El feminismo y la crisis actual de la cultura
S¨ª, creo que nosotros, los varones, nos portamos, por una vez, bien, y que las mujeres asistentes hubieron de quedar contentas de nosotros. El foro sobre el hecho religioso, despu¨¦s de 10 ediciones predominantemente masculinas, cedi¨® el protagonismo, el acceso al espacio p¨²blico, como dir¨ªa Celia Amor¨®s, a las mujeres. Las dos ponentes, ella y Mar¨ªa ?ngeles Dur¨¢n, y quienes constituyeron la mesa redonda, esta ¨²ltima, Dolores Alexandre, Maite del Moral y Mar¨ªa Asunci¨®n Mil¨¢, fueron todas mujeres, como, por lo dem¨¢s, deb¨ªa ser trat¨¢ndose de un tema suyo, el de La mujer, hoy y ma?ana.
Las mujeres reclaman, con raz¨®n, un puesto dentro y fuera de la Iglesia. Y lo hacen hoy, es decir, en un tiempo sumamente propicio. En efecto, estamos viviendo, muchos lo denunciamos, una ¨¦poca de crisis cultural, crisis de la cultura establecida, que es, en definitiva, crisis de cultura masculina. As¨ª, pues, parece un momento coyunturalmente favorable al reconocimiento y la incorporaci¨®n de los valores de la cultura femenina. Expresi¨®n ¨¦sta, antes y despu¨¦s de Simmel, sumamente equ¨ªvoca. ?Qu¨¦ entendemos los varones por ella? ?Una cultura alternativa, una cultura complementaria, o bien nada m¨¢s que una subcultura para uso y consumo femeninos?
Volveremos luego sobre esta cultura o cultivo de lo femenino, cuya importancia no fue negada por Celia Amor¨®s, pero s¨ª subordinada a una cuesti¨®n previa, la de las relaciones de poder. En efecto, seg¨²n nuestra historiadora de la filosof¨ªa, es el poder, poder varonil, el que tipifica y arquetipifica los modelos culturales, y el que ha recluido a las mujeres en el ¨¢mbito privado de una secundaria cultura femenina, meramente de adorno, renuncia (a la fuerza), abnegaci¨®n y "sus labores". (Mar¨ªa ?ngeles Dur¨¢n ha analizado agudamente en este contexto la etimolog¨ªa y sem¨¢ntica de los vocablos labor, trabajo, tarea, quehacer y jornada.) Por consiguiente, y sin negar necesariamente la cultura y simb¨®lica de lo femenino, es decir, el feminismo de la diferencia, Celia Amor¨®s da la preferencia al feminismo de la igualdad en el acceso de la mujer a la esfera p¨²blica, a lo que en sentido lato, el del reconocimiento entre los pares, cabe llamar poder.
Y este poder es el que el pacto o alianza b¨ªblicos y la concepci¨®n misma del Dios Padre y, por ende, var¨®n, se lo negaron tajantemente. El patriarcalismo y la figura emblem¨¢tica del Pastor, el Buen Pastor (a la que s¨®lo tard¨ªa y, por decirlo as¨ª, folcl¨®ricamente, se agreg¨® la de la Divina Pastora) resumen la concepci¨®n que de las mujeres-ovejas contiene la Biblia. Los a?os de la vida de Jes¨²s constituyeron si no una ruptura, cuando menos un par¨¦ntesis: Marta y Mar¨ªa, Mar¨ªa Magdalena, las mujeres en torno a Jes¨²s, nos muestran lo que, desde este punto de vista, podr¨ªa haber dado de s¨ª el cristianismo, que, sin embargo, volvi¨® a ser el masculino de los ap¨®stoles, los padres de la Iglesia, el Papa, los obispos y los sacerdotes (los cl¨¦rigos, los curas). Y el protestantismo no cambi¨® las cosas, sino que se limit¨® a erigir un nuevo modelo de supremac¨ªa varonil, el del sacerdocio general de los fieles, en realidad de los varones, y recuper¨®, anacr¨®nicamente, la figura r¨²stica del pastor para colocarlo en el lugar del sacerdote.
Rec¨ªprocamente a como dec¨ªa antes, no en necesaria oposici¨®n frontal al feminismo de la igualdad y la liberaci¨®n femenina, pero s¨ª poniendo el acento en otro lugar, se sit¨²a el feminismo de la diferencia. Dentro de nuestro foro, apoyadas en la simb¨®lica de origen jungiano y el Eranos Jahrbuch, Maite del Moral y Pepa Garc¨ªa Collado y, desde una posici¨®n cristiana, Dolores Alexandre, destacaron la importancia no de una cultura femenina separada, sino de la cultura o cultivo de lo femenino como tipo ideal, arquetipo y polo opuesto- complementario de la cultura de lo masculino, abstracta, conceptual, l¨®gica, activa, egoc¨¦ntrica y dominadora. La recuperaci¨®n del sentido del s¨ªmbolo y el mito, la actitud de receptividad, disponibilidad y relacionalidad o, dicho en lenguaje sinib¨®lico-po¨¦tico, lo que evocan la Tierra y las Aguas, el Viento, la Noche y la Luna, la Levadura y la Sal, ser¨ªan lo que esta cultura querr¨ªa cultivar. E insistamos en que, seg¨²n esta concepci¨®n, no se trata de la identificaci¨®n de lo femenino con la mujer y de lo masculino con el var¨®n, sino de la integraci¨®n en la personalidad del Homo (var¨®n y mujer) de uno y otro arquetipo o tipo ideal. En suma, de la actualizaci¨®n cultural del mito del andr¨®gino, tan en boga hoy. Y, en el terreno de la praxis, de reclamar para las mujeres, no exactamente el poder sino, como en la reuni¨®n se dijo, los poderes (con min¨²scula, pero en plural) de los que hoy carece.
Vivimos hoy, como al principio dije, una ¨¦poca de grave crisis cultural y, por lo mismo, de mayor sensibilidad para los valores arquetipificados por esa otra cultura de lo femenino, y de b¨²squeda andr¨®gina de superaci¨®n de la r¨ªgida atribuci¨®n de papeles masculino y, femenino, respectivamente, a varones y mujeres. Un buen momento, por tanto, para el femenismo de la diferencia.
Y como final, para venir desde el tema general de La mujer al particular de La mujer en la Iglesia, siendo todo esto as¨ª, ?c¨®mo no se comprende, desde las altas instancias eclesi¨¢sticas, que en vez de un catolicismo de restauraci¨®n lo que el kair¨®s de los tiempos demanda es un catolicismo de renovaci¨®n de la cultura occidental establecida y en crisis? Mar¨ªa ?ngeles Dur¨¢n mostr¨®, mediante encuestas sociol¨®gicas, la actual decadencia social de la fe cat¨®lica y la adhesi¨®n a la Iglesia. Su apertura a esta cultura de lo femenino, presente en el entorno del Jes¨²s de los Evangelios, can¨®nicos y ap¨®crifos, brinda una excelente oportunidad. En otros coloquios, celebrados en Barcelona d¨ªas despu¨¦s del foro, el profesor de Ciencia Pol¨ªtica Jos¨¦ Antonio Gonz¨¢lez Casanova, bajo la probable influencia de otro buen amigo, Andr¨¦s Ortiz-Os¨¦s, nos mostraba las ra¨ªces que unen al movimiento feminista con los otros dos grandes movimientos sociales de la hora actual, el ecologista y el pacifista, tan cristianos de Jes¨²s los tres. ?Es que tenemos o¨ªdos, pero no o¨ªmos?
Los varones hemos mandado siempre. Y como presuntos depositarios de todo saber, habl¨¢bamos sin dejar hablar. En la reuni¨®n que estoy rese?ando, en el foro antes de Majadahonda, este a?o de Pozuelo, ocurri¨® lo contrario: hablaron ellas, escuchamos nosotros. Un buen ejemplo de lo que tendr¨ªamos que aprender.
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