Cita con una cat¨¢strofe
A finales del a?o pasado, cuando estaba preparando las maletas para viajar a California, le¨ª un art¨ªculo seg¨²n el cual, "las previsiones de los expertos indican que antes de 1993 un gran terremoto, similar al de 1906, devastar¨¢ las costas de California ( ... ) Algunos investigadores se anticipan a esta fecha y dan otra m¨¢s inminente: enero de 1987". Ni que decir tiene que me fui para all¨¢ un tanto mosqueado, pues precisamente en aquel enero hab¨ªa de llegar a California para permanecer un semestre en su San Diego State University. ?Cita con una cat¨¢strofe!, pens¨¦ yo para mis adentros. Afortunadamente, el gran terremoto, al menos por ahora, ha faltado a la cita, o, por lo menos, a una cita demasiado puntual. Me parece que ahora se trata m¨¢s bien de una cita a la chilena. (O, por lo menos, fue en Chile donde yo descubr¨ª este modo de citarse: "Entonces nos vemos ma?ana tipo once". El aura de esas once llegaba hasta las doce o la una tranquilamente ... ) As¨ª pues, y dado que el pr¨®ximo a?o voy a volver, Deo volente, a California, es posible que todav¨ªa llegue a tiempo; aunque el reciente terremoto de Los ?ngeles, en su aparente trivialidad, podr¨ªa ser un signo de la inminencia de la gran cat¨¢strofe.?Qu¨¦ gran aventura, viajar a una cat¨¢strofe que a¨²n no ha sucedido! Periodismo metaf¨ªsico podr¨ªa llamarse esta figura para distinguir tal operaci¨®n del periodismo vulgar, en cuyo cuadro se espera, claro est¨¢, a que sucedan las cat¨¢strofes -aunque no se desea que sucedan, es de suponer- para acudir a ellas e informar sobre lo sucedido... o sobre lo suceso, que tambi¨¦n podr¨ªa decirse. Algunas veces, el azar resuelve que el periodista acuda antes del suceso, y tal fue el caso, si no me est¨¢ haciendo una trampa la memoria, de Jack London en relaci¨®n con el terremoto de San Francisco, pero lo corriente es que esas cat¨¢strofes naturales sucedan cuando menos se piensa, y que en su lugar se halle, en el mejor de los casos, alg¨²n despistado periodista local.
Tambi¨¦n las hay artificiales y deliberadas que, sin embargo, caen sobre el conjunto de la poblaci¨®n humana con los caracteres de las m¨¢s terribles entre las cat¨¢strofes naturales. ?C¨®mo no pensar una vez m¨¢s en Hiroshima? Y con este recuerdo se me representa en la memoria el de un personajillo m¨ªo, japon¨¦s por m¨¢s se?as, de un viejo relato. El pobre hombre se salva milagrosamente de la muerte en el bombardeo de Hiroshima, y se las promete muy felices poni¨¦ndose en camino hacia Nagasaki, al encuentro de la bomba cuya actividad ya se dise?aba sobre sus cielos. Cita con una cat¨¢strofe.
Tema este que ronda desde antiguo sobre mi pobre cabeza, y que me impresion¨®, creo que por primera vez, en la lectura adolescente de la novela (le Thornton Wilder El puente de San Luis Rey, en la cual, un fr¨²lecico se pregunta por qu¨¦, al caerse de pronto aquel puente centenario por el que transcurr¨ªan cotidianamente tantas personas, transitaban por ¨¦l precisamente aquellas cinco el d¨ªa 20 de julio de 1714 y en aquel preciso momento. 'Acaso un azar' es el t¨ªtulo de la primera parte de la novela. Se trataba -como dec¨ªa Wilder al comenzar su relato- de uno de esos sucesos que los juristas anglosajones llaman (o llamaban) acts of God, y que producen generalmente efectos tan mort¨ªferos.
Sobre una cat¨¢strofe muy memorable -el terremoto que destruy¨® Lisboa en 1755 y que caus¨® m¨¢s de 10.000 muertos en unos minutos, aparte de una infinidad de heridos y de gentes desamparadas- ya se produjeron en los intelectuales de Europa algunas turbadas reflexiones, entre las que pueden ser recordadas f¨¢cilmente, por estar muy a mano, las de Goethe en Poes¨ªa y verdad y las cr¨ªticas (le Voltaire a cierto optimismo vigente de origen m¨¢s o menos leibnitziano o wolffiano. Todav¨ªa Kant no hab¨ªa despertado de su sue?o dogm¨¢tico, y ello puede explicar que al a?o siguiente de la cat¨¢strofe publicara en su Historia y descripci¨®n natural del terremoto de 1755 un cap¨ªtulo titulado 'De la ventaja de los terremotos', aunque estaba muy bien la consideraci¨®n del aspecto naturalista de estas cat¨¢strofes, explicables como meros episodios de un proceso natural, y no obedientes, por tanto, a designio trascendente alguno. Parece que Kant pensaba -o subpensaba, si as¨ª pudiera decirse- en otro tipo de cat¨¢strofes al escribir sobre aquella cat¨¢strofe natural. "No era necesario ser profeta", ha escrito su reciente bi¨®grafo sovi¨¦tico Arsenij Goulyga, "para sentir [en 1756] la inminencia de una cat¨¢strofe que har¨ªa correr mucha m¨¢s sangre que el terremoto de Portugal". Efectivamente, reinando Federico II en Prusia, estaba a punto de desencadenarse una guerra que durar¨ªa siete a?os y que producir¨ªa las mayores ruinas y desolaciones. Mientras tanto, la mayor¨ªa de los ciudadanos corrientes estaban acudiendo sin darse cuenta a una cita con una gran cat¨¢strofe.
Mi cita es, sin embargo, con una cat¨¢strofe prevista, y la indeterminaci¨®n reside tan s¨®lo en la fijaci¨®n precisa de la fecha, de manera que puede ser que no llegue a tiempo, bien porque llegue tarde o Porque vuelva antes de que la cosa suceda. Trat¨¢ndose de algunas entre las cat¨¢strofes naturales, el asunto tendr¨ªa que estar un poco m¨¢s claro, y las predicciones habr¨ªan de gozar de una mayor precisi¨®n. Viviendo hace a?os tambi¨¦n en California, recuerdo que la televisi¨®n nos avisaba cotidianamente de esta difusa cita con el se¨ªsmo. "Est¨¢ usted en California", dec¨ªa el locutor, "y, por tanto, puede usted sufrir las consecuencias de un terremoto". A continuaci¨®n proced¨ªa a darnos algunas instrucciones y a:recomendarnos un folleto. Por entonces pude enterarme de que una parte de la responsabilidad de la predicci¨®n se ced¨ªa a los animales dom¨¦sticos, y que un centro de datos recib¨ªa las informaciones de multitud de granjeros que comunicaban los comportamientos considerados como anormales... Tambi¨¦n recuerdo haber le¨ªdo, en un poema sobre el terremoto que sacudi¨® hace ya bastantes a?os a Agadir, que ¨¦ste fue precedido de un espectacular silencio en el clamor de las aves. ?No era del poeta sueco Artur Lundkvist aquel bello poema?
Me olvidar¨¦ por un momento de esta difusa cita m¨ªa con el sfi¨¢estro natural -ala que, sin embargo, no puedo faltar por razones profesionales- para pensar someramente en otro tipo de citas, como el encuentro entre el martillo del alba?il que trabaja en una fachada y el cr¨¢neo de un ciudadano que pasaba por all¨ª. Es aquel ejemplo que Jacques Monod trajo a las p¨¢ginas del que fue su famoso libro sobre El azar y la necesidad. El, azar esencial residir¨ªa en ese encuentro, y no en juegos como los dados o la ruleta, de los que
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puede decirse que no son juegos de azar, sino que desconocemos, hoy por hoy al menos, "el modo de gobernar sus movimientos". Hay verdaderamente azar cuando se produce "la intersecci¨®n de dos cadenas causales totalmente independientes una de otra". En el relato de Monod se trata de un m¨¦dico y un fontanero, cuyas trayectorias dise?an efectivamente dos cadenas "totalmente independientes". Hace a?os yo pensaba escribir un gui¨®n para el cine en el cual un madrile?o, que acababa azarosamente alistado a los paracaidistas franceses, se encontraba un d¨ªa en el campo de batalla con un campesino argelino que hab¨ªa abrazado la causa de la liberaci¨®n nacional de Argelia. El madrile?o mataba al argelino: he ah¨ª la intersecci¨®n. O bien, aquel t¨ªtulo que yo pensaba: Encuentro en Argelia. Aunque no estoy muy seguro de que en este caso se tratara de dos cadenas "totalmente independientes".
Pasando del terremoto de Lisboa a la intersecci¨®n de un martillo que se cae con el cr¨¢neo de una persona que pasa por la calle, hemos abandonado no s¨®lo el territorio de lo natural, sino tambi¨¦n el de las cat¨¢strofes propiamente dichas. Sobre la distinci¨®n entre cat¨¢strofe y desgracia, en mis tiempos de militante del PCE se contaba un chiste bastante gracioso y que voy a repetir por si queda alguna persona que no lo conozca. "Si una anciana se cae en la calle y se rompe un hueso, se trata evidentemente de una desgracia, pero no se puede decir que sea una cat¨¢strofe. Ahora bien, si un avi¨®n de pasajeros se desploma mientras viaja en ¨¦l el comit¨¦ central del partido, se trata evidentemente de una cat¨¢strofe, pero no se puede decir que sea una desgracia".
Me quedo con las ganas de hablar de la crisis del determinismo, seg¨²n Lyotard, y de aquella teor¨ªa de las cat¨¢strofes de, Thom, y de no s¨¦ cu¨¢ntas cosas m¨¢s. Tambi¨¦n tendr¨ªa que hablar de lo que Popper llam¨® el efecto de Edipo, y, ya metidos en esta harina, ?qu¨¦ pensar de aquella intersecci¨®n, en una cruz infamante, entre la cadena causal que fue -o nos imaginamos que fue- Jes¨²s y la l¨ªnea hist¨®rico-social de cierta provincia del Imperio romano? ?Fue aquella cruz una cat¨¢trofe? Si hemos de creer a san Lucas, "era ya como la hora sexta y se produjeron tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora nona, y se rasg¨® por medio el velo del santuario". Pero, en fin, me parece que desde los a?os cuarenta tenemos algo muy importante a nivel de cat¨¢strofes. La cita que uno piensa desde 1945 tiene la forma, digamos, de una especie de gran hongo apocal¨ªptico. As¨ª que, ante tal perspectiva, se queda como un terremotillo de nada la actual predicci¨®n para California, aunque vaya a ser -seg¨²n dijo el se?or Richard Andrews, que es el autor de la informaci¨®n a que me he referido al empezar este art¨ªculo el mayor desastre natural en la historia de Estados Unidos".
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