2. El dirigente, el disidente y el periodista
EL ESC?NDALO provocado por las declaraciones de Pablo Castellano al semanario El Independiente, en las que acusaba a su compa?ero de partido Jos¨¦ Mar¨ªa Benegas de corrupci¨®n, no favorece precisamente la imagen de los pol¨ªticos y los periodistas en nuestro pa¨ªs.Pablo Castellano, principal representante de Izquierda Socialista, corriente cr¨ªtica del PSOE, es un veterano antifranquista que ocup¨® cargos de responsabilidad en ese partido desde los a?os de la clandestinidad. Se ha distinguido por la perseveranc¨ªa en la defensa de sus ideas, pero algo menos por la capacidad autocr¨ªtica cuando la realidad no ha confirmado sus predicciones, y muy poco por la prudencia verbal. Su estilo, poco dado a los matices, se ha visto perjudicado por su receptividad a los halagos de sectores tan alejados de su pensamiento como interesados, desde 1982, en acreditar una imagen catastrofista de la vida pol¨ªtica espa?ola. Sus apelaciones a la dimensi¨®n ¨¦tica de la pol¨ªtica sonaron extra?amente cuando conjug¨® en el Congreso la defensa de la ley antiterrorista. Pero, a la postre, Castellano significaba una disidencia respecto a la aburrida y machacona petulancia de los ortodoxos del PSOE. Una disidencia que era preciso mantener desde cualquier punto de vista.
Ahora, sus imputaciones contra Jos¨¦ Mar¨ªa Benegas, sin prueba alguna, constituyen una irresponsabilidad que en nada contribuir¨¢ a combatir los conatos de corrupci¨®n observados en sectores de la actual Adrninistraci¨®n. Irresponsabilidad m¨¢s grave por venir de un miembro del Consejo General del Poder J¨²dicial, por cuya independencia debe velar. Le honra a Pablo Castellano el que ¨¦l mismo ha venido a reconocer lo mal fundado de su acusaci¨®n cuando se ha adelantado a renunciar a todos sus cargos p¨²blicos e internos. Pero es de temer que su reacci¨®n pol¨ªtica, coherente y muy de aplaudir, llegue demasiado tarde.
Porque las torpezas se han manifestado en cadena y llegaron hasta el punto de evocar la absurda decisi¨®n, pronto revocada, de poner precio al honor de Jos¨¦ Mar¨ªa Benegas, valorarlo en 50 millones de pesetas y adornarlo todo con la luminosa idea, llena de puerilidad demag¨®gica, de destinar el producto de ese resarcimiento a las v¨ªctimas del terrorismo.
Pero para que nada falte en la comedia queda por analizar la actitud de unos periodistas y una publicaci¨®n que sorprenden la buena fe de un entrevistado y ponen en su boca palabras que pronunci¨® pero que es, cuando menos, dudoso lo hiciera para que se publicaran. El periodismo cre¨ªble y respetable tiene unos principios cuya vulneraci¨®n averg¨¹enza a cualquier buen profesional. Son los que diferencian a un periodista de un esp¨ªa, de un chismoso o de un gamberro.
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