, despu¨¦s de largos debates e interrogatorios del propio Bork, se haya pronunciado contra ¨¦ste, ha causado una fuerte impresi¨®n. Reagan ha insistido en que seguir¨¢ la batalla hasta el fin, diciendo incluso a sus adversarios que deber¨¢n pasar por encima de su cad¨¢ver. Pero ese patetismo ret¨®rico refleja sobre todo el temor a que el pleno del Senado siga la opini¨®n de su Comit¨¦ Judicial.
El caso Bork ha adquirido valor simb¨®lico. En torno a su nombramiento se juega en cierto modo la suerte de uno de los objetivos esenciales de Ronald Reagan al llegar a la Casa Blanca: la revoluci¨®n conservadora, que deber¨ªa poner fin a los excesos de liberalismo en las costumbres en que ha ca¨ªdo -seg¨²n el presidente- la sociedad norteamericana. En cierto modo, es el aspecto del reaganismo de mayor alcance hist¨®rico. Trasciende lo. inmediatamente pol¨ªtico y tiende a dictar pautas de conducta a la sociedad, e incluso a los individuos. Por otra parte, los jueces del Tribunal Supremo son nombrados con car¨¢cter vitalicio, por lo cual su composici¨®n tiene efectos de muy larga duraci¨®n. Al designar a Bork, Reagan aspira a prolongar el reaganismo mucho despu¨¦s de que su presidencia haya terminado.
Con una competencia profesional que nadie discute, Robert Bork no es un conservador, es "un extremista", seg¨²n la expresi¨®n de Edward Kennedy. Defiende una interpretaci¨®n tan r¨ªgida de la Carta Magna que, en su opini¨®n, los derechos no expl¨ªcitamente reconocidos en el texto original no son constitucionales. Por eso es contrario al aborto, al derecho de los ciudadanos a la privacy, o sea, la facultad de disponer de su propia persona en aquello que no afecte a la sociedad. Los criterios de Bork equivalen a negar respaldo constitucional a todos los progresos realizados en EE UU en la superaci¨®n de la segregaci¨®n racial, en la igualdad y libertad sexual y en la garant¨ªa de los derechos de las minor¨ªas. Por eso Reagan le considera como el portavoz perfecto de su ideal para la sociedad norteamericana.
Para analizar la evoluci¨®n de EE UU, al lado de una historia basada en la pol¨ªtica de los diversos presidentes, hace falta tener en cuenta corrientes m¨¢s profundas, marcadas en no peque?a medida por la orientaci¨®n del Tribunal Supremo. ?ste, desde la Segunda Guerra Mundial, presidido por los jueces Earl Warren y Warren Burger, ha desempe?ado un papel m¨¢s bien progresista. Sus sentencias han sido decisivas para acabar con la segregaci¨®n racial; garantizar m¨¢s plenamente los derechos humanos, sobre todo de las minor¨ªas; disminuir la discriminaci¨®n de la mujer; permitir el aborto; suprimir el rezo obligatorio en las escuelas.
El presidente Ronald Reagan ha querido contrarrestar esa tendencia promoviendo jueces conservadores a machamatillo, como hizo el a?o pasado con William Rehnquist -m¨ªster Derecha, seg¨²n la revista norteamericana Time- al designarle presidente. El nombramiento de Bork puede ser decisivo: en recientes ocasiones, sentencias importantes han sido dictadas con un voto de mayor¨ªa, como la ¨²ltima que fue favorable al aborto.
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