La batalla de las aulas
Encontrar silla en clase es uno de los mayores problemas de los nuevos alumnos de la Complutense
"Esto no es nada", explica una alumna reci¨¦n matriculada; "hoy nos hemos podido sentar todos porque nos han cambiado de aula, pero hasta ayer hab¨ªa gente en el suelo, sentada en los huecos de las ventanas, incluso atendiendo a clase desde el pasillo". Esto es la estampa abrumadora del aula 532 de la facultad de Ciencias de la Informaci¨®n en la universidad Complutense, donde dos centenares de alumnos api?ados acaban de asistir a una de las clases del primer curso de periodismo.A esta imagen de abigarramiento, com¨²n a muchas otras facultades de esta universidad, una de las m¨¢s masificadas de Europa -las previsiones de matr¨ªculas apuntan a los 135.000 alumnos para el presente curso-, se asocia una cotidiana batalla por encontrar una silla libre en clase.
Matriculados en F¨ªsicas, o en la facultad de Econ¨®micas, o en Derecho, han asistido al mismo espect¨¢culo estos d¨ªas, reconfortados, eso s¨ª, por el consejo de los m¨¢s veteranos de que "en un par de meses la gente empieza a cansarse y a faltar a clase".
Pero las previsiones -los datos concretos de matriculados en cada facultad no se tendr¨¢n listos hasta noviembre-, que cifran en 135.000 los alumnos que estudiar¨¢n el presente curso en la Complutense de Madrid, no dan pie a demasiado optimismo.
"Es impresionante que en una clase pr¨¢ctica como es la de redacci¨®n me encuentre con dos centenares largos de alumnos", comenta un profesor de primer curso de periodismo. "La sensaci¨®n de agobio que produce sentarse dentr¨¢s de la mesa, intentar abordar un tema y ver que las puertas del aula no se pueden cerrar es tremenda. Ser¨ªa admisible para una lecci¨®n magistral, pero lo m¨ªo es una clase pr¨¢ctica".
Algo parecido opina el veterano profesor Enrique de Aguinaga, secretario de la misma facultad, que imparte clases de redacci¨®n en tercer curso. "Es absurdo pretender una universidad democr¨¢tica, y no lo digo yo, lo dice nuestro propio rector, Gustavo Villapalos. Lo de menos es si hay sillas suficientes para todos los culos, el problema es que hay demasiados estudiantes. No se puede establecer la necesaria comunicaci¨®n entre alumno-profesor".
Otros, m¨¢s resignados, o simplemente m¨¢s habituados, como el profesor de Derecho Natural Jes¨²s Lima, de la facultad de Derecho, encuentra como siempre su clase: "Tengo aproximadamente los mismos alumnos que el curso pasado, y la verdad, todos tienen sillas, y podemos cerrar las puertas del aula". Lo mismo opina otra compa?era en las tareas docentes de primero de derecho, pero en los nutridos corrillos del vest¨ªbulo, en las interminables colas para recoger carn¨¦s, matricularse o llamar por tel¨¦fono, los alumnos se quejan. "Si quer¨¦is una buena foto, de verdad, con gente escuchando desde los pasillos, y sentada por los suelos, venid por la tarde a uno de los grupos de tercero. Eso s¨ª que es incre¨ªble".
"Y eso que todav¨ªa no se ha incorporado todo el mundo", apunta otro estudiante de imagen, "todav¨ªa se est¨¢ matriculando la gente de primero, porque todav¨ªa se est¨¢n distribuyendo los alumnos admitidos por las facultades donde hay sitio. Pero no s¨¦ lo que ser¨¢ cuando vengan todos". Mientras la Generalitat de Catalu?a eval¨²a en unos 10.000 el n¨²mero de alumnos pendientes de que se les asigne una plaza en cualquier facultad de Catalu?a, los datos relativos a la Comunidad de Madrid no se conocen a¨²n.
En la antesala del decanato de la facultad de Ciencias de la Informaci¨®n, una veintena de alumnos de primer curso de imagen espera a que alguna autoridad acad¨¦mica reciba al grupo. La lista de agravios parece larga. "No es s¨®lo que haya tortas para encontrar una silla, es que adem¨¢s tenemos l¨ªo con los horarios", explican.
"El otro d¨ªa nos coincid¨ªan a la misma hora la clase de historia y la de est¨¦tica. Pero lo m¨¢s grave es que los viernes, que ten¨ªamos pr¨¢cticas, en principio, resulta que nos han dividido en dos subgrupos, y unos s¨ª tienen pr¨¢cticas y otros no", a?aden.
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