Paula o el arte por el arte
Fue en el quinto de la tarde. La corrida discurr¨ªa animada por numerosos destellos, pero no se hab¨ªa centrado Rafael de Paula con ninguno de sus toros. En el quinto lleg¨® lo que, a lo largo de la tarde, est¨¢bamos esperando. Dos ayudados por alto barriendo los lomos, uno por bajo, y el de pecho de pit¨®n a rabo fueron el preludio de la faena.Cinco redondos -no uno ni dos- sino cinco, perfectamente ligados, con la mano baja y tray¨¦ndoselo con desmayo a la cadera. Cuatro naturales y el obligado de pecho, muy ligados y muy rematados. Y la plaza no era un manicomio. Era la Filarm¨®nica de Londres. Nunca con m¨¢s justicia el p¨²blico se ha merecido el calificativo de respetable. Nunca el p¨²blico ha sido menos masa y ha sido m¨¢s pueblo. Yo he visto a los hombres -a los que doman caballos- con la voz quebrada por la emoci¨®n. Era pura y simplemente la emoci¨®n est¨¦tica. Era el arte.
Varias ganader¨ªas / Paula
Tres toros de Ferm¨ªn Boh¨®rquez, bien pesentados, bravos, nobles; 6?, con genio. 1? de Jim¨¦nez Alarc¨®n, 3? de Jes¨¦ Luis Osborne y 4?de ?ngel Peralta, bien presentados, mansos. Rafael de Paula, ¨²nico espada: aviso y palmas; divisi¨®n; silencio; silencio; dos orejas; ovaci¨®n. Sali¨® a hombros. Plaza de la Real Maestranza, 12 de octubre. Corrida a beneficio de la Cruz Roja.
?Qui¨¦n es el cronista para coger la lupa y analizar t¨¦cnicamente la actuaci¨®n de Paula? Paula carece de t¨¦cnica. La concepci¨®n del toreo del gitano es la del arte por el arte. Es el sentimiento est¨¦tico. Cuando el p¨²blico, estremecido por la belleza, solicitaba y consegu¨ªa las dos orejas para Paula, en sus rostros se adivinaba la aseveraci¨®n de Ortega y Gasset de que ning¨²n hontanar hab¨ªa hecho tan felices a tantos espa?oles como las corridas de toros desde hace dos siglos. A Paula no le podemos aplicar el microscopio. Hay que medirlo por otro rasero.
Ya en el segundo, tras romperle tres capotes con vueltas azules, cogi¨® el de forro verde y abri¨® una hermosa esperanza en el tendido al enjaretarle dos ver¨®nicas y media que merecieron los honores de la m¨²sica y le obligaron a destocarse. Toda la tarde el capote lo ha manejado en la suerte fundamental, en la ver¨®nica. En las medias se enroll¨® el toro a la cintura como si se tratara de una pijota dispuesta para freir.
En los dem¨¢s toros, salvo destellos, no consigui¨® centrarse, si bien es verdad que salvo el segundo de Boh¨®rquez, que fue un gran toro -quiz¨¢ mejor que el quinto-, los dem¨¢s tuvieron dificultades, ya por mansos, ya por exceso de genio, como el sexto, tambi¨¦n de Boh¨®rquez, quien se ha apuntado un triunfo muy estimable. ?Qu¨¦ pena no haber lidiado la corrida completa del ganadero jerezano que parece estaba apalabrada! En definitiva, una faena estremecedora para la gran sensibilidad de un p¨²blico, que ha comprendido con su silencio y con sus ovaciones y pa?uelos, que aquello era una cosa distinta, y que hemos de guardarnos la regla de medir y en todo caso aplicar el fonendo a nuestro coraz¨®n.
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