?Marginaci¨®n o futuro?
La proximidad del XII Congreso del PCE y el conocimiento de las tesis que en ¨¦l han de debatirse -¨¦stas precisar¨¢n de un an¨¢lisis m¨¢s detenido- obligan a algunas reflexiones preliminares. En primer lugar, que de los bajos resultados electorales de Izquierda Unida (IU) en junio y su estancamiento reiterado por todos los estudios de opini¨®n anteriores y posteriores debe aceptarse ya una obligada proposici¨®n: su escasa capacidad actual para constituirse en la expresi¨®n pol¨ªtica de los cambios profundos que reclaman hoy insistentemente la mayor¨ªa de los trabajadores y otros grupos din¨¢micos de la sociedad espa?ola. Muchos de esos electores perciben a IU, sin duda, como una inestimable punta de lanza en la cr¨ªtica y control del Gobierno, pero no alcanzan a verla como un instrumento respetable y convincente de otra pol¨ªtica y de otro modo de ejercerla.No es arriesgado pensar que buena parte de tales limitaciones se deban, entre otras, a la confusi¨®n ideol¨®gica con que en la actualidad el PCE se presenta ante los ciudadanos. En efecto, se puede saber hoy con nitidez que es algo que hay a la izquierda del PSOE, que pretende -y lo consigue frecuentemente- desgastar al Gobierno y pone en ello la totalidad de sus activos y recursos. Nada menos, pero poco m¨¢s. Aun con la injusticia que supone toda valoraci¨®n en exceso global y del juicio que merezca, debe reconocerse que el eurocomunismo fue el ¨²ltimo esfuerzo te¨®rico de envergadura producido por el PCE. Tal movimiento de actualizaci¨®n program¨¢tica implic¨® las primeras cr¨ªticas a los elementos dogm¨¢ticos del comunismo tradicional, la denuncia de modos err¨¢ticos en la construcci¨®n del socialismo en los pa¨ªses denominados del socialismo real, el reconocimiento de las mayor¨ªas democr¨¢ticas como instrumento de transformaci¨®n pol¨ªtica y la afirmaci¨®n del principio de autonom¨ªa de los diversos partidos comunistas y de las v¨ªas nacionales al socialismo.
Renovaci¨®n superficial
Con seguridad, tama?a empresa te¨®rica fue tramitada en su momento con gran econom¨ªa de debate pol¨ªtico, y lo que es peor, se vio desasistida de nuevos h¨¢bitos internos en la creaci¨®n colectiva de la pol¨ªtica. La renovaci¨®n ideol¨®gica result¨® as¨ª extraordinariamente superficial, e incluso dentro del PCE muchos aceptaban a hurtadillas el entendido de que la nueva pol¨ªtica respondiera a un conjunto de obligados movimientos t¨¢cticos que de cuando en cuando produc¨ªa la habilidad generalmente reconocida a su entonces secretario general.
Ese andamiaje tan fr¨¢gil quebr¨® con el fin del consenso en 1979, y termin¨® de naufragar con el desastre electoral de octubre de 1982. Desde entonces, algunos sectores de la direcci¨®n del PCE parecen haber emprendido -de forma no menos superficial- un sutil camino de retorno a los or¨ªgenes, asentado sobre una cr¨ªtica radical del per¨ªodo precedente. Esa vuelta a las ra¨ªces se expresa en tres niveles de un mismo discurso: la insistencia en el car¨¢cter formal (enti¨¦ndase burgu¨¦s) de la democracia, la naturaleza consecuentemente instrumental del trabajo de los comunistas en las instituciones y la afirmaci¨®n del PCE como ¨²nico partido de la izquierda (adjetivada real) de nuestro pa¨ªs.
Al parecer, nadie reclama hoy p¨²blicamente la vieja concepci¨®n leninista ni una nueva supeditaci¨®n a centros for¨¢neos de direcci¨®n pol¨ªtica, aunque, utilizando como coartada el necesario reagrupamiento de los comunistas, a aquellos sectores no les moleste una aproximaci¨®n al fundamentalismo ideol¨®gico -"nosotros contra todos"- propio de la III Internacional.
En cuanto a lo primero, es necesario reconocer que la cr¨ªtica de las democracias formales no es ninguna novedad te¨®rica, y menos exclusiva de los partidos comunistas. Sin embargo, ciertas formas de cr¨ªtica frontal a la misma, lejos de incorporar al PCE al debate sobre la democracia activa y avanzada, retoman viejas sensibilidades de la cultura pol¨ªtica de guerra fr¨ªa.
La consecuencia inmediata es el uso intencionado de la ficticia la contraposici¨®n entre las tareas institucionales y las de movilizaci¨®n social para, optando naturalmente por las segundas, justificar una notable incapacidad para el ejercicio de las primeras. El trabajo institucional se convierte as¨ª en una mera caja de resonancia de la crispaci¨®n social, pero casi nunca en un ¨²til instrumento para el cambio real y la n¨ªtida transmisi¨®n de un modo de gobierno alternativo. Algunos con meritorias excepciones han sustituido el fondo por la forma, la capacidad pol¨ªtica por el gesto estridente, pensando burdamente en un provecho electoral del folclorismo que la serie dad de los ciudadanos sistem¨¢ticamente les niega. As¨ª las cosas, las movilizaciones -y con ellas la pol¨ªtica de convergencia social- se ahogan en s¨ª mismas, y no debe extra?ar que la mayor¨ªa de los electores de izquierdas, aun desencantados ya del famoso cambio, repitan entonces su voto socialista.
Carente, pues, de definici¨®n propia, se busca la identidad en el antisocialismo contumaz, y no sorprende que el balance electoral del 10-J a pesar del estancamiento de IU, les resulte a algunos positivo por el simple hecho de la p¨¦rdida del PSOE, aunque sea ello a costa del aumento del centro derecha. Cierto es que el PSOE ha ido m¨¢s all¨¢ de un simple Bad-Godesberg, pero su consideraci¨®n como el partido americano o como un partido de derechas es, a m¨¢s de una muestra de pereza anal¨ªtica, un nuevo obst¨¢culo para la expansi¨®n del PCE entre esos mismos electores.
Sin la definici¨®n, pues, de un proyecto pol¨ªtico, transformador en el fondo y serio en la forma, es poco menos que imposible el re lanzamiento del PCE. El XII Congreso debe suponer el reencuentro del PCE con la iniciativa pol¨ªtica e ideol¨®gica, no el paso atr¨¢s, no la involuci¨®n encubierta de torpe radicalismo. Nuevas encrucijadas se ofrecen hoy a una izquierda de progreso que, libre por igual del fundamentalismo y la renuncia pragm¨¢tica, d¨¦ curso a verdaderas transformaciones en la sociedad espa?ola. Frente a ese reto nadie est¨¢ legitimado para arrojar el PCE al dogmatismo testimonial, menos a¨²n con el exclusivo fin de asegurar supervivencias particulares.
es soci¨®logo
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.