Fuera de las rejas
Ocho presos y cinco funcionarios de la c¨¢rcel de Ja¨¦n conviven cuatro d¨ªas en la sierra de Segura
La serran¨ªa andaluza, lugar se?alado en la literatura hist¨®rica como secular refugio de bandoleros, ha sido el marco elegido por cuatro funcionarios y un educador de la c¨¢rcel de Ja¨¦n para realizar una convivencia de cuatro d¨ªas de duraci¨®n con ocho internos de este centro penitenciario. Todos se han divertido en tan extra?a acampada, lo que no ha impedido que tambi¨¦n todos -presos, funcionarios y educador- hayan concluido afirmando que "la reinserci¨®n social es mentira tal y como est¨¢n las cosas".
El lugar elegido ha sido la Fuente de la Pascuala, justo enfrente de la Torre del Vinagre, edificaci¨®n pretenciosa donde el general Franco se ejercitaba en la caza mayor. En pleno coraz¨®n de la Sierra de Segura todav¨ªa es posible que un zorro corretee entre las piernas o que un ciervo te d¨¦ un susto de muerte al volver un matorral.El domingo pasado, 13 hombres llegaban a tan id¨ªlico paraje a bordo de dos veh¨ªculos todoterreno. Los expedicionarios, nada m¨¢s tomar tierra, montaron tres tiendas de campa?a cedidas por la Cruz Roja, alguna de las cuales sirvi¨® para cobijar a los gitanos de Martos (Ja¨¦n) que hace algo m¨¢s de un a?o fueron expulsados de sus casas, quemadas por el vecindario.
El objetivo de la excursi¨®n era bastante simple: "Convivir" y, de paso, "estar en contacto con la naturaleza, conocer y distinguir los animales y las plantas y hacer vida sana". Francisco Aguado, preso de 25 a?os y cocinero de la expedici¨®n, cuenta con carcajadas que "nos han pegado unas caminatas exageradas". Su compa?ero Andr¨¦s Pe?a se ha revelado como un aut¨¦ntico andar¨ªn, habilidad indemostrable entre rejas. "No veas como corr¨ªa el t¨ªo monte arriba, y eso que fuma...", cuentan. Andr¨¦s Pe?a, de 22, el m¨¢s joven, adem¨¢s de andar¨ªn es articulista de Estaci¨®n 41, publicaci¨®n de la prisi¨®n de Ja¨¦n.
Andr¨¦s, como sus compa?eros, dice que Alfonso Herv¨¢s "es un t¨ªo enrollao". Herv¨¢s, joven psic¨®logo que lleva dos a?os trabajando en prisiones como educador, es uno de los promotores de la acampada. Como educador conf¨ªa en la buena aceptaci¨®n de la experiencia y en que sea positiva, aunque desconf¨ªa de la reinserci¨®n de los internos, "tal y como est¨¢n las cosas". "C¨®mo voy a animar a un t¨ªo para que lea un libro", comenta a manera de ejemplo, "si veo c¨®mo tiene que utilizar las ma?anas en matar las chinches que no le dejan dormir por la noche".
La c¨¢rcel de Ja¨¦n, ideada por un Gobierno del general Primo de Rivera, data de 1932. Cuando Herv¨¢s lleg¨® a trabajar all¨ª, un compa?ero le se?al¨® un pasillo y le advirti¨®: "Por ah¨ª no pases mucho que hay ratas".
Estricto cumplimiento
El reglamento de la c¨¢rcel exige su estricto cumplimiento. Entre otras cosas, todos se hablan de usted, los funcionarios son tratados de "don" por los presos y no se puede jugar a las cartas ni, obviamente, fumar canutos. Todas estas normas se han cumplido en la acampada. Alguna de ellas por inercia: "A nadie se le ha ocurrido traer una baraja de cartas", explica uno de los funcionarios."Nunca he salido con presos", dice Jos¨¦ Antonio Garc¨ªa, funcionario de 40 a?os, ecologista y ex karateka, quien opina, al igual que Herv¨¢s, que "es un planteamiento ingenuo la reinserci¨®n en las c¨¢rceles". Garc¨ªa maneja con soltura una navaja de campo, a las que los internos tienen f¨¢cil acceso aqu¨ª -en medio de la sierra, sin m¨¢s vigilancia que la habitual ronda de la Guardia Civil caminera-, mientras afirma que "esto es lo m¨¢s eficaz, se olvidan de las drogas y son otras personas que en la prisi¨®n".
Juan Alberj¨®n, preso de 24 a?os, opina como Garc¨ªa y es firme partidario de repetir la experiencia, "sobre todo porque despeja de la depresi¨®n que tienes all¨ª". Mu?oz Palacios, de 26, bromea diciendo que "ya o¨ªa la berrea de los ciervos en la c¨¢rcel", antes de salir para la sierra.
Uno de los funcionarios dice que todos los d¨ªas tiene que ir al pueblo para telefonear a su esposa, que no entiende por qu¨¦ tiene que ser a su marido a quien se le ocurra embarcarse en semejante acampada.
Las edades de estos internos oscilan entre los 22 y 41 a?os. La de los funcionarios, entre los 30 y 40. Los internos lo son de segundo y tercer grado; es decir, o ya han salido con alg¨²n permiso o disfrutan de r¨¦gimen abierto.
Los funcionarios dicen que no han tenido ninguna dificultad para organizar la acampada porque "jug¨¢bamos la baza de que ya est¨¢ pr¨®xima su libertad". Alguno de los ocho internos ocupa alg¨²n destino en la c¨¢rcel, lo que les supone cierta responsabilidad. Piensa que una vez de vuelta -la acampada finaliz¨® el mi¨¦rcoles- le tomar¨¢n el pelo por haber participado en ella. A otros no les preocupa, porque "todos saben que hay m¨¢s chivatos en patios (lugar de permanencia de los desocupados) que en destino".
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