La barbarie contempor¨¢nea
LA AGRESI?N de que fue v¨ªctima el pasado mi¨¦rcoles, en el campo del Sestao, el futbolista del Real Madrid Hugo S¨¢nchez, al que una botella lanzada desde el grader¨ªo le abri¨® una gran brecha en la cabeza, ha vuelto a hacer sonar la alarma sobre el clima de violencia que se ha apoderado de los espect¨¢culos deportivos y, sobre todo, del f¨²tbol. ?ste es un clima al que no escapa ning¨²n pa¨ªs, con independencia de reg¨ªmenes pol¨ªticos, estructuras sociales y tradiciones culturales, y que determin¨® hace ya dos a?os, a iniciativa del Consejo de Europa, la elaboraci¨®n de un convenio sobre medidas preventivas contra la violencia en los espect¨¢culos deportivos, ratificado a finales de 1986 por Espa?a.La gravedad que el fen¨®meno ha alcanzado y la rapidez con que se difunde por doquier hacen precisa una actuaci¨®n que combine las medidas preventivas inmediatas con actuaciones m¨¢s de fondo, educativas, que permitan esperar una progresiva disoluci¨®n, en el plazo de a?os, de esa forma contempor¨¢nea de barbarie. La Federaci¨®n Espa?ola de F¨²tbol ha establecido recientemente sanciones severas contra los clubes titulares de los estadios en que se produzcan incidentes violentos y establecido toda una bater¨ªa de medidas preventivas. Seguramente son medidas necesarias, pero su propia acumulaci¨®n demuestra que se trata de una escalada en la que la iniciativa corresponde siempre a los que est¨¢n dispuestos a imponer la ley de la incivilidad.
La escalada de los ¨²ltimos a?os est¨¢ ¨ªntimamente ligada con la proliferaci¨®n de grupos semiorganizados, compuestos casi exclusivamente por adolescentes, con frecuencia caracterizados por atuendos y actitudes paramilitares y por un c¨®digo de conducta cuya ¨²nica ley es la de la fuerza. Y peor a¨²n: esa ley es la de la fuerza an¨®nima, emboscada, que se apoya en la capacidad intimidatoria del acoso. Ello distingue el fen¨®meno actual de la simple y vieja presencia de elementos exaltados, f¨¢cilmente identificables, que recib¨ªan el rechazo de sus vecinos de grada y apenas desbordaban la violencia verbal en sus manifestaciones de ira. Con raz¨®n eran esos elementos calificados de incontrolados, lo que subrayaba su consideraci¨®n como individuos aislados, extra?os al cuerpo social de la masa de hinchas y poco representativos del sentir de la generalidad.
Colectivos como los ultrasur, los boixos nois, herri norte, brigadas blanquiazules, etc¨¦tera, se caracterizan precisamente por constituir una parte org¨¢nica, institucionalizada en cierta forma, del conjunto de seguidores de los clubes respectivos, por m¨¢s que puedan resultar minoritarios respecto a la masa de hinchas. Durante a?os, esas perversiones de las antiguas pe?as han sido condescendientemente toleradas, cuando no subrepticiamente alentadas, por directivos y centros creadores de opini¨®n afectos a los clubes. Incluso por aficionados tan sensatos que no hubieran consentido un botellazo al delantero centro rival, pero que encontraban gracioso que los chavales de general llamasen "indio", con intenci¨®n transparente, por el tono oscuro de su piel, a ese mismo delantero centro. Gentes que se espantaron ante la tragedia de Heysel, pero que encuentran colorista que los alevines de la casa prendan bengalas o lancen botes de humo antes del inicio del trascendental choque.
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